jueves, 2 de abril de 2015

LA MALQUERIDA


miércoles, 1 de abril de 2015

Los hijos pájaro

Extraño a La Bella. Estos días que no la he visto los he pasado recordándola. Quiero verla, hablarle.
Necesito escuchar su "Abuelita linda". El "Te extrañé abuela" mientras me abraza. Ella me extraña ¿si saben? lo dice todas las mañanas. Con eso vivo.
He aguantado las ganas de hablarle, quiero que descanse, además no quiero ser impertinente, está disfrutando sus vacaciones y no seré yo quien la ponga triste con tonteras de abuela chipil. Solamente le pido al dios inexistente que la cuide mucho. 

He vuelto a pensar en dios, las raíces católicas emergen dentro del vaho de mi existencia cuando tengo un apuro. Aferrándome a lo intangible -un dios todopoderoso- para implorar en mis necesidades espirituales traiga con bien a mi hijo. 

Me obligo a quedarme despierta durante su viaje. Con los ojos bien abiertos lo acompaño en mis devaneos subliminales. Es como si fuera al lado de él cuidándolo de los peligros de la carretera. Sola me convierto en su hada protectora. Soy su madre. Heroína de tres pesos al ataque.

Rezo para que no se duerma. Miro el reloj. Falta mucho para que llegue y sin embargo...

Han transcurrido casi tres horas desde que abrí los ojos. Dormí un rato obligada por la cápsula verde pero no hay forma de volver a conciliar el sueño. Soy mamá preocupona. Quisiera que mis hijos pájaro no se hubiesen ido del nido pero sería egoísta. Aunque la realidad grite que pienso únicamente en esta que escribe, no es así. Las oraciones que invento las hago pensando en ellos, mis hijos pájaro, mi esposo pájaro, mi nieta pájaro.

El dios inexistente se reirá. Al final no hay día o noche que no lo recuerde. A base de invocarlo todos los días, niego su existencia. Contradicción de una mente sanamente enferma. 
He dejado de culparlo de lo que me pasa. Cualquiera con tres dedos de frente sabe que estoy así no por un castigo que yo misma busqué consecuencia de actos viles. El acto más ruin que cometí fue haberle pegado a mis hijos en aras de su buena educación. Acepto la parte que me toca pero tengo claro que no es por eso que tiemblo como hoja.

Los árboles al ser despeinados por el viento sueltan las hojas. Incapaces de aferrarse a ellas, las miran volar como quien espera el golpe de la guillotina pendiente sobre su cabeza. De un tajo la vida y sin embargo en el último momento bien cabe una sonrisa antes que una lágrima.

Cualquiera sabe que mi deteriorada salud se debe a las circunstancias y al entorno. A la alimentación, herencia y mil razones más. No hay nada inexplicable. Estoy enferma porque alguien tiene que hacer el trabajo sucio para mantener a raya a la humanidad y no se salga de control. Al final los enfermos somos conejillo de indias del destino. 
Me saqué el tigre en una rifa ñoña. Es todo. Las mentes tercermundistas están sometidas a un dios caprichoso. Gustosas -a regañadientes los más audaces- aceptan los mandatos divinos. Yo no lo acepto pero no puedo hacer nada. Dejé el agobio en el sur de los olvidos.

Soy extraña en mis creencias. Necesito un dios a quien pedirle que cuide a mi familia porque yo he aprendido a cuidarme sola. Asalto a la razón. Necesito que me cuiden pero si me dejan sola todos saben que sobreviviré aún a costa de mi misma (incluyéndome).

Al rato cuando tenga a mi hijo entre mis brazos, volveré a olvidar al dios inexistente. Como siempre hago en los apuros de beata que nunca fui haré como que la virgen me habla. Olvidaré que puse a trabajar al dios particular y me fundiré en los brazos de Bruno.

No le pido a dios una cura milagrosa, tampoco que se salve la humanidad. Hoy nomás quiero abrazar  a mi hijo. Lástima que Laura no pueda venir. Sería maravilloso volver a estar los cuatro juntos, como antes en que pensábamos que estaríamos todos en el nido siempre. Así lo creíamos, así lo vivíamos. Sin pensar en el mañana pero... es hora de volar compañeros. 
¡Vámonos hijos de suchi, el mundo los espera! Ahuequen el ala. 

-Eres muy bonita- dijo Bruno anoche por whatsapp. Se me cayeron los calzones de pena. El autoestima no da todavía para sentirme la más hermosa del mundo.
Me derrito ante sus palabras. Si él me dice bonita es porque así me ve. a pesar de todo. Ya puedo morir, eso sí, no sin mi hija al lado. Ella y yo tenemos un pacto -dios se está carcajeando- que es estar juntas hasta el final.

Quiero que sean las diez. A esa hora estaremos con mi hijo. Le diré lo bien que se ve, ya después lo regañaré porque no se cuida como debiera. 
Veré mi reflejo en los cristales que protegen sus ojos y seré muy feliz. Mi dios particular se dará la vuelta. No esperará ni un "gracias dios". Calladitos, cuando sea de noche y en la soledad de mi recámara donde él y yo coexistimos, volveremos a la normalidad. Él haciendo como que no me ve y yo haciendo como que no existe.












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