miércoles, 20 de mayo de 2015

LA MALQUERIDA

Tal vez algún día te pida ayuda

La señora peluquera ha cortado mis enredos. Las ¨rastras¨ como ella dice terminaron en el suelo vil de los ¨¿ya qué?¨
-Necesito ayuda, haga con mi pelo lo que quiera- murmuro como condenada al cadalso.

-Se las ha hecho en una tarde de copas- comenta Laura para justificar un poco la locura inquieta de enredar el hermoso pelo en trencitas obscenas para mi edad. 

Mis ojos se mueven escudriñando la cara de beata de la peluquera y la muchacha a la que le han arreglado el pelo antes que llegásemos. Incomprendidas mentes obtusas soslayando una quimerica juventud huida de mi hace tiempo, riendo desatinadas ante el comentario de la niña. Si mis ojos fueran puñales ellas serían filetes de vecina.

No pido el corte de siempre, quiero que lo haga sin ton ni son pero no entiende. La señora peluquera corta su imaginación con tijeras de poco filo. ¿Es tan difícil comprender? 

Pregunta algo. Como siempre hago cuando me da flojera contestar cuestionamientos vanos, dejo que Laura responda por mi. Ojos en los de la nena. Di tú.
Córtelo así, así y asá. Busca mi mirada para la aprobación. Hago un mohín de disgusto. Ah mi pelo, si tuviera manos de peluquera el mundo sería mío con todo y los compinches que abonan su decadencia. Ya verían lo que es amar a dios en tierra de indios. El planeta sería un lugar hermoso. Cada quien haga lo que quiera y a mi déjenme en paz. Cuestión de desear lo que no se puede tener. ¿Amémonos los unos a las otras? Dejen busco a quién quiero amar además de los tres del otro día. Tengo un corazón hermoso y hospitalario.

La beata sigue.

Blandiendo amenazadora las tijeras corta una rasta dejándola caer. Lueguito coloca otra encima del tocador, está hecha un lío. Mira tú con razón ya no podía peinarme. Si no las cortaba tendría muy pronto colonias enteras de piojos gordos y rubicundos.

Oh pelo por mi tan querido a dónde fuiste a parar. La cabeza va recobrando la total normalidad de señora sin chiste sobre el cementerio de pelo gris.

-¿Cómo ves?- dice la señito.
La muy jija de suchi me habla de tú, vaya so igualada, ¿a poco fuimos juntas a la escuela?  Respeto pido a mis canas. 
Con risa de oreja a oreja afirma que me veo muy bien. ¿Me veo bien? ¿Entonces no ha servido de nada la diaria inmolación? A otro perro con ese hueso. Vuelvo a ser normal. Eso es feo, feito, feo. Yo normal, ¿quién querría serlo?

Terminan los encantos de un sueño realizado de la mano de Laura. Si señoras y señores, mis sueños son tan fáciles de cumplir.

Un día me entró la locura de hacerme rastas. Acostumbrada a la incuestionable personalidad de su madre, la niña me llevó de la mano al Chopo. Ahí las elaboraron entre olor a mariguana, gente vestida de negro con perforaciones incluso en el intelecto, música de mil acordes y mantas de conciertos de un mundo un tanto cuanto esquizofrénico. 
-Amiga ¿quieres un dulce? 
-¿Eh?
-Camina mamá.
-¿Un dulce?
-No preguntes y camina.

Todo terminó. Las rastas fueron a parar al bote de la basura de los sueños cumplidos. A lo que sigue que el mundo no se detiene porque una señora se tuvo que cortar el pelo en el lugar mismo donde hace poco una niña de exiguos rizos rojos acabó también con la larga melena de caracoles destemplados en el suelo.

Hasta nunca señora peluquera, suerte le de dios. Espero no volver a verla por lo menos con las manos metidas en mi pelo, de eso me vuelvo a hacer cargo yo.

Adiós rastas adiós. Ojos que te vieron ir jamás te verán volver.













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