domingo, 1 de noviembre de 2015

de los 20 que tenía, ya nomás me quedan 2


habiéndose dedicado a la bebida durante más de 30 años
merino pareció conforme cuando a los 48
el doctor le dijo que le daba dos meses para reventar:
no había nada que hacer, ningún paliativo
ningún tratamiento de vanguardia, sólo le quedaba morirse
merino se fue a su casa y se metió en la cama
y se puso a esperar el final pertrechado con tres garrafas de alcohol de caña
dio instrucciones a su mujer para que se callara
"siquiera una vez en tu puta vida" el hocico
y le pidió que le permitiera largarse de "este puto mundo"
sin entrometerse en su borrachera "que al cabo es la última que me pongo"
la mujer -cuarentona, amargada, asqueada de haber transcurrido
sus mejores años al lado de un alcohólico de mierda-
en el fondo se alegró del inminente fin de sus propias penalidades
y le aseguró a merino que en lo tocante a ella
"si te mueres mañana, hijo de puta, por mí mejor"
y que cuando terminara de chuparse aquellas tres garrafas podía contar
con que ella misma se encargaría de conseguirle otras tres

fui a ver a merino pocos días antes de que muriera
allí estaba, tumbado en el colchón con la mirada vidriosa fija en el techo
y sosteniendo con una mano el extremo de un pedazo de manguera conectada
a la boca de una de aquellas garrafas, situada a un lado de la cama
"pinche cabrón -me dijo merino-: chíngate un manguerazo"
cogí el extremo de la manguera que me ofrecía
y me lo metí en la boca y sorbí un buen trago: bluuuuuuurp
"nomás no te lo acabes todo, hijo de la chingada" dijo merino
le devolví la manguera y me senté en una silla
había una ventana que daba al patio trasero de la casa
y por ella pude ver a la mujer de merino colgando ropa a secar en una cuerda
merino se conectó a la manguera y engulló un chorro de alcohol
"llévate mi camisa hawaiana" -me dijo luego
y me volvió a pasar la manguera y yo me la encajé entre los dientes y
le di otro buen sorbo al contenido de aquella maldita garrafa
"esa puta camisa..." -le dije a merino
"sí -dijo él- ¿te acuerdas?"

al estar situado sobre la ladera de una pequeña colina
que se levanta a las afueras del pueblo
el panteón municipal ofrece una vista realmente espléndida:
en primer plano aparecen los tejados rojos de las casas,
paredes blancas, calles de tierra que serpentean
entre buganvilias, mangos y palmeras
y más al fondo una bahía azul rodeada por boscosas quebradas;

debe ser triste subir allá arriba un soleado mediodía de otoño

y no percatarse de nada





(a la memoria de mi compadre candelario, que reventó hace dos semanas)

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