sábado, 22 de febrero de 2014

SARCO LANGE

la basílica del más allá




detrás de un detrás
siempre aturden las flores

en el pecho

-¿qué te ocurre Sarca/ ahí tan arbolífera...?
nada
- perdiste el equilibrio?
nada
- ya sé/ estuviste en el río...
nada
- pero vas con las zapatillas rotas/ y un río en el fondo es un mar
nada
- creo te naces del torso/ en una taquicardia vulgar de balcones muertos...
nada
- ok., vieja, levántame la espalda/ para poder toser
tose

entonces había una forma más básica
y menos violenta
de entender por fin lo que decían los meses
era exacerbar la percepción hasta lo más fibroso del delirio
y sentir la boca repleta de ramas/ de peces
sentir el baile
y sumarse a la orquesta
y su alocada sinfonía

a los cansados músicos
que un día se levantaron desde el suelo
sabiendo desde siglos ya lejanos
que la tierra
siempre había estado maldita
que los ojos se abrieron/ y dejaron entrar trenes y huracanes
que el anciano que habitaba en el fondo de la memoria
de pronto se levantó
volvió a caminar
y el terror
se le descosió
por todas las cruces
de su triste y feroz calvario

que la resaca de cada despertar
es como un circo maricón de ojos con sangre
encriptado en la basílica del más allá

o quizás tiemblo
cuando se evaporan los violines
y todo se transforma en una danza desesperada
tambores violentos
explotando
entre pezón y pezón

ahí donde
se inventa la bruma

que las lágrimas
se las lleva el viento
sin saber que cada medianoche
entran bandadas de gaviotas
justo por el hueco
que hay en el norte de mi habitación

la insomne

ese abrir por no poder cerrar
el pálido cerrojo
con el que se alimenta la pesadilla

levantarse
beber agua
asomarme al balcón
y ver a los mismos borrachos de siempre en la vereda
suspendidos en la urgente promesa mineral
de que mañana nacerá la belleza
en cada milímetro de sus escandalosas arcadas

y los escupo

y los meo

y los maldigo

pero acabo siempre
bajando
a beber con ellos

y al volver a la cama
me quito la ropa
abro las sábanas
y me folla el espanto
al ver un precipicio
justo al medio del colchón
como dos montañas o bulimias
que se separan
y que cuando lo hacen
me empieza una hemorragia
en la nariz

me asomo
con el cuidado de no dejarme caer
y abajo estamos todos
TODOS
ABAJO-ESTAMOS-TODOS
cada uno más pobre que el otro
cada cual más millonario que el de atrás
hordas alucinadas de poetas hambrientos
aullando por volver a ver la luz
señoritas y señoritos muy delgados
tragándose los sexos entre los párpados
embarazándose ahí mismo/ a la rápida
para alcanzar a parir
antes que se ardan de aguaceros

arrodillándose ante sus propias
y malsanas reverencias

y cual mago de capa alcoholizada
escribir en un papel cuadriculado
"por favor soplar con fuerza"

y a la salida
alguien le comenta a otro/ mientras le enciende un cigarrillo
que ese truco de la espuma dibujando un nombre
es tan antiguo
como la primera novela de amor

(y el otro que se arroja al medio de la calle
y se pone a gritar como desquiciado
que la primera novela de amor
aun no ha sido escrita)

y de precipicios/ blues/ y camas abiertas
es lógico que empiecen a caer los rayos

rayos que incendian
el cabello

a mí se me quemó el pelo
a los 25 años
a sudar las manos
a los 26
y a los 27
me cansé del pánico
y me puse a hacer negocios

pero antes del primer café
me iba al baño de las bodegas
y escribía poemas
en la loza de los urinarios
también dibujaba penes con dos glandes
vaginas depiladas hasta el vacío
tetas gloriosas como el pontificado ácido de una mala maniobra
y un hombre y una mujer
abrazados en el asco
de una jodida puesta de sol

luego volvía a los negocios
me iba a una subasta de artículos de imprenta
y compraba máquinas
que después vendía

pero en medio de la subasta
me ausentaba y partía al baño
dejaba un poema
justo en la manija de la puerta/ pegado con saliva tibia
para que cuando alguien entrara a cagar
se oliera la palma de la mano
y por fin supiera
de qué está hecho el pesebre
donde crece toda esta sórdida humedad

después me alejé de las subastas
y me tendí en las barbas del abismo
a deshojarme la edad

creo que fue a los 95 años
cuando entré al monasterio de Santiago

era un día
en que caía una leve llovizna
y había olor a pan recién horneado
escapándose desde las cocinas

mientras golpeaba el enorme portón de roble oscuro
afuera dos chicos
se palpaban los cuerpos
les salían ángeles por la piel
ángeles con la humildad de una teoría dada de baja
ángeles que devoraban el acertijo
que se juntó impar sobre la arena
donde una noche
me convertí al ladrido
para ponerme a menstruar

con el mareo azul
de un atroz dolor de ovarios

con la tierna sustancia
que me iluminó de jueves

y de las paredes de mi coño
brotaron esculturas
con una firma cubierta de algas

la del niño asomado en huesos
bailando entre fantasmas

el que no eyaculó
por respeto a su propia turbación

el que se vistió de porcelana
y se tatuó un volcán
en cada puto y maldito tornillo
de su grave encía lastimada

 
 
ahora
asomándome nuevamente al balcón
y viendo a los mismos borrachos de siempre
saltando de placer
porque llegó la madrugada
tiendo a pensar
que una palabra se nace
para dejar ver dentro plantas y candados
y que mientras más se abre
más eterno
se hace un poema
 
como salir a caminar
abrazado a la maldición
que ronda al interior
de galpones abandonados
 
o clavarse al primer madero
de cualquier religión aplastada en su propio musgo
hurgar entre las rocas más altas de la plegaria
sólo para ver brotar entre lámparas y escapularios 
 la fragante resistencia que se libra adentro del mar
 
y
desnudarme
 
para sentir cómo un orgasmo/ y su sequía
me inunda en el desborde de las puertas
 a través de autopistas muertas de frío
arrojadas en lo más agudo de la voz
 
 más bien como suaves barcos de papel
atracando en puertos inmortales
 
o en la razonable turbulencia
que acoge
una delicada tempestad

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

























1 comentario:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...