JOSE VILLA

AURORA OTRA VEZ


pasa el tiempo y en su transcurso
los viejos amores se vacían de su carga emocional 
y al final terminan convertidos en simples pretextos 
para escribir insípidos poemas de amor en las lluviosas mañanas de verano;
así me pongo a escribirle este poema a aurora
sentado en la cocina mientras doy de sorbos al café y contemplo
las gotas de lluvia restallar en las baldosas del patio;
ya no siento nada por ella, y el amor que le tuve
cada día lo encuentro más inexplicable
su cara se me ha ido borrando del recuerdo al igual que su voz
y su risa y el olor de su pelo después de bañarse;
casi todo lo que recuerdo de ella ahora 
es que la pobre niña sufría de un grave caso de acné
y que cuando trataba de acariciar su cara me quitaba la mano 
porque el dermatólogo le había prohibido tocarse 
o que la tocaran otros sin antes desinfectarse las manos
además sentía comezón todo el tiempo
y tenía que ponerse crema antihistamínica cada media hora
para aliviar la tremenda desazón de no poder ceder
a la tentación de arrancarse la piel en tiras y arrojarla al fuego
muchas veces mientras estuve con ella
me sorprendí abandonándome a la fantasía
de que su ardor facial se le hubiese podido trasplantar al coño
¿cómo habría sido tener una novia ninfómana
que cada vez que nos viéramos me hiciera follarla hasta la extenuación
en lugar de estar con aquella muchachita medio amargada y melancólica
a la que irritaba la menor exposición al viento o al sol?
muchas veces le sugerí que abandonara
todos aquellos costosos tratamientos que seguía
-las cremas, las sesiones de peeling que le dejaban la piel enrojecida
las putas inyecciones de plasma que no le borraban los surcos
de las viejas cicatrices que marcaban sus mejillas-
nada de lo que hacía le daba el menor resultado
excepto causarle dolor y dejarla sin dinero
la alternativa que yo le proponía
consistía en que me chupara la verga
correrme en su cara y que ella entonces se embarrara el semen
por toda la zona donde el acné se extendía
-como una mascarilla rica en proteínas y colágeno-
ella sin embargo nunca accedió
su puta educación católica la tenía condenada
a mostrarse recelosa ante cualquier cuestión relativa al sexo
ahora que veo las cosas en retrospectiva
me doy cuenta de que su acné tenía raíces histéricas
muchas veces ella me confesó que nunca se calentaba del coño
pero lo más probable es que sus impulsos sexuales 
terminaran siendo desviados de su epicentro vaginal por la represión
y reconvertidos más tarde según el típico patrón neurótico
en la materia corrompida que hinchaba sus pústulas;
es difícil estar con una mujer que reniega del sexo
porque su pendeja y retrógrada madre le ha dicho desde niña
que coger es un asunto de putas y no de muchachas decentes;
-eso sí, la vieja cogía desde los 14 años
y había tenido amantes como para arrojarlos de confeti-
es difícil cuando el amor de tu vida identifica
tus ganas de cogértela con un simple acto carnal de desahogo
y cuando se la metes reacciona en consecuencia
sintiéndose sucia y llorando y cae luego en un bache depresivo
-como si coger con la mujer que amas no fuese quizás
la única cosa que justifica haber venido a esta mierda de planeta-
al final, desde luego, tuvimos que romper la relación;
yo tengo una especia de adicción al sexo que ronda lo patológico
y ella tiene una muralla de traumas alrededor del coño;
muy bien, le dije aquella última vez
quédate con tu puto coño para ti sola
deja que la piel de tu cara siga resintiendo los efectos de tu castidad
y ojalá mientras tanto aparezca por fin aquel nombre
que te quiera sólo por tu belleza interior y tu riqueza de espíritu
y no requiera recibir de ti más que un poco de cariño y comprensión
y se case contigo no para coger y practicar el kamasutra entre otras cosas
sino simplemente para contemplar tus lindos ojos y acariciar tu mano
y dar largos paseos por el parque admirando los colores de las flores
y escuchar el dulce canto de los putos pajaritos al atardecer

¿qué otra cosa habría podido hacer?