viernes, 4 de abril de 2014

NEORRABIOSO

jueves, 3 de abril de 2014

Entrevista que me hace El Cable Azul en la revista "Morder el polvo"


MORDER EL POLVO - EL CABLE AZUL - Poeta neorrabioso, lector voraz, crítico feroz, Batania se puso el nombre él solo a la muerte de quien le nació y se vino a un Madrid al que ya le gustaba a él antes de que él le cogiera el punto. Pronto llenó sus muros de versos, ora los de facebook, ora los de los distritos de la capital que le sirven de lienzo. Pocos sabrían decir, a ciencia cierta, dónde empieza la persona y termina el personaje, pero algunos empezamos a no poder dormir temiendo que las terribles mujeres que le brotan en los poemas existan, o no existan, o que nos puedan encontrar, o que no podamos encontrarlas en toda la terribilitá miguelangelesca y punk que exhiben en su último poemario autoeditado, El amor es un ave sin nido que pone huevos en el aire (2014).

¿Cómo empiezas a leer poesía? ¿Y a escribirla? Aunque también escribes una prosa de apabullante contundencia, te identificas más con la poesía. ¿A qué se debe?
Empecé muy tarde. De pequeño me dijeron que era muy bueno corriendo, sobre todo en medias o largas distancias; recuerdo que un profesor me dijo que mis características físicas eran similares a las de un etíope o un keniano. De tanto correr me olvidé de lo demás: a los 30 años mis conocimientos de poesía eran los mismos que de numismática. Mi llegada a ella coincide con la muerte de mi padre, cuando entré en trance de profundidad; ahí decido que correr con las piernas es poca cosa y me paso a correr con las teclas del portátil. En ese momento vengo a Madrid y empiezo a escribir y leer poesía. La razón de que comience a escribir poesía y que la prefiera a la prosa tiene que ver con ese vértigo e intensidad: la prosa es más lacuosa y meditativa, te permite hacer digresiones, pensar, descansar y hasta frenar, pero yo no quiero frenar: yo quiero sentir como un caballo y no dudar nunca, igual que aquel verso de Blake: “Si el sol y la luna dudasen, se extinguirían inmediatamente”. Por eso los poemas que escribo son casi siempre terminales: van aumentando el ritmo a medida que se acerca la meta. Nada de registrar, como hacen los poetas de la experiencia, ni de conocer, como hacen los poetas del conocimiento, pues no creo que hayamos venido a la vida para contar ni pensar nada. Para mí, escribir es otra forma de correr, mi forma de seguir aumentando el ritmo de la zancada hacia la muerte. 

Continúa AQUÍ

Dos pintadas en las persianas del bar Aleatorio


El bar Aleatorio está en el número 7 de la calle Ruiz. La primera pintada está hecha con un verso de Escandar Algeet (AQUÍ)



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