domingo, 4 de mayo de 2014

BLOG DE RAFAEL REIG

Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

Espuma de tu jabón

De haber leído este libro no tengo ningún recuerdo, pero sí numerosas pruebas con mi letra, a lápiz, en los espaciosos márgenes en blanco que dejan los libros de poesía.
En una página leo anotado: “Exorcismo para J. Marías: Benet, yo te conjuro, abandona el cuerpo de esta criatura”.
Está al lado de un soneto que empieza:
Conjúrote, demonio culterano,
que salgas deste mozo miserable,
que apenas sabe hablar, caso notable,
y ya presume de Anfión tebano.
Por la lira de Apolo soberano
te conjuro, cultero inexorable,
que le des libertad para que hable
en su nativo idioma castellano.
Tampoco tengo recuerdo de haber probado este exorcismo y, si lo hice, no tuvo éxito, a la vista está que el poseído no ha recuperado el uso de “su nativo idioma castellano”.
Seguí los pasos de mi predecesor, pisando sobre sus huellas, leyendo lo que había subrayado ese chaval que fui, aún sin haber cumplido los veinte años, pero impaciente al parecer por recibir laureles, puesto que está anotado un poema sobre el asunto.
En el poema, el joven poeta reclama su “laurel triunfante”, viendo que los reparten a dos manos, pero le asegura un bedel que ya no quedan laureles para él, precisamente para él.
“¿Por qué?”, le dije; y respondió sin miedo:
“Porque los lleva todos un tratante
para hacer escabeches en Laredo”.
Al margen está escrito: “cuidado con  los laureles en escabeche, amargan”.
Como en una crime-scene de esas de las películas, recojo huellas, intento comprender la mente criminal de aquel lector que fui yo, un ladronzuelo que entró en el libro por una ventana, rompiendo el cristal, y se paseó por allí sin atreverse a encender la lámpara, examinando versos a la luz de la llama del mechero Bic.
Se llevó algunas cosas de poco valor, algunos endecasílabos donde dejó sus huellas dactilares:
Tu bestia soy, amor, dame de palos
Como quien se lleva una tele de plasma, arrastró sonetos enteros sólo por el título, “A una dama que a todo respondía: ¡Zape!“, “A una dama que criaba un cernícalo” o “Describe un monte sin qué ni para qué“, por ejemplo, cuyo final, tras una rimbombante descripción del monte en cuestión, es éste:
Y en este monte y líquida laguna,
para decir verdad como hombre honrado,
jamás me sucedió cosa ninguna.
Inexperto, ignorante, nervioso, el ladrón joven no encontró la caja fuerte ni las piedras preciosas, apandó lo que le pilló a mano, y se dejó lo de más valor, como siempre sucede.
�?ste es el retrato robot del ladrón de versos joven, elaborado por un equipo de CSI:

El libro, el lugar del crimen, se titula Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos, se publicó en 1634 y su autor es Lope de Vega.
Era ya viejo Lope cuando comenzó a escribir estas rimas, aún vivía,  pero ya ciega y loca de remate, su Amarilis, Marta de Nevares (murió en 1632) y los dio a la imprenta cuando murió su hijo Lopito (desapareció en combate).
El poeta murió al año siguiente y Juan Pérez de Montalbán decía que Lope de Vega “había tenido de un año a esta parte dos disgustos (como si para una vida no bastase uno) que le tenían casi rendido en una continua pasión melancólica”.
Así será, pero éste sin embargo es uno de los libros más alegres, radiantes y divertidos que pueda imaginarse, a mí me ha hecho feliz leerlo en el bar de Antonio, en la plaza Mayor de Cercedilla, bebiendo whisky a sorbitos y viendo partir a los demás a sus extenuantes tareas de piscinas, senderismo, tirolinas, bicicletas de montaña o visitas a ferias de artesanía, cosas todas que deben de ser muy divertidas (imagino).
Para escribir estas rimas Lope recurrió a ese yo poético, Tomé de Burguillos, que ya había utilizado antes en alguna ocasión. Así podía decir lo que le daba la gana y escribir en verso lo que en prosa llamó Cervantes “la escritura desatada“.
Dejemos metafísicas quimeras;
vuesas mercedes garlen en chacota:
que no está el mundo para hablar de veras.
Ahora tampoco lo está, ¿verdad?
A Tomé de Burguillos le adjudica Lope una enamorada, Juana, lavandera.
Y ésto es lo que más me ha gustado: que hace, en burla, una sátira descacharrante de los amores petrarquistas, un Cancionero carnal, en el que hay donde agarrar, un sentimiento de andar por casa, de arrimar cebolleta, diríamos.
A mí me hace gracia el chiste de ese soneto en el que declara su amor por Juana y comienza:
Muérome por llamar Juanilla a Juana
Quiere la intimidad, poder usar el diminutivo, pero ella le desdeña (como buena amante petrarquista, nos ha fastidiado, que esos tipos jamás escribían sobre el amor correspondido), así que el poema concluye:
Créeme, Juana, y llámate Juanilla;
mira que la mejor parte de España,
pudiendo Casta, se llamó Castilla.
Solté una carcajada, claro.  Qué buen consejo. Juana, tía, mira que hasta la patria, pudiendo ser casta, prefirió dejar de serlo, así que no te hagas tú ahora la estrecha.
En otro poema, recuerda que Virgilio celebró la hermosura de Amarilis; Propercio, la de su Cintia; Catulo, la de su Lesbia, etc.
�?l en cambio prefiere a su  novia lavandera:
Juana, celebraré tus ojos bellos:
que vale más de tu jabón la espuma,
que todas ellas y que todos ellos.
En otro poema empieza con los manoseados galimatías petrarquistas y neoplatónicos:
Espíritus sanguineos vaporosos
suben del corazón a la cabeza,
y, saliendo a los ojos, su pureza
pasa a los que miran, amorosos….
Etc.
Son las mismas entelequias que un Garcilaso escribía totalmente en serio, por ejemplo:
De aquella vista pura y excelente
salen espíritus vivos y encendidos,
y siendo por mis ojos recibidos,
me pasan hasta donde el mal se siente….
Etc.
Pero Lope (o Burguillos) en los tercetos ya se va cansando de la tontería y decide dejarse de pamplinas (Mira, Juana…), hasta que acaba con un final asombroso, que deja en ridículo a los nobles y aristocráticos caballeros petrarquistas:
Esos puros espíritus que envía
tu corazón al mío, por extraños
me inquietan, como cosa que no es mía.
Mira, Juana, qué amor; mira qué engaños;
pues hablo en natural filosofía
a quien me escucha jabonando paños.
Esta Juana, lavandera, al tercer whisky, me trajo a la cabeza la Otilia de César Vallejo, que cómo no iba a poder azular y lavar todos los caos:
El traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas otilinas,
en el chorro de su corazón, y hoy no he
de preguntarme si yo dejaba
el traje turbio de injusticia.
�?ste es Vallejo, claro, y su novia también lavandera, pero al pensar en los trapos sucios, tan turbios de injusticia,  vi de pronto (¿demasiado whisky tal vez?) una inesperada sintonía entre Tomé Burguillos y César Vallejo.
Siempre mañana y nunca mañanamos.
Este verso es de Lope de Vega, pero ¿a que parece de Vallejo?
¿Que no? ¿No lo ves? Pues tómate tres whiskies y lo verás.
En algunos poemas, Tomé Burguillos se disculpa con Lope de Vega, porque su estilo es llano y tosco y sus musas muy poco espirituales. Hace el intento de escribir en tono elevado… pero se cansa en seguida:
Comienzo, pues: ¡Oh tú, que en la risueña
aurora imprimes la celeste llama,
que la soberbia de Faetón despeña…!
Mas, perdonadme Lope, que me llama
desgreñada musa de estameña,
celosa del tabí de vuestra fama.
(Tabí es, dice el diccionario, una tela antigua de seda, con labores ondeadas y que forman aguas).
En otro asegura rotundo, inmejorable:
Mis musas andarán con alpargatas,
que los coturnos son para las supremas.
(Coturnos son los zapatos que usaban los actores de las tragedias griegas).
En fin, acabé el libro, que leía yo por primera vez.
Porque el otro lector, el que había dejado tantas huellas y había revuelto versos y armarios, ya casi no existe, o sólo de una forma muy tenue.
Creí reconocerme en algún subrayado, como en éste:
Lo de menos valor es la corteza
O en éste otro, donde el joven petulante que entonces leía parece que encontró un aviso sobre su propia vanidad en este terceto, dirigido por Lope a alguna de las novias que tenía ese chaval de menos de veinte años:
Mas es forzoso lástima teneros;
porque sabed que tanto amor se tiene,
que no le ha de sobrar para quereros.
¿Aprendió la lección aquel ladronzuelo?
Eso me preguntaba, caía la tarde y ya volvían todos de sus piscinas y excursiones, así que cerré el libro, y le pedí a Violeta una cañita y una tapa de laureles literarios en escabeche.
Que iba aprendiendo poco a poco, respondió a mi pregunta.

Comentarios (19)

Microalgojulio 29th, 2011 at 12:09
Si me encuaderna Usted este post, lo encargaré en mi librería habitual (Manuel de Falla, Plaza Mina nº2, evidentemente Cádiz).
Thanks, muy amable.

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