miércoles, 24 de junio de 2015

POBRECITO HABLADOR DEL SIGLO XXI

MARTES, 23 DE JUNIO DE 2015

El significado de educar



Hoy tengo un invitado de honor. Se llama Manuel Guzmán y es maestro. El azar -siempre el azar- ha dispuesto que el mismo día que había decidido destinarle  mi entrada semanal, el periodista Jordi Évole recordaba en su columna de “El Periódico” la frase que Duran i Lleida  soltó hace algún tiempo en Catalunya Ràdio con su habitual tono elegante y exquisito “Yo no puedo dedicarme a la enseñanza porque los profesores cobran muy poco. ¿De qué viviría? 

Manuel Guzmán es un ser excepcional, dotado de una extraña habilidad para hacer bien todo lo que se propone,  con una inagotable  capacidad de  trabajo, insaquible al desaliento y una pasión por la enseñanza y la educación que le ha llevado a formarse más allà de los requirimientos al uso, invirtiendo para ello el tiempo y el dinero que no tiene. Manuel Guzmán basa todo su ejercicio docente en la  innovación. Es un espíritu inquieto que siempre  rastrea nuevas vías, nuevos métodos, que abre nuevos caminos  para  hacer crecer a sus alumnos y proporcionales herramientas con las que ellos mismos  puedan crear el conocimiento y con las que asumir  los valores para construir  una sociedad mejor. 

Decía Julio Anguita que la escuela nunca ha cambiado el mundo y que el mundo tiene la escuela que él quiere. La frase tiene miga, primero porque quien la dice es maestro, pero sobre todo porque contradice el lugar común por el cual damos por hecho que la educación es transformadora de la sociedad por si misma. Sin embargo, sin maestros como Manuel Guzmán, o sin una apuesta social y política  clara por un sistema que forme profesionales de su talla, dificilmente se puede transformar sociedad alguna a través de la educación. A  tipus como Duran i Lleida, y a quienes representa,  la escuela  que tenemos ya les va bien. 

Porque el poder transformador de vocaciones tan potentes como la de Manuel Guzmán es muy limitado. Se reduce a su aula.  Él dice que el país está repleto de maestros que  no desfallecen jamás y que no se conforman con el eterno abc , los socorridos libros de texto o las pizarras seculares. Sin embargo, a pesar de todo, el cuerpo docente del país se forma en las facultades a las que se accede con las notas de corte más bajas de todo el mapa universitario... 

Y así podríamos estar elucubrando durante horas al respecto de un tema  estratégico para cualquier sociedad con ambiciones de modenidad, justícia y progreso, pero hacia el que la política y los ciudadanos no mostramos más atención que la que genera la molèstia de tener que ir a ver al colegio a ver al  maestro porque  le tiene manía a mi hijo. 

Ya me callo. De hecho quien tenía que hablar en esta entrada es Manuel Guzmán. A continuación, me permito copiar integramente la última entrada de su blog Ped@ç. Se titula “Epílogo de un sueño”. Yo me he emocionado leyéndola. También és emotivo el vídeo, y muy ilustrativa  la segunda diapositiva,  cuyo contenido  refleja por sí mismo el significado que tiene para este maestro el verbo educar.
 (La foto es de Manuel Guzmán, al fondo, junto a su alumnos de este curso)


Epílogo de un sueño
Cierro un ciclo profesional- y creo que vital, tengo indicios- y un buen puñado de cosas arderán en las hogueras solsticiales de estos días. Y lo primero que quiero poner a quemar son los rencores y las muchas llagas emocionales que produce la profesión docente. Reconozco que ambas cosas, tan lacerantes de la psique humana, constituyen uno de mis motores de empuje. Ese dolor del alma me aguijonea y espolea hacia la superación, hacia la creación. Es mi manera de discutir: canalizar mis energías a demostrar que algo es posible y que yo lo voy a mostrar aunque acabe enfermo. Es algo que padecemos en mi familia y en mí es un estigma.  

Lo que pase de ahora en adelante, en un nuevo centro educativo diametralmente opuesto y diferente a nivel pedagógico al que dejo (diferencias sobre papel y apariencia) no me da miedo. He cumplido mi sueño educativo.

He podido diseñar una propuesta pedagógica y aplicarla con muchísimo éxito en el aula, con resultados excepcionales tal como demuestran las evaluaciones de aula, las pruebas internas de centro y las inevitables pruebas diagnósticas del Departament.

He podido demostrar que los libros de texto son inútiles, que se aprende mucho más haciendo matemáticas y lenguas prácticas, llenas de retos atractivos y contenidos significativos elaborados por los propios alumnos.

He podido demostrar que un grupo de alumnos puede desarrollar una propia cultura democrática sin normas explícitas impuestas ni castigos. El diálogo es la vía.

He podido demostrar que una alumna diagnosticada con TDAH, dopada de metilfedinato, limitada con un P.I y con la autoestima por los suelos (su deseo de navidad fue "ser normal") podía dejar de tomar las pastillas (propuse a la familia que quería ver a la alumna "al natural", con las consecuentes críticas de otros docentes). Mediante los entornos digitales, pedagogías vivas,  aprendizajes significativos y grandes dosis de desenfado, informalidad y amor, esta persona ha podido experimentar una curva de aprendizaje literalmente increíble, ganando en confianza y autoestima, comprensión lectora, lectura y expresión oral y escrita, descubriendo su pasión informática hasta el punto de convertirse en mentora y asesora digital de sus compañeros (ha llegado a enseñarme trucos de edición digital y configuración en las plataformas digitales trabajadas, amén de saber gestionar la información y hacer uso  avanzado de los periféricos como el escáner). Es uno de mis triunfos, sin duda.

No he podido salvar a otros alumnos de los naufragios familiares porque entre mi mano y el asidero de problema había una distancia insalvable. Pero sí les he procurado una sonrisa matinal y un entorno acogedor y relajado que les ha proporcionado buenos momentos de humor y aprendizaje respetuoso, alejándolos durante un curso de las preocupaciones.

Y por último, he recibido las expresiones de cariño y gratitud más grandes que un docente puede experimentar por parte de alumnos, ex alumnos y familias. Han sido mi guardia pretoriana incondicional, y su fe y confianza en mi trabajo ha sido motivo de honra.

Y nada. Me calzo las deportivas para salir a correr y que se me disipen las ganas de llorar que me asaltan.

Hasta siempre amigos!!

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