lunes, 20 de abril de 2015

la mujer de la catedral de nuremberg


qué habrá sido de aquella tipa
flaca de veintitantos, pelo lacio color bermellón, quizás polaca
-de cracovia o danzig, a lo mejor lituana-
aquella fulana que un mediodía de finales de julio del 94
contemplando la ciudad desde el mirador del techo de la catedral de nuremberg
-ella y yo los dos únicos turistas allá en lo alto-
no solo no dijo nada cuando a mí me acometió la súbita inspiración
de alargar la mano y subirle la faldita roja que llevaba, sino que incluso
se apuró a colocar enseguida una pierna arriba del murete que corría
a lo largo de la barandilla y con ello me dejó libre el camino
para que así yo pudiera hacerle a un lado sin mayor obstáculo
el hilo de la tanga y proceder entonces a introducirle
un dedo entrepierna arriba -los tejados medievales
de nuremberg a nuestros pies, la sombra de la cúpula
de la catedral cayendo sobre nuestras cabezas-
no tuve que jugárselo más que un par de minutos dentro
para que lubricara y empezara a escurrirle entrepierna abajo
una sustancia que me recordó a lo que le sale del motor a ciertos carros
de modelo antiguo sometidos a un mantenimiento irregular;
después me bajé la cremallera y puse luego una mano
en el cuello de mi complaciente amiga empujándola levemente
hacia delante hasta hacer quedar apoyado su abdomen
sobre la parte superior del barandal, y arremetí por detrás
como si en lugar de ser dos turistas visitando una catedral hubiésemos sido
un perro montando alegremente a una perra en cualquier esquina del barrio

nunca he vuelto a coger arriba de una iglesia
(tampoco he vuelto a nuremberg)
ni con una polaca
-o lituana o cosaca o del lugar que fuese-

me pregunto qué habrá sido de aquella cabrona

¿se acordará de mí a veces?


ese hijo de puta con el tufazo alcohólico
que aquel ya distante verano me arrinconó en una esquina 
del estrecho mirador de la puta catedral de nuremberg;
todo sucedió tan rápido que ni tiempo me dio
de sacar el puto bote de spray antiviolaciones de mi bolso:
cuando menos acordé ya estaba yo más mojada 
que el puto leonardo di carpio en esa escena de titanic
cuando baja al camarote a rescatar a la chica y el mar ya invadió todo el jodido barco
la misma santa teresita del niño jesús se las hubiera visto pelonas
para lograr zafarse por voluntad propia de una situación semejante
además estábamos solos, nadie nos veía
y la vista de la ciudad era hermosa y encima soplaba
aquel refrescante airecillo veraniego que resultaba tan agradable
por otra parte, si la memoria no me falla
hacía ya casi dos meses que me había divorciado por fin de czeslaw
-aquellos putos pleitos en el juzgado por ver quién se quedaba con cada cosa-
había planeado tomarme unas mini vacaciones para alejarme de varsovia
y en realidad llevaba una falda demasiado corta para andar subiendo 
esas empinadas escalerillas que conducen al tejado de las iglesias;
el tipo me seguía los pasos casi ya desde el mismo atrio
y lo que sucedió en el mirador en el fondo me lo busqué yo misma

¿alguna vez se acordará aquel jodido degenerado,
de cómo se dejó culear como una vil perra bramuda
la chica pelirroja allá en lo alto de la catedral de nuremberg?




1 comentario:

  1. Villa, estás sembraó, eres más follador que bukowsky y un gran poeta jajjaja

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