viernes, 30 de marzo de 2018

los parientes muertos


una cosa que me caga de mis pariente
es la maldita costumbre que tienen
de escoger para morirse justo aquellos días o momentos
en que uno mejor se la está pasando o más ocupado se encuentra
ya sea desempeñando alguna actividad recreativa relacionada con el alcohol
ya sea en franca copulación salvaje con criatura humana
o bien simplemente tratando de recuperarse de los excesos cometidos
durante la práctica de sus regulares hábitos hedonísticos:
les da mucho por morirse en sábado, a estos desatentos
ya entrada la noche, a la hora en que los bares
están llenos a reventar de chicas pasadas de copas
y uno probablemente haya pegado ya el chicle
con alguna morena de falda muy corta
que quizás no necesite más que de un trago extra
para finalmente aceptar irse con uno al hotel más cercano;
y cuando no revientan en horario estelar de sábado
lo hacen con frecuencia en feriado por navidad, semana santa o aquel día, por ejemplo
que no era sábado ni feriado ni había elecciones
pero tocaban los tigres del norte en concierto gratuito en la plaza del pueblo
y mi cuñada de 19 me había invitado a ir a bailar con ella porque mi mujer
cursaba un embarazo de alto riesgo y le habían recomendado reposo absoluto
y justo a la mitad de la tercera canción, cuando ella no separaba ya su entrepierna de la mía
sonó su puto celular y recibió el recado
de que su hermano roberto se había caído del puto caballo y abierto el cráneo
y su cuerpo ya estaba encajonado en la funeraria para empezar el velatorio;
otro día en que les gusta morirse coincide siempre
con la fecha del primero, segundo o cualquier aniversario
del puto divorcio que por fin nos libró
-a costa de perder la casa, el coche y todos los putos ahorros-
de aquella arpía que durante 15 años nos hizo la vida imposible
-nunca nos perdonó habernos cogido a su hermana menor-:
no es raro que precisamente ese puto día le hablen a uno al celular
para avisarle que su abuelo acaba de estirar la pata
justo unos minutos después de que uno
se haya tomado la imprescindible viagra cuyos efectos
le permitirán a uno hallarse en condiciones de meterle
un palo de antología a la deliciosa putita que
ha contratado uno ex profeso para celebrar tan notable fecha;
y cuántas veces no les pega el antojo de morirse, a los jodidos consanguíneos
el día más frío y oscuro y calamitoso del año
con medio metro de nieve en las calles, rachas de viento huracanado
y a las tres o cuatro de la madrugada
cuando ni su puta madre querría asomar la nariz de debajo de los cobertores
cuando ni por coger con scarlet johanson aceptaría uno poner un pie en la calle
ah, pero justo entonces comienzan a golpear con fuerza la puerta de la casa
-"si no me levanto y abro, van a romper la puta madera"-
y uno tiene que acudir a ver qué mierda ocurre, desde luego
y uno se arranca de la cama y atraviesa el hall y abre la puerta y se encuentra del otro lado
con la jeta de la prima gertrudis a la que no veía desde hacía 7 años
-tiempo en que la prima ha empezado una fulgurante carrera como actriz porno-
y uno percibe que la cara de gertrudis está desfigurada por el dolor y arrasada por el llanto
y pregunta uno "qué ocurre, gertrudis" y ella responde
"oh, villa, el tío benito acaba de infartarse y la familia se está reuniendo
y yo he pensado que te gustaría saberlo"
y uno abraza conmovido a gertrudis porque es duro enterarse de la muerte del querido tío benito
-él fue quien a los 12 nos regaló nuestra primera playboy-
y uno invita luego a gertrudis a pasar dentro porque afuera hace un frío que te cagas
y uno le ofrece un vaso con vodka para consolarla de la profunda pena
y la prima se lo engulle entero y tú le sirves otro y de paso te sirves uno para tu propio consuelo
y uno se percata entonces de que debajo del abrigo de su prima
ella viste solo minifalda y tacones y una ligera blusa sin sostén
y la prima se ha quitado el puto abrigo y al verla con aquella mini y aquella ligera blusita sin sostén
entiende uno perfectamente las razones de su fulgurante éxito como actriz porno
y uno tiene entonces un pensamiento de afecto sincero por su recién fallecido familiar:

"tío benito, esta rosca me la zampo en tu honor, cabroncete"



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