jueves, 15 de marzo de 2012

Rafael Reig. Escritor.


Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

Va por ti, Samuel

Ayer quedamos a las doce de la mañana Chavi Azpeitia y yo con Orejudo, que venía desde Almería.
Cuando llegó Eduardo Vilas, pasadas las doce y media. abrimos por fin la botella de Johnnie Walker.
Ya teníamos ganas de brindar por el nacimiento del segundo hijo de Vanessa yEduardo: Samuel Vilas Herrero.
Samuel, te presento a unos amigos, seguro que os lleváis bien.
Éste es Samuel, el hermano de Bruno:

¿A que te gusta?
Qué pensativo está, en su primer día de vida.
Pero, bien mirado, ¿tú no te lo pensarías también?
Si tú supieras que hay tres tipos como Chavi, Orejudo y yo, dispuestos a  vaciar una botella de whisky para darte la bienvenida, ¿no te quedarías también de una pieza? ¿No te llevarías un pulgar a la boca?
Al saber que, nada más llegar, ibas a tener que hacer frente al cariño tan grande pero tan torpe de gente como yo,  ¿no pondrías  la misma mirada entre asustada y compasiva? ¿No apoyarías con resignación la cabeza en la almohada?
Pues entonces, ¡cómo no va a estar pensativo Samuel!
Brindamos primero por cada uno de los dedos de sus dos manos.
A mitad de los brindis por cada uno de los dedos de los dos pies de Samuel, hubo que bajar a por otra botella.
Cuando se nos unieron Guillermo Aguirre y Juan Aparicio, tuvimos que ir a por la tercera.
Por una vez de acuerdo todos con su padre y su madre, le deseamos felicidad, que sea bueno y que se arme de paciencia para aguantar estos impresentables amigos de sus padres.
Luego nos fuimos a comer un cocido completo en Diego.
Todos somos madrugadores, así que, sin siesta, no damos pie con bola, incapaces ni de revolver un Cola-Cao.
Chavi se fue a su casa, los demás se repartieron los sofás del Hotel Kafka y Orejudo y yo nos fuimos a su hotel, en la calle del Pez, un sitio pequeño y de aspecto equívoco.
Entramos por separado, como amantes furtivos, con un intervalo de cinco o diez minutos entre uno y otro.
La habitación sólo tenía una cama doble, pero en peores nos hemos visto, como aquella pensión en un pueblo de Valencia, donde aguantamos la noche a base de coñac.
Nos asomamos en calzoncillos al balcón, para echar un pitillo mientras rezábamos para que ningún aficionado a la literatura nos viera desde la calle: dos autores de mediana edad, en ropa interior, en el balcón de un hotel de dudoso aspecto.
Menuda exclusiva para el Qué Leer.
Después de la siesta, desayunamos unos whiskies en una terraza de Alonso Martínez y nos fuimos al Hotel Kafka, donde estaba previsto el Vino con Orejudo.
Es un decir.
Vino había, pero nosotros, para no mezclar, por prudencia, nos lanzamos en plancha hacia las nuevas botellas de whisky.
En dos sesiones muy divertidas, Antonio contó, primero, sus inicios como escritor. Como me recordó Camino, ¡citó a Rosa MonteroStephen King y a Zweig!
Ahí queda eso.
Habló de cómo escribe, de la diferencia entre su primera novela y las demás, que ya las escribió con hijos; de la lectura que marcó su destino (las aventuras de Los Cinco, de Dª Enyd Blyton), de su peligroso oído para la prosa, porque si una novela le gusta, le contagia y se pone a escribir igual; de lo que quería hacer con cada una de sus novelas y a qué distancia se quedó de su proyecto y de muchísimas más cosas, siempre con la gracia y el rigor que sabe combinar tan bien.
Camino estaba entre el público y me envió estas fotos.
Aquí está Camino entre Orejudo y yo. Por detrás anda enredando Chavi.
Decía Camino: ¿Habéis visto que bien me quedan a mí un par de escritores?
Sí que le quedan bien, sí.
Pero no tiene mérito: ella, cualquier cosa que se ponga.
Hasta un par de escritores.
Hasta este par de escritores.
Entre los cuales, por cierto, Camino dijo que sin ninguna duda era mucho más guapo Orejudo que yo.
Increíble, pero así es la juventud, tan atolondrada e insensata.
Aquí está Chavi esperando a que Orejudo y yo dejemos de zascandilear y nos sentemos para poder empezar de una vez:
La segunda parte, quizá bajo el influjo del whisky, fue aún más animada, y hablamos todos, los de la mesa y el público, discutiendo Un momento de descanso, su centro nervioso (la claudicación), elucubrando sobre la sátira y su furor moral, debatiendo sobre el humor (del que Orejudo dijo que es para él también un escudo, su forma de protegerse y defenderse del mundo, igual que el ojo se protege con el humor vítreo), sobre los borradores de la novela y cómo los había trabajado para lograr el libro que teníamos encima de la mesa, en fin, hablamos de casi todo.
Es la primera vez que el Hotel Kafka organiza este invento de tomar un vino con un escritor invitado.
Salió tan bien, nos divertimos tanto todos y sobre todo el público, se habló de asuntos tan interesantes, que seguro que no será la última.
¿Con qué otro escritor te apetecería charlar y tomar un vino?
A ver si logramos darte el capricho.
Se nos hizo corto, muy corto, a pesar de que estuvimos horas:
Después de brindar una vez más por Samuel Vilas, yo me volví a Cercedilla.
No sé si alguien compartiría por la noche aquella cama del hotel de la calle del Pez con Orejudo, ese escritor que por lo visto es más atractivo que yo, qué le vamos a hacer.

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