lunes, 17 de febrero de 2014

LA MONSTRUACIÓN

Lunes, 17 De Febrero De 2014
Ya a una edad muy temprana, mis mayores me tildaron de negativo. "No", les respondía una y otra vez como única contestación posible a cuantos interrogantes me dirigieran, sin que ello menoscabara de ningún modo sus prejuicios hacia el no, y sin saber yo qué era el no, salvo un sonido que me gustaba pronunciar desde que lo hiciera por vez primera con apenas un año. El tiempo pasó en un "no" continuo hasta los trece años, edad en la que comprendí en su totalidad la palabra "no" y sus desproporcionadas consecuencias cuando era utilizado con derroche y desmesura. Por aquel entonces tenía como excusa, si es que acaso necesitaba una, el inestimable periodo de una adolescencia incipiente. Y el tiempo siguió su camino y asombré y decepcioné a iguales y mayores cuando cumplidos los treinta y uno, continué en mis trece vocalizando el "no" como bandera y tarjeta de presentación.


Algo ocurrió en el cabalístico trigésimo primero de mi existencia. Y no es que tenga que ver el hecho de que decidí nacer, sin yo saberlo, el día treinta y uno. Sino que aquel día en el que cumplía años, estaba en casa de mis padres con mis tres hermanas y sus mansos, quienes me preguntaban de modo grupal y fascinados, por el origen de este atípico afecto mío del "no". Es muy posible que fuera domingo o alguna fecha señalada, pues solo en esos días en concreto podemos estar toda la familia reunida. De pronto, alguien descorchó una botella a escasa distancia de donde yo me encontraba, con un sonido seco y rotundo, cuyo tapón fue a impactar de modo impetuoso y con generosa contundencia en mi entrecejo. Inmediatamente y durante breves segundos, estalló ante mí una vorágine mareante de colores, a través de la cual vislumbré a cuñados y hermanas carcajearse desvergonzadamente sin que mis padres pudieran hacer nada por evitarlo. Unas se doblaban que pareciera que se fueran a partir por la mitad, y otros dejaban caer el puño en la mesa como si fuera el mallete de un juez, con la cabeza hacia atrás al límite del descoyunte mandibular.


Cuando aquel descarnado y exorbitante episodio de paroxismo fue cediendo a un comportamiento propio de una familia estructurada conformada por humanos civilizados, y tras las preguntas de rigor preocupándose por mi bienestar y lucidez, no puede más que mirarlos de hito en hito con solemnidad y sentenciar: "Estoy curado". Y al unísono y mortalmente intrigados preguntaron: "¿De verdad?". Sostuve la tensión de sus semblantes expectantes, eternizando el suspense como un avezado tribuno, sintiendo los pálpitos de sus corazones a la decisión de mi antojo, cuando respondí con aquel implorado y tan largamente esperado vocablo, un conciso e ilusionante... "sí".


No es que a causa de la afortunada colisión sanadora del corcho me naciera un tercer ojo, pero nunca volví a contemplar el mundo del mismo modo.




Publicado Por Cabronidas 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...