CARTA DE LUCÍA RODRÍGUEZ CORRAL a RNE
Lucía Rodríguez Corral
es una traductora audiovisual con mucha experiencia y con un currículo
lleno de grandes títulos a sus espaldas. Fue mi profesora en un
estupendo curso sobre traducción para doblaje en Valencia, y hace un mes
escribió una carta al programa "No es un día cualquiera", de RNE, tras
escuchar una tertulia sobre traducción en la que los intervinientes
caían en errores bastante habituales en los profanos en la materia.
Soy consciente de que esta entrada quizá solo interese a los compañeros traductores audiovisuales que siguen esta página, pero creo que merece la pena que la leáis también los ajenos al gremio, pues explica bastante bien las glorias y miserias de quienes nos dedicamos a hacer entendibles las "pinículas" llegadas de ultramar, allende los Pirineos y más allá.
En fin, disculpad este momento de ombliguismo profesional. En la próxima entrada, vuelve la habitual dosis de cine raruno mas necesario en Memorias de un Subtitulari. Y muchas gracias a Lucía por permitirme compartir aquí su carta.
Soy traductora de guiones para doblaje (de películas como _Buscando a Nemo_y _Up_) y he escuchado con mucho interés la tertulia sobre traducción que acabáis de mantener. Me parece muy positivo que se dé visibilidad a nuestra profesión y a su importancia, porque, como bien habéis dicho, solemos ser invisibles. Sin embargo, observo que, siempre que se habla de traducción en foros públicos, hay dos tónicas que se mantienen: se invita solo a traductores literarios —cuando, en realidad, son una minoría en el gremio, puesto que el volumen de literatura que se traduce es ínfimo con respecto al resto de otros materiales traducidos (folletos turísticos, videojuegos, películas, etiquetas de champú, aplicaciones de iPhone, programas informáticos, prospectos de medicamentos, contratos... suma y sigue)—; y, siempre que se habla de mi sector en concreto, la traducción de películas, es para mencionar su mala calidad.
Soy consciente de que esta entrada quizá solo interese a los compañeros traductores audiovisuales que siguen esta página, pero creo que merece la pena que la leáis también los ajenos al gremio, pues explica bastante bien las glorias y miserias de quienes nos dedicamos a hacer entendibles las "pinículas" llegadas de ultramar, allende los Pirineos y más allá.
En fin, disculpad este momento de ombliguismo profesional. En la próxima entrada, vuelve la habitual dosis de cine raruno mas necesario en Memorias de un Subtitulari. Y muchas gracias a Lucía por permitirme compartir aquí su carta.
Soy traductora de guiones para doblaje (de películas como _Buscando a Nemo_y _Up_) y he escuchado con mucho interés la tertulia sobre traducción que acabáis de mantener. Me parece muy positivo que se dé visibilidad a nuestra profesión y a su importancia, porque, como bien habéis dicho, solemos ser invisibles. Sin embargo, observo que, siempre que se habla de traducción en foros públicos, hay dos tónicas que se mantienen: se invita solo a traductores literarios —cuando, en realidad, son una minoría en el gremio, puesto que el volumen de literatura que se traduce es ínfimo con respecto al resto de otros materiales traducidos (folletos turísticos, videojuegos, películas, etiquetas de champú, aplicaciones de iPhone, programas informáticos, prospectos de medicamentos, contratos... suma y sigue)—; y, siempre que se habla de mi sector en concreto, la traducción de películas, es para mencionar su mala calidad.
Con
respecto a lo primero, creo que sería deseable hablar en algún momento
de esos otros traductores que están presentes en absolutamente todos los
momentos de nuestras vidas y que sí son realmente invisibles. Con
respecto a lo segundo, me gustaría reivindicar un poco el papel de mi
gremio.
La traducción para doblaje y subtítulos está sometida a unas condiciones excepcionales que le aportan dificultad.
Está
sometida a muchas limitaciones impuestas por la imagen. No se puede
traducir con la misma libertad que sobre el papel, porque hay una imagen
que manda. No se puede poner nada que contradiga la imagen, lo cual
muchas veces dificulta encontrar soluciones. No se pueden poner notas al
pie, hay que dar una solución a absolutamente todos los escollos de la
traducción, que no son pocos, puesto que las películas suelen venir
plagadas de referencias culturales, juegos de palabras y chistes que
requieren adaptación, y no se pueden explicar. Y, todo esto, en frases
cuya longitud sea similar a la del original y suenen naturales.
En
el caso del doblaje, los guiones traducidos pasan después por las manos
de un adaptador o ajustador, que ajusta las frases al movimiento de los
labios de los personajes. También suele haber un supervisor de la
distribuidora que da el visto bueno (o no) a las traducciones. Eso
significa que la traducción original nunca es la que se ve en el cine.
La mayoría de las veces los cambios que se introducen son para bien,
pero a veces son para mal y, si el público se da cuenta, el error se
achaca automáticamente al traductor.
En
el caso de los subtítulos, normalmente el público no sabe que son como
un crucigrama. Se ha estudiado la velocidad de lectura de un
hispanohablante medio y, basándose en ello, se han calculado los
caracteres que se pueden leer por segundo cómodamente en un subtítulo
(en torno a 12 y 15 caracteres por segundo, espacios incluidos, con un
máximo de en torno a 72 caracteres en total, distribuidos en dos
líneas). Además, si hay dos personajes, hay que dedicar una línea de
subtítulo a cada uno de ellos (si hay un tercer personaje que habla,
directamente no puede subtitularse). Y, cada vez que hay un cambio de
plano, hay que cambiar de subtítulo porque, si no, el ojo tiende a
volver al principio de la frase y releer el mismo subtítulo. Es decir,
que si un plano dura dos segundos, tendremos 30 caracteres para ese
subtítulo, independientemente de lo que se diga en él y de los
personajes que intervengan. En suma, la labor de subtitulación tiene
mucho de resumen. Se pierde muchísima información (sobre todo en
películas donde los personajes hablan mucho y rápido, como las de Woody
Allen); no se puede pretender que sean una transcripción del guión,
porque serían imposibles de seguir.
En
cuanto a los errores: evidentemente, traducir «toast» por «tostada»
cuando se está brindando es una barbaridad. Sin embargo, a mí un fallo
tan garrafal me hace pensar que, posiblemente, el traductor no tuviera
la imagen delante cuando hizo los subtítulos. Cualquier traductor
medianamente profesional se da cuenta de que no tiene sentido decir
«tostada» al levantar las copas. Lamentablemente, las condiciones en las
que se trabaja en este sector han empeorado mucho en los últimos años:
se paga mal en general, los plazos son cada vez más cortos (ahora se
estrenan las películas a la vez en todo el mundo por miedo a que se
pirateen y eso hace que se trabaje siempre con prisas) y, muchas veces,
se pide a los traductores que traduzcan sin guión o sin imagen. Sin
guión es posible traducir, porque el texto puede sacarse de imagen (con
mucho esfuerzo, eso sí), pero sin imagen es imposible, porque el
contexto visual da la clave para no cometer errores como ese.
También está el
actual fenómeno de los «fansubs», que son subtítulos que hacen
aficionados por amor al arte. Estos subtítulos suelen estar muy mal
hechos —salvo en honrosas y preocupantes excepciones—, pero no hay que
olvidar que no están hechos por profesionales y que no se ha pagado por
ellos. Las películas que se bajan por internet suelen tener estos
subtítulos. Pero no pretenderemos exigir calidad, encima...
Nuestras
traducciones se ven siempre en pantalla grande y, si son para doblaje,
son pronunciadas por unos señores que vocalizan muy bien. Así, claro, no
hay error que pase inadvertido. Si se hiciera eso con otro tipo de
traducciones, como las de informática (con calcos tan tremendos como
«soporte al cliente» que a nadie parecen importarles y que ya están tan
extendidos que a los que opinamos que al cliente no se lo «soporta» sino
que se lo «ayuda» o «asiste» se nos considera gente rara), el público
se iría del cine a los cinco minutos. :)
Y por último: ¡los
títulos no los traducimos nosotros! :) Existe la creencia generalizada
de que los traductores de películas somos muy malos porque no sabemos
traducir los títulos. En realidad los títulos los traducen los señores
de los departamentos de marketing y, para cuando llega una película a
nuestras manos, el título está más que decidido. Ahí sí que ni pinchamos
ni cortamos.
En
fin, si bien es cierto que hay muchas traducciones malas de películas
(sobre todo en televisión, porque se pagan tarifas ridículas y eso ha
hecho que el gremio se desprofesionalice mucho), creo que también es
necesario reivindicar nuestra labor, que no es fácil de desempeñar y,
sin embargo, sí es muy fácil de criticar porque está muy expuesta al
gran público; cualquiera que sabe un poco de inglés se siente con
derecho a juzgarla. Sin defender las malas traducciones, que me molestan
más a mí que a nadie porque encima llevo la profesión puesta todo el
día, quiero defender a mi gremio y recordar que sí existen traducciones
buenas (la mayoría, diría yo) que, desde que se dejó atrás el cine mudo,
nos han permitido disfrutar del séptimo arte que viene de fuera de
nuestras fronteras.
Lucía Rodríguez Corral
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