domingo, 2 de febrero de 2014

LA MONSTRUACIÓN

Como Edward Norton en El club de la lucha, me encontraba a altas horas de la noche tumbado en el sofá con la mirada insomne frente al televisor. Estaba rodeado de latas de cerveza, había una pizza a medio comer en la mesa y al lado un cenicero reventado de colillas. La única parte de mi cuerpo que parecía estar viva era la mano con la que sostenía el mando a distancia y el dedo con el que cambiaba de canal una y otra vez con ademán autómata. De pronto, en un segundo, apareció ella acaparando toda la pantalla: una atractiva mujer pelirroja, que desde la ventanilla bajada de un automóvil y enfatizando con gesto resolutivo, decía: "Yo a mí... Yo no sé los demás qué dirán, pero a mí me gustan grandes".


Nunca sabremos cuánto cobró por decir aquello. Quizás lo hizo bajo la promesa de aparecer como extra en alguna pestilente película de Almodóvar. ¿Acaso fue un descarado ejercicio de sinceridad? ¿Puede que un claro y desafortunado menosprecio a los que están pobremente dotados? ¿O sencillamente una verdad ancestral e irrebatible? Pese a mi desvelo vegetativo, caigo en la cuenta de que no se refiere al coche en el que va montada, pues se trata de un anuncio sobre un aparato de apariencia extraña y de uso antinatural y diabólico llamado ridículamente Jes Extender. Para quien no lo sepa si es que hay alguien, el artilugio en cuestión ha sido concebido para aumentar la longitud y el grosor de la polla humana y en consecuencia, enfocado para un potencial comprador insatisfecho e iracundo con la madre naturaleza que cree que esta se ha portado mal.


Sin nada mejor que hacer, mientras me rascaba el testículo izquierdo, se abrieron en mi mente ciertas cavilaciones: las más consideradas dicen que lo mejor es un tamaño normal, intermedio. Las que se creen chulas dicen que lo que importa es el tamaño del cerebro; del de la polla ya se encargan ellas. Las que nunca se manifiestan ni de un lado ni de otro, dicen que lo importante es saber usarla indistintamente del tamaño. Y no es que yo ahonde en la incredulidad, pero me sigo creyendo más que a ninguna a la chica del pelo cobrizo.




Publicado Por Cabronidas 

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