domingo, 20 de septiembre de 2015

las bragas que olvidaste


unas bragas tuyas que quedaron
debajo de la cama, la noche que
te largaste para siempre no sin antes
echar un palo "como despedida",
las encontré un tiempo después y
las guardé en un cajón sin lavarlas
para que no perdieran el olor a tu coño
y los jugos que brotaban de ti cada vez
que te quitaba la ropa y te acariciaba
la entrepierna y luego te cogía;
las guardé en un cajón del que a veces
cuando me entraba la melancolía y la nostalgia
por aquellos años que pasé contigo,
las sacaba y les pasaba la mano por encima
y me las llevaba a la cara para oler
tu perfume más íntimo, las residuales moléculas
de un recuerdo para ahogar el cual
me pasé un puto año metido en la cantina;
solía ponerlas en la cama al lado de la almohada
dormir con ellas, y una que otra madrugada
masturbarme frotando la textura suave
de su tejido de algodón quizás hilado
en algún lugar de la india por algún oscuro
y hambriento refugiado afgano,
hasta que la acumulación de tantas madrugadas
y las sucesivas capas de semen que se fueron
depositando en una superficie tan endeble
me empujaron por fin a echarlas a la lavadora
con una medida de lavo-matic y un chorrito de cloro;
dos ciclos de lavado y una tarde al sol
secándose en el tendedero de la terraza de atrás
junto a mis calcetines y mis pantalones
habrán bastado para desprender de ellas
cualquier rastro orgánico de tus humores;
cuando estuvieron secas las volví a guardar
en el cajón y allí estuvieron todavía
hasta hace una semana que con ellas le pagué
junto con 50 pesos a la puta del depa de enfrente
por hacerme una mamada en la escalera



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