tenía un cenicero en el buró junto a la cama
otro cenicero en el baño
otro en la cocina y otro en el pretil del balconcito;
y fumaba todo el puto día
yendo de un lado a otro con el jodido cigarrito entre los labios
y dejando un rastro de ceniza allá donde fuera
fumaba en la cocina haciendo la comida
fumaba en el teléfono sosteniendo con sus hermanas
esa interminable cháchara sobre las cuñadas, los maridos y las putas suegras
a la que las mujeres dedican el 90 % del tiempo de su vida;
fumaba mientras yo le metía la verga por detrás cuando la sorprendía
inclinada a medias y acodada sobre el parapeto del balconcito
y en tanto que yo sujetaba sus caderas para poder empujarle más adentro el mazacuate
ella se ponía a formar anillos de humo con la boca
y a meterles el dedo por el centro antes de que se alejaran
arrastrados por la corriente de aire cálido que recorría la avenida frente al depa
también fumaba echada en la cama, viendo en la tele los ricos también lloran
-o alguna otra de aquellas telenovelas de mierda que salieron en los noventas-
con una actitud de gran concentración
y cuando yo me echaba a su lado y le bajaba las bragas y la hacía girarse de costado
antes de abrirle las piernas y metérsela
ella le daba las últimas desesperadas caladas al pitillo que trajera en la boca
y con el mismo encendía otro que dejaba sobre el cenicero
disponiéndose luego a la cópula animada por la perspectiva
de que el humeante tabaco estaría listo allí
para poder remachar el eventual orgasmo con un profundo inhalamiento nicotínico
-nunca llegamos a hablar del asunto
pero tengo la leve sospecha de que
si bien no mostraba nunca la menor reluctancia
a meterse mi verga en la boca y chupármela
prefería en todo caso tener en ella un puto marlboro que mi verga-
después de coger se encerraba en el baño con una cajetilla entera
porque el sexo le daba ganas de cagar y, según su propia teoría
mientras más fumaba más cagaba y por lo tanto
más flaca y buenota se ponía incluso sin hacer ninguna maldita dieta;
nunca supe si se limpiaba el culo con la misma mano que cogía el cigarro o con la otra
ni si realmente cagaba o solo fumaba como una desquiciada allí dentro del puto baño
pero la veía salir transfigurada y con el aspecto de una juana de arco
que acabara de contemplar la sagrada visión que infundiría a su vida
el sentido divino y grandioso con que alcanzaría la inmortalidad y la gloria
o una pendejada parecida
no me queda ninguna foto de ella
pero recuerdo bien su estampa
una noche cualquiera sentada en el sillón de la sala:
de piernas cruzadas y la mini arremangada dejando ver un buen pedazo de culo,
sosteniendo un vaso de brandy con coca con la misma mano que
sujeta entre dos dedos el sempiterno marlboro a medias
-un delgado hilillo de humo ascendiendo hacia el techo-
y proyectando cierta expresión de tristeza apenas discernible detrás de la media sonrisa
que le ponía siempre en la boca poder acabar otro jodido día
chingándose media botella y la tercera cajetilla en 12 horas
ay, negra, qué pronto te cargó la verga
qué fugaz fue tu paso por esta jodida tierra de miseria, derrota y aflicción;
tu vida, sin embargo, no fue un desperdicio:
mira, ahora he escrito este poemita inspirado en tus hábitos de empedernida fumadora
-¿cuántas que vivieron vidas semejantes a la tuya
podrían vanagloriarse de ocupar los afanes de un poeta?-
un poemita sencillo, práctico y limpio
como el cielo de una mañana de abril
un poemita desenfadado, ligero y que no aspira a nada
sino a ser otro más del jodido montón de poemas que a nadie le importan una mierda
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