(Poemas de Huesos de jíbaro)
Cuesta trabajo practicar con el lobo
a la luz de la luna llegar a un acuerdo
donde quede reflejado que su instinto es espuma.
Ver rostros de acero y sal
con una luz negra que en las sombras
alaban su eternidad de paciencia.
Cuesta trabajo soportar tu propia carne:
una flor blanca brillando esbelta y sola
como el filo nevado de un cuchillo inerte.
Cubrir los pomos con una tela ardiendo
subir los peldaños con los ojos cerrados
tener entre las manos una seda helada.
Cuesta trabajo entender al cadáver.
Sobre todo si viene inalámbrico y solo
más callado que nunca y exacto de palabras.
Y subimos hasta la hora doce del reloj
para ver que su cenit también era falso:
su hora marcaba la dirección del abismo.
____________________________Los defenestrados, los inservibles
Los defenestrados, los inservibles,
los incapaces de ser útiles en esta pocilga
nos sentimos vivos estando nulos
como ausentes somos precisos
para renuentes artificios de imaginería.
Inventamos poemas con profundo olor
a pólvora que insultan a estos versos
al brillante sol de fuegos de artificio.
____________________________Yo tenía vuestra edad
hace apenas un instante
Yo tenía vuestra edad hace apenas un instante,
cuando empezó todo esto.
Estudié sin ganas y perdí el tiempo en asambleas
donde los míos hacían acrobacias de mono
imitando al enemigo que decían combatir,
les facilitaron las cosas
a los que de antemano sabían que todo
era artificio.
Fueron unos años llenos de inocencia
y de errores, de besos y fracasos,
de música y de hambre
y fumábamos porros,
y follábamos sin apenas risas.
Y un día nos encontramos un campo de marihuana
en la provincia de Albacete
cuando íbamos a lomos de un «dos caballos»,
y que la vida también iba en serio ya nos dimos cuenta
sin haber leído a Jaime Gil de Biedma
y de los cánceres que cada segundo derrotaban
a gigantes de acero, a sumos sacerdotes,
a poetas feroces, a hermosas mujeres,
a estrellas del celuloide, a pájaros cantores.
Que la vida iba en serio
se afianzaba en las conciencias
porque había que esperar años
para que el naranjo creciera,
que pasara mucho tiempo para verlo florecer.
Dulce fruta en el aire
el azahar en la boca libadora
de mariposas y abejas.
Su agua dulce como una nube lejana
ahora se acerca mojando de recuerdos mi piel.
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