en el pinche depa onde vivíamos, negra
vive ahora una familia de 4
padre, madre, chica de 17, niño de 11
el tipo es maestro de inglés en una secundaria
alto, medio fofo, 70 % de alopecia, tres dioptrías por ojo
de lunes a viernes lleva a la escuela en el coche a los hijos
se van temprano, gritan adiós mami, ella se asoma
a la ventana que da al parking, agita una mano, lanza algún beso, parece
que no podría ser más feliz
al quedarse sola va al cuartito de la lavadora y saca la botella de smirnoff
que tiene escondida detrás del cesto de la ropa sucia
y mete de paso una carga de ropa a lavar;
luego va y se sienta en el sofá de la salita y pone un usb
con baladas románticas de los 90 que
la hacen acordarse de su juventud perdida
las amigas eternas, los amores indestructibles, los amaneceres de película
en el albor de una vida que prometía ser de fábula
fuma y bebe mientras se pregunta
a dónde mierda se fue todo aquello
qué le pasó a la magia, cuándo ocurrió el eclipse
cómo chingados acabó donde acabó y siendo lo que ahora es:
una patética cuarentona indistinguible de otras cientos como ella a su alrededor
ama de casa sin vocación, esposa al borde de la anorgasmia
madre porque no había de otra y ya qué le vamos a hacer
media botella más tarde sale al rellano de la escalera
y cruza hacia la puerta del 23 C
hunde el timbre con fuerza, en el interior resuena un zumbido terrorífico
que me hace abrir los ojos espantado
"quién verga llamará a esta puta hora de la madrugada" me digo
antes de reconectarme a la realidad y pensar
"es ariadna, seguro agarró el pedo y viene por una taza de azúcar"
me levanto sin molestarme en cubrir mi sensual anatomía
-cincelada a base de 3 litros de cerveza diarios, cigarrillos y botana a discreción-
ni la descomunal erección mañanera que mantiene mi verga
firme como un imponente y protuberante acantilado
que acomete el embate del rugiente mar con su granítica inexpugnabilidad
-ahí les dejo esa imagen metafórica o anaeróbica o lo que chingados sea
para los que piensan que lo que escribo no es más que prosa recortada-
abro la puerta, digo hola, ari, qué tal
me hago a un lado para que pase
cierro la puerta, ella se arrodilla delante de mi protuberante acantilado
y dedica los siguientes 5 minutos a atragantarse de chorizo crudo
antes de bajarse las bragas para dejarme insuflar
un buen cacho de poesía en su gris y prosaica existencia de mujer decepcionada...
-no podrás negarme, negra, que siempre destaqué por buen vecino
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