Esputos
sanguinolentos
de
mi última resaca,
que
me conducen al relevo
para
mi propia alma.
Despierto
inconsciente,
perdido,
asustado, vencido.
La
cama es mi prisión,
allí
permanezco demente.
Atado
de manos y pies,
subyugado
por mi sien.
Enfermo
de la introspección,
al
pudor adicto.
Y
en un lúcido momento
despierto
del sueño,
saltando
de mi cuarto
hacía
el vacío, del que escapo.
Presento
batalla
contra
la soledad del cuerpo.
Sabiendo
que la nada
será
el final de este cuento.
Muy buen poema, Sergio, pero cuidado con las resacas y las inconsciencia por el alcohol, se puede uno morir aspirando su propio vómito. Besos.
ResponderEliminarGran poema, sisi.
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