sábado, 30 de enero de 2016

LA MALQUERIDA

Musa sin retoques

Ustedes que saben ¡Oh ilustres conocedores del verbo y la gracia! díganme qué se hace para no sentirse perro sin patas cuando alguien ofrece su ayuda desinteresada. Samaritanos envueltos en papel celofán. Sin dobleces. Por el placer de ayudar nomás. Menguadas mis fuerzas balbuceo un no quedito. Sin fuerzas digo. El tesoro que me veo obligada a aceptar -no se trata de ser maleducada- palpita entre mis manos, no vaya a ser un sueño. Un respiro mientras llega el siguiente golpe. El orgullo mide el triple de mi estatura. Ogrina de amor se muere. Nadie puede vivir en la premura del tiempo. Si lo merezco o no es la incógnita a resolver. No me sé pequeña ni débil por eso no quiero aceptar lo que me dan. Me muerdo uno y la mitad del otro. Sentada en mi nido observo y escribo. ¿Por qué me cuesta tanto trabajo aceptar la ayuda? Y mi psicóloga favorita tan lejos de mi. Rueda fortuna. Digan click o no. Hablen ahora, aún queda tiempo. Dirijan este barco a la deriva, pero... sigo siendo el capitán en este mar de brumas. ¡Hablen poetas! Ilústrenme nobles caballeros antes que me estrelle en el dique de la resignación.

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