miércoles, 7 de enero de 2015

EL JARDÍN SALVAJE

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FRIDAY, JANUARY 10, 2014

El Sueño de los Hombres Lobo

EL SUEÑO DE LOS HOMBRES LOBO

Durante los años 200x y 201x tuve una serie de sueños recurrentes. Como nunca podía estar seguro de si había soñado aquello antes, o si era solo la impresión que me daba al levantarme, comencé a dejarme notas a mi mismo cada vez que esto sucedía.

El sueño seguía siempre la misma estructura, pero fue variando ligeramente con el paso del tiempo.

Comenzaba con mi padre y yo en un coche; a veces conducía él y a veces yo; viajando de noche por una carretera oscura. Nunca hay nadie más en la carretera. Como es muy tarde, decidimos que debemos encontrar algún sitio para pasar la noche; y poco después encontramos un hotel junto a la carretera.

Normalmente todos los lugares que aparecen en nuestros sueños son doppelgangers de lugares que conocemos; sin embargo nunca he conseguido descubrir en qué se basó mi mente para crear ese lugar. Aun así, he de decir que lo he visitado en sueños tantas veces que podría describirlo a la perfección, incluso hacer un mapa. Era un edificio de tres plantas en medio de una arboleda, cuya recepción esta orientada hacia la carretera. Por supuesto está cerrado a esas horas; sin embargo, en la fachada derecha del hotel, hay una segunda puerta: La del bar. Oímos música, y mi padre y yo entramos.

Es un bar sórdido y mal iluminado; uno de esos lugares que en sus paredes tienen colgadas pruebas y recuerdos de tiempos mejores; pero ya muy lejanos. Una fiesta erasmus está teniendo lugar: montones de suecas salidas de una película de Fernando Esteso están bailando y poniéndose ciegas a cubatas. Al parecer, han venido en un viaje guiado o algo así, una trampa para guiris. Nos acercamos al camarero para pedir una copa; y de paso le comentamos que queremos pasar allí la noche.

El camarero nos sirve y nos dice que, si vamos a quedarnos, debemos saber una cosa: el hotel está maldito ya que hay, al menos, un hombre lobo; que ataca por las noches llevándose una o varias víctimas cada vez.

"No hay problema" decimos mi padre y yo. "Ha tenido usted suerte; nosotros somos cazadores de hombres lobo profesionales. Estamos acostumbrados a lidiar con estas cosas, y si ese bicho tiene la mala idea de mostrarse, cometerá el mayor error de su vida"

Y así es. No solo somos cazadores de hombres lobo, sino que además vamos vestidos a la manera antigua, como Van Helsing. Tenemos bajo nuestro manto un cargamento de armas preparadas; plata; ballestas; dagas. Mi padre decide irse a dormir (nuestra habitación está invariablemente en la primera planta) pero yo subo a dar una vuelta por el hotel y descubro que en el tercer piso hay una sauna, y está bastante concurrida. Sin embargo no hay ni un solo hombre en el lugar: son todo mujeres jóvenes. "hoy es mi día" pienso, cual Andrés Pajares. Voy a ver suecas en pelotas...

Ese es el lugar donde solía despertarme; extrañado. Con una sensación de que he olvidado algo, y con una convicción en mi corazón de que los lobos han atacado, y que alguien ha muerto por mi culpa.

Este sueño se repetía cada cierto tiempo; siempre con una fascinación fatal al ver el hotel en la carretera, sabiendo que íbamos a parar; intentando disimular el terror que inspira, que subyace en él como si una voz amordazada dentro intentase constantemente gritar ¡peligro!
No fue hasta que pasaron varios viajes más, hasta que me di cuenta de que no habían tantas chicas en el hotel. Llegábamos al bar y había una fiesta, sí, pero más que una fiesta erasmus, parecía más un simple karaoke. Luego, apenas quedaban dos o tres grupos de chicas cuando llegábamos al hotel. Llegó el momento en que en la parte en la que yo iba a la sauna, la encontraba cerrada; no había suficiente afluencia como para que les saliese rentable abrirla.

Tanta soledad reinaba en el sueño, que por alguna razón, en esa época dejé de ir al hotel con mi padre, y ahora en siempre paraba en el hotel yo solo.

Llegó un día, en el que llegué al hotel, y el bar estaba cerrado, así que tuve que entrar por la puerta principal. Allí, tras la recepción estaba el dueño, al que yo nunca había visto. Estaba llorando.
"¿Qué te pasa?" le pregunté. Él solo me señaló una habitación separada por una gruesa cortina roja. Avancé hacia ella, y la aparté cuidadosamente.

Apoyados en dos mesas; habían dos ataúdes monstruosos; de una altura y anchura grotescamente superiores a los de una persona, incluso una muy alta.

No tuve que abrirlos para saber quienes estaban allí: eran los dos hombres lobo que mi padre y yo nunca habíamos cazado. Habían muerto al fin, tras acabar con todos los habitantes del hotel. Esa fue la última vez que tuve el sueño; y pensé que era una manera un tanto rara de tener un sueño recurrente; como una historia soñada por capítulos. Lo conté a mis amigos; y en cierto modo seguía sintiendo una extraña fascinación por aquel lugar; al que seguía recordando como un lugar real; mucho mas real que algunos que había visto y tocado en mi vigilia.

Un tiempo más tarde, soñé que aceptaba un trabajo temporal, que consistía en ir a limpiar de trastos un viejo edificio que iba a ser demolido. Acompañado de una escuadra de desconocidos, y con un mono prestado, debíamos tirar todo lo que encontrásemos a la basura. Yo me ocupé de algo que debió haber sido el salón; y allí encontré sobre todo muchos ficheros, archivos, fotos y demás; que apilé para tirar junto a una estantería. Pero dentro de una caja hallé algo que pensé en quedarme para mí: Eran dos anchas copas, de medio litro o más, algo sucias pero en perfecto estado. Me gustaron y las escondí para llevármelas a casa cuando acabase.

Fue algo mas tarde cuando comprendí que el lugar donde estaba trabajando no era otro que el hotel al que había ido tantas y tantas veces. Supongo que me costó tanto reconocerlo porque era la primera vez que iba de día. Decidí que no iba a llevarme las copas al final. Dos copas, dos muertos; veneno. Una asociación rápida que nunca pude ni podré comprobar.

Lo que sí que es cierto es que a día de hoy sigo sin saber quiénes eran los hombres lobo o quién acabó con ellos cuando todo el hotel pereció. Pero la duda que mas me corroe pude haberla solucionado a tiempo, si me hubiese molestado en abrir los ataúdes. Hubiese podido descartar que al menos uno de los hombres lobo fuese mi propio padre, mi compañero en el viaje.

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