jueves, 2 de abril de 2015

POBRECITO HABLADOR DEL SIGLO XXI

MARTES, 31 DE MARZO DE 2015

La mierda y las moscas


Dos millones y medio de personas, mayores de edad, y en pleno uso de sus facultades, han votado en Andalucía a dos partidos políticos que durante años -tanto en esa región como en el resto de España- han cometido robo, prevaricación, tráfico de influencias, usurpación de bienes públicos, falsedad documental, financiación ilegal, clientelismo y, a la vista de los resultados, lo que te rondaré, morena.
Dos millones y medio de andaluces y andaluzas, mayores de edad, y en pleno uso de sus facultades, han regalado su confianza, a sabiendas,  a dos organizaciones políticas  que han delinquido repetida e insistentemente, desde la base hasta sus más altas instancias, haciendo de la corrupción su modo de gestión habitual, a costa del erario público y del dinero ajeno.
Dos millones y medio de andaluces y andaluzas, en pleno uso de sus facultades, conocedoras de las más retorcidas, sofisticadas e imaginativas prácticas criminales, cometidas justo hasta antes de ayer por aquellos a  los que han votado al amparo del aforamiento y de la honorabilidad que otorga la representación de la soberanía popular, han vuelto a introducir  en la sacrosanta urna de la democracia una papeleta de voto ilustrada con el logotipo de esas mismas dos organizaciones políticas que, repetida e insistentemente, y a la luz del día, defienden los intereses de quienes les están pagando a día de hoy suculentas comisiones, y de quienes, en el futuro, recibirán jugosas nóminas por sentarse en los sillones de los consejos de administración de las empresas más poderosas.
Dos millones y medio de andaluces y andaluzas, en pleno uso de su facultades, después de asistir y padecer  durante la última legislatura a uno de los periodos de la historia de nuestro país en el que el latrocinio,  la mentira, la miseria, el paro y la desesperación, promovidos y propiciados por el gobierno de los dos partidos políticos mayoritarios, han vuelto a decidir democráticamente, en libertad, en paz, sin condicionante alguno, que quienes ocupen las mayor parte de los escaños del parlamento que legislará su futuro y el de sus hijos serán precisamente esos dos mismos partidos que permiten que les echen de sus casas, que les roben camas de sus hospitales, que despidan a sus maestros, que no puedan encender la calefacción, que tengan que pasar medio año fuera de sus casas malviviendo en habitaciones de servicio a base de latas de conserva, sirviendo cerveza y gambas a la plancha en las costas catalana y mallorquina a los alemanes que nos exigen austeridad.
Muy  probablemente, dentro de muy pocos meses, casi tres millones  de catalanes, en pleno uso de su facultades, votarán a partidos políticos que, igual que Andalucía, han hecho del estupro, del envilecimiento y del saqueo práctica habitual tanto en Cataluña como en el resto de España, alguno de ellos, al amparo de una lengua, una bandera, obteniendo provecho del sentimiento identitario, mientras legislan a golpe de decreto para destruir camas hospitalarias, cerrar ambulatorios, despedir a maestros, cerrar colegios, robar el sueldo a los funcionarios, y poner en bandeja de plata a las grandes corporaciones empresariales y sus familiares y amigos el suculento bocado de todo aquello que compone el estado del bienestar, el patrimonio de su país, al que tanto dicen amar.
Y muy probablemente, cualquier día del mes de noviembre de este mismo año, asistiremos impertérritos  al asombroso y patético espectáculo que consistirá en  ver como  algo más de diez millones de españoles y españolas  se vestirán, cambiarán sus zapatillas de andar por casa por sus zapatos, saldrán a la calle, pasearán ufanos hasta su colegio electoral, y en un acto incomprensible, de sumisión, miedo y cobardía,  introducirán en la urna de la soberanía popular el mismo voto que durante años y años ha permitido el crimen organizado a su costa y la impunidad de quienes desde los atriles, las plazas y la tertulias les piden su confianza, nuevamente, mientras engordan y hacen engordar el peso de inimaginables cuentas bancarias a salvo de cualquier contingencia.
Votemos sin demora,  moscas compatriotas: el futuro nos aguarda.

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