lunes, 15 de diciembre de 2014

LA MALQUERIDA


Solo quería que supieras que anduve por aquí

Es día de terapia, amanece helado el ambiente. Tengo sueño, quiero seguir durmiendo. Me arrellano en mi camita. Hoy no estoy para nadie. De verdad, hoy no quiero poner los pies en el suelo.

Tengo frío. Puedes abrazarme si quieres.
Mis ojos están cerrados. Hace cinco minutos el despertador sonó. No quiero saber nada. Sólo por hoy quiero seguir durmiendo. Los demonios que me habitan piden una tregua. 

Con un pitido estruendoso, la conciencia avisa en estos mis oídos eternos que no puedo quedarme en cama. Desfilan muy serias las razones del porqué no debo echarme a descansar como si no debiera nada. Desfile existencialista. Dime qué piensas de mi,

¿Le debo algo a alguien?
Que levante la mano aquel por mi ofendido, hoy pienso pagar los daños.

Y miro a Laura todos los días levantarse cuando la noche aún no ha terminado de envejecer. No se queja que en el día de terapia deba hacerlo igual. Eso es verdadero amor me dijo quien yo sé. Mi hija me ama a pesar de no haber sido una buena madre. ¿Existen las buenas madres o me exijo demasiado? Madre perfecta dime dónde estás. Dime si existes, apiádate de mi.
Miro a Barry que a pesar de deslindarse de mi decisión de ir con la señorita médica, se levanta temprano y me sigue apoyando aún con la creencia de que lo que estoy haciendo no sirva para nada porque tengo claro lo que debo hacer y no necesito que alguien me lo diga. Lo que no sabe es que necesito a alguien que me escuche, que me ayude a lidiar con esos seres abyectos que parecen dominar mi mente.

No temas yo cuido de ti, ya no te harás más daño. Ya estoy aquí.
Miro en la escena imaginaria a la terapeuta. Ella no dudó en casi regalarme su tiempo con tal de verme feliz entonces debo hacer mi parte. Si lo pensamos bien, no tiene porqué preocuparse por mi si al final de los tiempos soy una loca desconocida que un día entró a su mundo y quiso que se quedara en él por lo menos hasta que sane. La señorita médica lo dijo, usted merece ser feliz y yo la voy a ayudar.
¿Por qué lo hace? Lo sé, ella me lo dijo. ¿Cómo alguien como yo puede inspirar bellos sentimientos  a alguien desconocido? ¿Cómo es ser alguien como yo?

Hay preguntas que no debieran hacerse.

Veo a Natalia. La Bella se merece una abuela contenta y nada regañona. Si tiene la suerte de tenerla que sea para ser feliz con ella. Una abuelita cómplice como no tuve una. Una abuela que reciba los abrazos y besos de un ser puro e inocente que la ama con todo y su gesto adusto.

¿Eres feliz abuela? Contigo siempre mi amor.

Miro todo, veo las circunstancias en las que mi vida está envuelta. Merezco ser feliz a pesar de no permitirme yo misma serlo. Limito los momentos alegres como si se fueran a terminar. Sequía de instantes felices. 
Miro a la gente que sin conocerme me anima a seguir adelante. Siento que los defraudo a veces.

Siento... yo siento tantas cosas.
El alma viva latiendo dentro de mi, acallada por ese no ser.

Me veo al espejo con la cara dura, no me imagino de otra forma. El rostro sonriente se difumina entre los recovecos de algo que no logro definir. Miro el interior y no hay nada, ninguna respuesta que diga el porqué soy así.  Soy un saco de incógnitas. Los ojos tristes de mi madre están dentro de los míos. Gracia plena que nadie nota.

Quiero ser feliz, sonreír más pero el mundo a mi alrededor se sale de las manos. Vuelvo a la rigidez de sentimientos para tener de nuevo el control. Como cuando mis hijos eran pequeños y me reía, entonces empezaban a hacer travesuras que a mi arcaico entender si no los corregía a tiempo, de mayores habría repercusiones. Alzaba la voz sabiendo ellos que los momentos felices habían terminado. RIP a la alegría niños.

Lléname de besos y abrazos, quizás con eso pueda curar mi alma.
Vuelvo a la realidad, estoy acurrucada en la cama. Tengo... debo levantarme porque si los demás ponen mucho de su parte para verme feliz, no debo quedarme a la deriva. Los compadezco a veces, su vida debe ser dura junto a un ser un poquito voluble y desquiciado que se enoja por quítame estas pulgas.

Si no hubiera sido yo pediría serlo a ver qué se siente.
Me meto bajo la regadera dejando que el agua caiga sobre mi cabeza. Empiezo la rutina que comencé hace unos meses. Toca exorcismo. Hay que sacar los demonios que aún se aferran a mi cuerpo, a mi espíritu. A esa alma sensible con la que me tocó lidiar en esta vida y que no va acorde con mi cuerpo. Quedan pocos pero son los más aferrados. Un alma grande para un cuerpo chiquito.

Los demonios que me habitan han comenzado a despedirse. Diles adiós para siempre que en ocasiones el para siempre existe.

Vayamos pues al exorcismo. Ahuyentemos para siempre a esos seres necios que se aferran a mi mente somo si me pertenecieran. A fuerza de estar conmigo, se han acostumbrado a estar dentro de mi. A habitarme inhibiendo mi alma, haciéndome sentir culpable por sonreír. ¿Qué suceso hubo en mi vida que vino a trastocarla? ¿Qué pudo haber pasado para que yo decidiera no sonreír nunca más? Hay seres débiles que mueren por una sonrisa.

Te leo y entre tus letras puedo ver escondidas las palabras de aliento para este ser atormentado. Y ya, es eso, sólo quería que supieras que anduve por aquí y que si no hablo no es porque no quiera sino porque los exorcismos son muy duros y después de ellos quedo agotada. ¿Nunca te han exorcizado?

Es eso nomás y no me hagas llorar porque es domingo y los domingos con su cielo azul y su gente alegre no permite estar triste. 

Si algún día logro salir de este infierno habré triunfado sobre mi misma, no tendré miedo en sonreír ni me sentiré culpable por hacer de mi vida un cascabel.
Confío que ese día llegue porque si no nada de lo que hacen los demás por mi habrá valido la pena. El esfuerzo por ser mejor persona es digno reto que debe superarse cada día. Yo con mis escasas pretensiones alzo la voz pare decir que voy a lograrlo porque si no ya no habrá más qué hacer. No quiero ser condenada a vivir en un mundo serio.

Amanece, tomaré un café, la catarsis ha surtido efecto. Me siento ligera como hoja al viento algo así como si por fin fuera libre y volara sin la loza que cargo sobre mi espalda.

Chido ¿no?







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