viernes, 28 de marzo de 2014

LUIS SALARES. Enlaces Asimétricos.





miércoles, 26 de marzo de 2014


Sexo y humor (II)

Hay ocasiones en que la vida nos regala instantes con una magia tan inesperada que ya sea por la juventud de nuestras miradas, o por la brevedad con que todo se marcha, que luego su memoria queda retenida devolviendo imágenes, sensaciones, vivencias, despertando una nueva relectura, una nueva sensación de que lo transcurrido fue más agresivo (dicho sea de una forma positiva), más trascendental y consistente en el tiempo de lo que en primera instancia parecía.

A Valentina la conocí una noche de copas, de esas en que (como las mayoría de las noches), el coma etílico era el final más predecible de la misma. A unas horas en que la confusión de la mente es tal que penetra en un estado de desinhibición completa, formidable para comenzar una conversación sin subterfugios ni artificialidades. Aunque en realidad, no era la primera vez que le había echado el ojo; ella por lo que luego me contaría también estaba al tanto de mi presencia en los diversos antros, en los que la casualidad y algunos conocidos compartidos nos habían arrojados.

Esa familiaridad que las caras van proporcionando con la mera repetición de su visión (embaucados por un contexto musical y conocido), nos condujo a estar lo suficiente cerca y tener la necesaria cara dura para entablar conversación de cualquier manera. Su pelo aquella noche era más negro que nunca, era probable que se hubiera echado un tinte aquel sábado por la tarde, para estar más atractiva y ser más deseada en su itinerario nocturno. Su boca me hablaba como ralentizada por una brisa veraniega rozando una hoja colgante. Sus mallas aprisionaban sus deliciosas piernas, y resaltaban un culo perfectamente proporcionado, asquerosamente desquiciante si se observaba sin la posibilidad de agarrarlo con la  mano abierta y ávida de un puñado del culo de Valentina. Su toque de maquillaje desgastado por las horas de fiesta, enaltecían aún más su figura de mujer fatal y deseada en aquella noche. Y su olor era el de los naranjos en primavera.

Y sin embargo la primera vez que follamos no fue del todo bien, pero como antes de ello, habíamos tenido acercamientos altamente fogosos, sin haber llegado al acto sesuar propiamente dicho, nos dimos una nueva oportunidad, poniendo una cama de por medio, abandonando de momento el carácter espontáneo de aquí te pillo aquí te mato, que luego volvería con más fuerza.

Nunca había imaginado que un orgasmo podía tener un componente humorístico hasta que Valentina me enseño su secreto más oculto, de ese cuerpo irreverentemente seductor y sensato, de esa mente salvaje y libre que me liberó y enseñó a disfrutar del placer. Valentina se reía a carcajadas cuando alcanzaba su orgasmo, o sus orgasmos. Uno puede pensar que reía de tanta alegría porque le costaba lograrlo, pero este no era el caso pues Valentina se valía muy bien por sí misma, y era caliente y tierna a la vez, y conmigo sin ser ningún semental conseguía su clímax, su éxtasis fluyente en varias ocasiones. Valentina se reía, y no podía haber nada que criticar en ello, siempre y cuando no fuera de uno mismo, que uno tampoco tiene la autoestima por las nubes como para que venga una mujer y se mofe de uno...en la cama además..., con lo que nos duele a los machitos una afrenta tal.

Sin embargo Valentina no andaba en semejantes necedades, lo que la hacía reír era ese mismo placer, igual que se reía cuando le hacías cosquillas, tanto se reía que me contagió a mi ese estado y tras un tiempo de estar con ella, al final de la corrida, siempre acabábamos desternillados, desnudos, igual que si estuviéramos escuchando un monólogo de la Paramount Comedy. Y es que pensándolo bien el sexo tiene un componente surrealista y un tanto absurdo; dos cuerpos que se balancean, que jadean, que vibran envueltos en sudor y calor, las caras y el rítmico movimiento, la situación tiene su punto divertido

Luego ella se fue, a navegar por otros mares, y yo me quedé buscando su doble; ahora me conformaría incluso con su clonación para poder mezclar otra vez el humor y el sexo de aquellos irrepetibles días

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