martes, 4 de marzo de 2014

RAFAEL REIG, ESCRITOR Y LIBRERO DE LA LIBRERÍA FUENFRÍA.

Carta con respuesta

Lo que asusta a los mayores

Comentario para la Carta con respuesta de Rafael Reig del 4 de marzo.
La última vez que estuve en mi universidad allí seguían los retratos de los rectores franquistas y a nadie se le ocurre quitarlos. Entre otras cosas, porque la Universidad Autónoma de Madrid es incomprensible sin el franquismo. Desde su emplazamiento hasta su arquitectura penitenciaria, todo en esos sombríos edificios evoca la necesidad que tenía el franquismo de reprimir de la lucha estudiantil, así que bien están allí los retratos de Sánchez Agesta, Julio Rodríguez y Gratiniano Nieto Gallo, para que nadie se olvide.
¿No es un poco ingenuo pensar que unos retratos son “símbolos de la dictadura”?  Más símbolo de la dictadura es el rey designado por Franco, ¿no? ¿Para qué enredar con unos inofensivos retratos cuando nadie dice ni pío de los símbolos de la dictadura que siguen tan campantes? Dejaremos al rey por hoy, pero le voy a poner, entre muchos, sólo tres ejemplos: el Concordato, el Convenio bilateral con Estados Unidos y La Ley de Secretos Oficiales.  
El Concordato entre España y la Santa Sede es de 1953, aunque fue retocado en 1976 y en 1979, cuando se firmaron cuatro acuerdos negociados en secreto y que garantizaron los privilegios fiscales y de todo tipo para la iglesia católica. El asunto tuvo que dejarse fuera de la Constitución, donde naturalmente no habría cabido semejante disparate. Y así seguimos, porque ni el PSOE ni el PP se han atrevido a tocar una tilde. Peor aún: el PSOE se inventó piruetas como la “enseñanza concertada” para pagar con dinero público los colegios de curas y monjas. Formidable. ¿No es este “símbolo” más abominable que unos cuadritos que en nada nos afectan?

Sepulcros blanqueados

Comentario para Reig
Comentario de Manu_K al reportaje "¿Nos duele menos si los muertos son inmigrantes?"
¿Así de fácil, eh? No, si ya le veo venir: usted es de los que todo lo arreglan “en dos patadas”. Se captura a unos culpables, se les da garrote en la plaza, y asunto concluido: los demás ya somos inocentes.
En mi ingenuidad creí que este interesante artículo invitaba a reflexionar sobre la complejidad de la cuestión y señalaba hasta qué punto nos implica a todos. Su lectura, que me parece propia de Poncio Pilatos, es la de lavarse las manos, simplificar  y señalar al culpable para darle su merecido. Se ahorca a unos guardias y a un par de políticos y todo arreglado. Bueno, a lo mejor arrastra usted también al paredón a algún banquero, de la que estamos. Una forma de razonar que ya conocíamos, por otra parte: el terrorismo se acaba en dos patadas fusilando a unos cuantos o montando el GAL, etc.
¿De verdad usted, o ese dolor suyo, tiene como “meta final” el castigo? Pues que Dios le ampare y le bendiga. A mí me parece que la “meta final” sólo puede ser, tras la reparación en lo posible del daño causado, impedir que pueda volver a repetirse. Entiendo que eso es mucho más laborioso y desagradable, porque también nos exige cambios a usted y a mí; no basta con colgar a los “culpables”, porque también es nuestra forma de vida la que hace posible que haya “culpables”.

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