domingo, 16 de octubre de 2016

no lloro por la leche derramada, sino por la que no derramé


me tomé una foto de perfil el otro día
en el espejo de la pared a un lado de la cama
mientras estaba cogiéndome a briseida;
ahora puedo verme en la pantalla:
un tipo borracho y panzón arrodillado en la cama
le mete la verga a una rolliza cuarentona, también borracha
que está casi a punto de correrse;
más bien parecemos dos cerdos
un par de bultos desnudos con sobrepeso
a los que de pronto, en medio de una borrachera
les dio la calentura y se pusieron a coger;
ella, a gatas y poniéndome el culo
mira de reojo hacia el espejo
con una mirada velada, la boca entreabierta
y un hilillo de baba agarrado a su barbilla;
yo, acoplado a la grupa de la yegua como con tornillos
sostengo en alto el celular apuntando hacia el espejo
mientras las millones de terminaciones nerviosas convergentes en la punta de mi verga
son estimuladas por la fricción de las paredes vaginales que la constriñen
y me llevan cada vez más cerca
de la maravillosa tierra donde el sol explota en millones de estrellas:
de no haber sido por que al puto marido de briseida
se le ocurrió volver temprano del trabajo

quizá al final las hubiese contemplado



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