domingo, 24 de noviembre de 2024

la vecina


en el pinche depa onde vivíamos, negra

vive ahora una familia de 4

padre, madre, chica de 17, niño de 11

el tipo es maestro de inglés en una secundaria

alto, medio fofo, 70 % de alopecia, tres dioptrías por ojo

de lunes a viernes lleva a la escuela en el coche a los hijos


se van temprano, gritan adiós mami, ella se asoma

a la ventana que da al parking, agita una mano, lanza algún beso, parece

que no podría ser más feliz

al quedarse sola va al cuartito de la lavadora y saca la botella de smirnoff

que tiene escondida detrás del cesto de la ropa sucia

y mete de paso una carga de ropa a lavar;

luego va y se sienta en el sofá de la salita y pone un usb

con baladas románticas de los 90 que 

la hacen acordarse de su juventud perdida


las amigas eternas, los amores indestructibles, los amaneceres de película

en el albor de una vida que prometía ser de fábula

fuma y bebe mientras se pregunta

a dónde mierda se fue todo aquello

qué le pasó a la magia, cuándo ocurrió el eclipse

cómo chingados acabó donde acabó y siendo lo que ahora es:

una patética cuarentona indistinguible de otras cientos como ella a su alrededor

ama de casa sin vocación, esposa al borde de la anorgasmia

madre porque no había de otra y ya qué le vamos a hacer


media botella más tarde sale al rellano de la escalera

y cruza hacia la puerta del 23 C

hunde el timbre con fuerza, en el interior resuena un zumbido terrorífico

que me hace abrir los ojos espantado 

"quién verga llamará a esta puta hora de la madrugada" me digo

antes de reconectarme a la realidad y pensar

"es ariadna, seguro agarró el pedo y viene a pedirme una taza de azúcar"

me levanto sin molestarme en cubrir mi sensual anatomía

-cincelada a base de 3 litros de cerveza diarios, cigarrillos y botana a discreción-

ni la descomunal erección mañanera que mantiene mi verga

firme como un imponente y protuberante acantilado

que acomete el embate del rugiente mar con su granítica inexpugnabilidad

-ahí les dejo esa imagen metafórica o anaeróbica o lo que chingados sea

para los que piensan que lo que escribo no es más que prosa recortada-

abro la puerta, digo hola, ari, qué tal

me hago a un lado para que pase 

cierro la puerta, ella se arrodilla delante de mi protuberante acantilado

y dedica los siguientes 5 minutos a atragantarse de chorizo crudo

antes de bajarse las bragas para dejarme insuflar

un buen cacho de poesía en su gris y prosaica existencia de mujer decepcionada


ya ves, negra, que siempre me distinguí por ser un buen vecino







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