domingo, 16 de marzo de 2014

LA MONSTRUACIÓN

Hace unos meses, un mamarracho acuchilló a su chica en un parquin exterior aledaño al piso de un tipo que conozco. Toda la comunidad de vecinos, agrupada como una sola voz y una sola persona, se escandalizaron pues el que más y el que menos conocía al homicida y a la víctima. Pese a que todos somos cobardes y nos ocupamos de nuestros propios problemas y los ajenos los miramos de refilón y con fingido interés, increíblemente, gracias a la valentía de un vecino se detuvo al malnacido. Como es normal y cabe esperar, la vecindad expresó su repulsa en airadas exclamaciones: "¡Hijo de puta! ¡Asesino! ¡Por Dios, si es que se veía venir!".


Sí. Ya. Claro.


La chica murió y como ya se sabe, las palabras no resucitan a los muertos y muertos se quedan. Como manda un protocolo no escrito, toda la barriada se solidarizó de buena fe en un acto mezquino y morboso pero no por ello malintencionado. En silencio y cabizbajos, adoptaron rasgos de pesadumbre y tragedia; se depositaron flores en el lugar del acuchillamiento y se encendieron velas sobre la sangre seca. Entre sollozos y expresiones de dolor, se prometio por siempre mantener vivo su recuerdo. Siempre.


Sí. Ya. Claro.


Se acercan las fiestas del barrio y el aparcamiento exterior donde ocurrió el asesinato es el lugar donde montan la verbena. Ya nadie llora y la amargura se ha esfumado y ha dado paso a la predisposición al festejo. Ya nadie sustituye las flores que marchitas desde hace días y días, se las ha llevado el viento. Ya nadie enciende las velas para mantener viva la llama del recuerdo de aquella pobre chica. Total, ¿para qué? Los vivos olvidan pronto y hay que seguir viviendo. Donde el cuchillo se ensañó con la carne de una inocente, reirán los vivos y bailarán los borrachos. Es lo que hay y es lo que somos.




Publicado Por Cabronidas

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