los ángeles a finales de los 70 del siglo pasado
sonaba david bowi juan gabriel flitwood mac entre otros
todo mundo estaba medio loco y se metía crak
yo estaba medio loco y enamorado de maría cristina
ella acababa de autoinducirse un aborto a base de pastillas
y atravesaba una fase de odio y aversión al contacto con los hombres
un tal bukoski que tenía ya unos cuantos libros de puta madre pero no alcanzaba todavía
la categoría de mito tragaba whisky en algun bar de huntington o pasadena
yo tenía un toyota corolla del año de la tostada
y hubiera podido agarrar el freeway cualquiera de esas noches rumbo a huntington o pasadena
y sentarme junto al hijo de puta a oírlo hablar de sus putas y sus caballos y de cómo
se despertaba con resaca cada día y vomitaba como un loco y hacia mediodía
destapaba la primera lata de budweiser y volvía a empezar todo otra vez
hubiera podido preguntarle si lo que decía en sus cuentos era cierto
si su padre lo puteaba todo el tiempo si en nueva orléans habia vivido
en un burdel si había estado casado con una ninfómana si...
pero en aquel entonces yo no sabía que existiera ese cabrón y aun si lo hubiera sabido
me habría chupado un huevo tanto él como sus putos caballos como su
jodida infancia y la esposa devoradora de hombres y todo lo demás
porque en aquella época yo estaba colado por mari y no había otra cosa en el mundo que no
me chupara un huevo
y aunque ella me había dicho que estaba asqueada de los hombres y del sexo
y que no quería verme ni en pintura ni oírme ni que me hiciera el encontradizo con ella cuando
salía al trabajo o a la tienda o a caminar al parque
yo no dejaba de espiar sus idas y venidas todo el tiempo y seguirla cuando salía
al trabajo o a la tienda o a hacerse pendeja en el parque
en eso se me iban todas las malditas horas que me quedaban libres después de pasarme
8 horas diarias de lunes a viernes en el trabajo de mierda que tenía entonces
¡qué jodido lo pone a uno estar enamorado de alguien que no quiere verlo ni en pintura!
así que por las noches yo me acercaba sigiloso hasta la parte trasera de su casa
y la espiaba a través de una pequeña rendija que había hecho entre el marco de la ventana y
la pared del cuarto de baño
para mirarla a dos metros de distancia cuando ella entraba a cepillarse los dientes
-aquellos fabulosos dientes suyos entre los cuales yo fantaseaba
que ella me atrapaba la verga para hacerme la mamada del año-
para mirarla cuando cagaba y cuando se metía en la ducha
y se pasaba una esponja por el chochito y se lo restregaba con fuerza
y masturbarme allí afuera junto a uno de los arbustos que crecían pegados
a la pared exterior del baño
qué feliz era yo en aquellas noches sin luna bajo el cielo resplandeciente de l.a. city
sacudiéndome el pájaro con ahínco pegado a la ventana del cuarto de baño
de la pequeña casa que habitaba mi amada maría que mientras tanto
al otro lado del cristal soltaba la mierda sentada en el retrete
oyendo stayin alive una y otra vez en el walkman
en aquel barrio no muy lejos del centro de aquella puta ciudad plagada de adictos
al mismo tiempo que más o menos a esas horas bukoski se estaría zampando
el cuarto o quinto whisky en la barra del crazy dog de balboa park o un tugurio parecido
y contaba por enésima vez su viaje en un puto autobús greyhound a principios de los 50
rumbo a luisiana y el tipo que atendía la barra
disimulaba un bostezo porque había oído aquello por lo menos unas veinte veces
y estaba ya hasta el culo de tener que parecer interesado todo el tiempo en las pendejadas
que contaba aquel jodido viejo de enorme cabeza y una cara que tenía el aspecto
del fondo pedregoso de un río y que nunca dejaba más que un par de monedas de propina
cuando se largaba bien cocido a eso de las 12 mascullando
que un tal hemingway le chupaba las bolas que un tal carver le chupaba las bolas que todos eran
unos jodidos mariquitas que solo escribían cosas de mariquitas y que el único que escribía
como un dios era un tal chinaski bla bla bla...
qué feliz era yo en aquellas noches de hace cuarentaitantos años en l.a. city
machacándome el rabo como un puto enfermo mental apostado ahí detrás
de la pared del baño de la casa de mari con toda la vida por delante
y un montón de años antes de saber que andando el tiempo yo terminaría convertido
en una mala copia barata de aquel vejestorio alcohólico que bajaba ya la rampa hacia la tumba
a unos cuantos kilómetros de allí
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