miércoles 14 de marzo de 2012
Miting por la huelga general del 29
-¡Compañeros, compañeras! ¡Trabajadores, trabajadoras!
[Silencio]
¡Ha llegado la hora de levantarse y luchar contra la reforma laboral!
-¿Cuándo?- grita una mujer desde abajo.
-¡Ahora es el momento, hemos organizado y os hemos convocado para una gran huelga general!
-¡Incendiemos sus casas -replica un joven murciano- y violemos a sus mujeres!
-¡No! ¡No! Compañeros y compañeras, escuchad con atención: hemos
convocado una huelga de trabajadores para el día 29 de Marzo, un día de
lucha, un paro general, bajo el lema "Quieren acabar con todo: con los
derechos laborales y sociales"
-¿Un día?- insiste la mujer desde abajo.
-¡Sí! ¡Un gran día de dignidad obrera y trabajadora! ¡Un día para
demostrar que no nos doblegaremos a los intereses de los mercados y de
la Merkel!
-¡Arrasemos con todo!- dice el joven murciano mientras empuña el mástil de la bandera de plástico.
-Ese día tengo que ir al ambulatorio -dice la señora de abajo-, luego
tengo que hacer la colada y la comida para mi esposo, mis dos hijos, sus
mujeres y sus cinco hijos que se han venido a vivir con nosotros porque
no tienen casa.
-¡Cállense y escuchen! ¡Ese día nadie debe ir a trabajar!
-¡Juá! -carcajada de un guineano que pasaba por allí.
-¡Menos risas, es un asunto muy serio! ¡El futuro del estado de bienestar está en peligro, quieren privatizarlo todo!
-¿Qué dise de un estado del estar? ¡Juá! -pregunta sin demasiado interés el guineano.
-El estado de bienestar hijo, lo que hace que si te vas al paro tengas
un subsidio, que puedas ir al médico y puedas jubilarte con una
pensión... -le contesta la señora de abajo.
-¡Juá! Yo no tengo ná de eso, bastante tengo con buscarme la vida cada
noche -dice el guineano mientras coloca sus dos manos detrás de su
nuca-. Ese señor barbudo paece un loco.
-¡Calma, calma! ¡No nos desviemos, lo importante es que nadie vaya a trabajar el día 29 y la huelga sea un éxito!
-Lo será -contesta airada la mujer de abajo-. Mire, mi marido está
jubilado desde hace bastantes años, mis dos hijos están en paro, sus dos
mujeres también y sus críos aun van al colegio. La huelga será un éxito
seguro, al menos en mi familia.
-¡A los esquiroles mano dura! -aullaba el joven murciano golpeando la
bandera de plástico contra el suelo-. ¡Barricadas en el Corte Inglés!
-¡Eso, eso! ¡Barbacoa en el cortinglé! ¡Juá! Hace dos días que no como ná caliente.
-Uy, pues eso no es nada bueno -dice la mujer de abajo cogiendo al
guineano por el brazo-. Véngase a mi casa que otra cosa no, pero comida
nunca falta en la mesa.
-Muchas grasias, si tuviese que esperá al 29 a lo mejó ya estaba muerto de hambre ¡Juá!
-¡¿Queréis dejar de hablar entre vosotros?! ¡Compañeros, compañeras,
debemos frenar la reforma laboral para mantener los derechos hasta ahora
conquistados!
-No me hable, no me hable -se queja la señora de abajo mientras se
cerraba el chaleco-. A mi hijo Luis le despidieron hace tres años,
t-r-e-s años, y llevaba más de diez años trabajando en la misma empresa
con el mismo sueldo. Sí, sí, como lo oís, con el m-i-s-m-o sueldo desde
que entró.
-¡Juá! Yo nunca he tenío contrato ni he firmao ná, pero barré he barrío como un negro desde que vine acá.
-¡Tenemos que defender nuestros derechos, son muchos años de lucha y sacrificio para conseguirlos!
-¡Juá!
-Este señor me está poniendo nerviosa, como si lo que teníamos antes de
la dichosa reforma fuese la panacea, vamos hombre, eso díselo a mis
hijos y a sus mujeres. Ay, yo no sé que va a ser de estos chicos.
-¡Señora por favor, un poco de respeto! ¡Soy el máximo representante de los trabajadores!
-¡Juá! Me paese que ya no quedan de esos barbudo loco.
-A mi este hombre me da mala espina, parece un fanático religioso con
esa barba y esos gritos tan molestos. -la señora de abajo coge al
guineano-. Tú vente conmigo que vas a saber lo que es comer de cuchara.
-¡Clao qué sí! Adiós barbudo loco ¡Suerte con tu huerga! ¡Juá!
-¡Qué desastre! -se lamenta el sindicalista desde el atril-. A ver, tú
-dirigiéndose al joven murciano- ¿Crees que la huelga será un éxito?
-¿Un éxito?
-Sí, que si será un éxito, que si nadie irá a trabajar y tumbaremos la reforma laboral.
-¡Hombre, éxito será! Ya nadie tiene trabajo así que no te preocupes.
Además estamos todos muy cabreados y vamos a arrasar hasta conseguir
tumbar la reforma laboral.
-¡Pero hombre no, nada de violencia! ¡Los trabajadores conquistarán sus derechos pacíficamente!
-¿Eh? -dice el murciano contrariado.
-Debemos ser cívicos, debemos respetar la legalidad y demostrar nuestra
repulsa pacíficamente con piquetes informativos para que nadie vaya a
trabajar. Pero nada de violencia joven.
-¡Pero si nadie va a ir a trabajar¡, cago en Dios, ni el 29 ni el 28 ni
nunca, que no hay trabajo y ya se nos están hinchando las pelotas
-mientras hacía el gesto de recogerse las mismas. -¡Guerra social!.
-¡No, no, no, no, no! ¡Nada de guerra... nada de violencia! ¡La lucha es el día de la huelga general y punto!
-¡¿Y al día siguiente?!
-Todos a trabajar y esperar a que cambien la reforma laboral.
-¡Gilipolleces!
-¿Qué? ¡Gilipollas tú!
-¡Túputamadre sindicalista de mierda!
-¡Fascista! -responde el sindicalista lanzando un dedo acusador.
-¡Subnormal, cabrón, hijoputa! ¡Sois todos iguales!
-¡¿Quienes?!
-¡Todos! -el joven murciano miró a su alrededor y vió que estaban ellos
dos solos, el sindicalista en el atril y él, nadie más. Hacía un rato
que el guineano y la señora se habían marchado. -¡Los grandes
sindicalistas sois escoria, no queréis arreglar nada de verdad!
-¡Fascista... Stalinista!-le grita el sindicalista con las barbas al aire.
-¡Que os jodan!- El joven murciano cogió el palo de la bandera de
plástico y lo lanzó como una jabalina a la cabeza del sindicalista, que
logró esquivarlo de milagro.
-¡Cuidado! ¡¿Pero qué haces loco?! ¡Un respeto! ¡Soy el máximo
representante de los trabajadores, llevo más de treinta años como
sindicalista en jefe!
-¡Cabrón! ¡Eres el único que tiene trabajo y lo único que haces es hablar de tonterías! ¡Que te den, me voy!
El sindicalista se atusó la barba y empezó a recoger sus papeles y el
estrado del mismo modo que el cura dobla los trapos y limpia el cáliz de
la misa. El negocio no iba bien, la gente no pagaba las cuotas del
sindicato y ya ni siquiera asistían a los mítines. El mundo se iría al
garete sin nadie que guiase a los trabajadores. Las cosas no pintaban
nada bien para el día 29 pero, en fin, al menos él conservaría su
trabajo. Precisamente ese día tendría que echar horas extra.
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