domingo, 2 de diciembre de 2018

nórdica


oyendo en youtube canciones de black metal suicida depresivo
tocadas por bandas de psicópatas escandinavos adictos a cortarse la piel de los brazos
y beber líquido blanqueador de azulejos de baño en el desayuno
me imagino recorriendo las calles envueltas en bruma
de alguna fría y solitaria ciudad adyacente a los confines del círculo polar ártico
atrapado en medio de una ventosa y desapacible noche invernal

minutos después de haber ahorcado con mis propias manos
a la depresiva, anoréxica, muy rubia y patológicamente adicta al sexo
amante prostituta adolescente drogadicta
con la que vivía desde algunos meses antes

ahorcamiento que habría sido la culminación
de un desgarrador y tremendamente poético pacto suicida según el cual
luego de pasarnos cogiendo, bebiendo whisky y drogándonos un día entero
en el cuarto del hotel de putas donde ella practicaba su oficio
los dos nos meteríamos en la bañera para tomar un último baño caliente a la luz de las velas
en el transcurso del cual, una vez que la hubiese estrangulado hasta quitarle la vida
yo procedería enseguida a rajarme las venas con mi navaja del ejército suizo
para así poder ir detrás de ella y consumar juntos el viaje hacia la dimensión desconocida

recorro la ciudad oculta en la niebla
y el fantasma de mi amada muerta postrada en la bañera
me persigue sin tregua por el laberinto de las desoladas calles
como un chacal persiguiendo al despavorido roedor en que consistirá su próxima cena

"que se corte las venas tu puta madre"
le grito con voz ahogada al espectro que me pisa los talones
y acelero luego el paso de mi huida a través del compacto bloque de bruma
en dirección hacia lo que parece tratarse de uno de esos avisos luminosos de desviación
que el departamento encargado de reparación de obras del ayuntamiento
coloca en ciertos sitios para impedir el acceso a determinada zona

aprieto el paso y la neblina no me deja
poder hacerme una idea precisa de la distancia a la que me encuentro
de esa difusa fuente emisora de ambarinos destellos luminosos
que traspasan el manto de bruma a intervalos regulares

hasta que, de pronto, al disponerme a dar un nuevo paso hacia adelante
en lugar de volver a pisar sobre el firme empedrado de la vereda
mi zapato se hunde en el hueco de una boca de tormenta desprovista de rejilla

y con él nos hundimos yo y esta puta interminable angustia

que por fin se extingue



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