viernes, 18 de marzo de 2016

POBRECITO HABLADOR DEL SIGLO XXl

MIÉRCOLES, 16 DE MARZO DE 2016

Historia abreviada de la pobreza



El día que escuché  a aquel tipo en el restaurante  no sabía que lo que decía en realidad  era la versión payesa  de una cita cuyo autor  pasa por ser uno de los hombres ilustres del siglo XXI.  Él intentó expresarla  al mismo  tiempo que se  trajinaba  de carrillo a carrillo un pedazo de  pan con tomate y un buen bocado de butifarra acompañado de alubias secas.

Por eso,  cuando intentó manifestar su  reflexión surgieron de su boca, igual que  proyectiles, pequeños restos del bolo alimenticio. Al percatarse, se detuvo un instante, agarró el porrón  y obsequió a sus compañeros de mesa con una mueca que todos tradujeron como una disculpa. 

Mientras tanto, iba  recolocándose la comida en la boca y tragando las viandas como si fuesen nudos, encajándolas en sus órganos a medio masticar,  hasta que  finalmente  se sintió cómodo,  levantó  el porrón y, en una parábola perfecta,  el priorato oscuro se precipitó diluyendo por fin  la emulsión de viandas  que engullía ayudàndose, eso sí, de sonoros enjuagues posteriores.

Una vez libre de obstáculos, pudo hablar con cierta fluidez, alabando convenientemente  el vino a granel y  el sabor fuerte del allioli. En su breve perorata, no dejó de  calificar de mariconada la cocina de autor y tras eructar leve  y educadamente con el puño tapándose la boca, recuperó el hilo de su discurso: 

-Pues lo que  os decía, lo que le dije a  Ramón. Le dije, “mira Ramón, tú no tienes la culpa de ser pobre. Ni siquiera tu padre tiene la culpa de que tú seas pobre, pero tú serás el único culpable de morirte pobre”. 

Todos los comensales de la mesa celebraron  la máxima. Algunos asintiendo con sus cabezas al tiempo que  cortaban con sus cuchillos el filete sangrante. Otros musitando interjecciones aprobatorias  mientras se llevaban la servilleta a la boca, y el resto ponderaban la reflexión  con expresiones del tipo “¡Ahí le  has dao!”, “¡ Joder, estuviste sembrao”. “¡Vaya cara se le quedaría! O ”¡eso sí que es dar una buena estocada!”. “Pásame el porrón anda, que esto hay que mojarlo!” … 

Estoy convencido de que aquellos tipos que comían junto  a mí,  y que probablemente dirigían una empresa, ignoraban como yo que  las palabras que celebraban y que habían humillado a uno de sus trabajadores el día que presumiblemente  pidió un pequeño aumento de sueldo, las había proferido con anterioridad -en el marco de una de esas conferencias de formato desenfadado  a mil  quinientos dólares la entrada-uno de los héroes de nuestro tiempo, el emprendedor de emprendedores, la referencia global, el gran  filántropo, el espejo  en el que el mundo entero se quiere ver. Señoras y señoras, ladies and gentleman, madammes y monsieurs ,  con todos ustedes: ¡ Bill Gates!

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