jueves, 27 de febrero de 2014

SARCO LANGE


arañados, la porfía/ y su costumbre



 
El canibalismo
es una de las manifestaciones más evidentes de la ternura
 
 Dalí



si supiésemos
realmente dónde vamos
si saliéramos cada mañana a las avenidas
con la certeza del poder saberlo/ de entenderlo
ten por seguro que las baldosas
se tragarían todo el pánico
que dejamos multiplicarse
como terribles hiedras y mangostas
durante la cama

si alcanzáramos a ser como animales invisibles
derrumbados sobre sillones de felpa y de cabello
si por cada pestaña
que se nos cayera desde la terraza del hastío
pudiésemos hacer un discurso de palabras/ de templos
si entre estar bien y estar peor
nos mudásemos la urgencia de las ropas
como se traviste de piel la ansiedad
en aquellas interminables noches del espanto
cuando todo es tan extraño/ tan frío/ tan pálido/ tan que no se oye
entonces/ sólo entonces/ recién ahí
se encogerá de piernas y de vulva
cada jodida y amargada puesta de luna
y le dará el paso/ como un sagrado gol de media cancha
a un leve roce de brazos
repleto de fuerza
de enorme saliva/ el mar
exorcismo ateo del fiel orgasmo
que se nos sube al paladar
trepando a través de un grito
                                             
                                                                       desiertos templados que perdí

hombre mujer espacio absenta 
alza de manos/ hasta el cabello
el aroma/ el ojo
lo manco del destierro
tragarse de cuerpos
hasta disolverse en gasolina
comerse de bocas
masticarse el beso
manicomio

si supiésemos de verdad quién mierda somos
de dónde tanta pluma quebradiza
si lográsemos vernos
mientras arden las escuelas y los rezos
las heridas de la tierra/ del cuerpo
se reirían de lo fatídico del daño
con una mandíbula mecánica en su oro
batiéndose en retirada
en el asqueroso duelo
que nos arde la fatiga

o por último lograr saber
dónde se apagan los temblores
en qué sueño

o a confesión de partes, relevo de pruebas:
alguna noche
dejamos de soñar

para despertar
de vómitos
y sangre

si dejásemos el alcohol
y el cigarrillo
las pastillas y los besos en los inodoros
si abandonásemos los teléfonos móviles
en el cajón mortuorio que hay en el silencio
nos sabría la boca a demasiada libertad
que jamás la altura/ y su epiléptica afonía
sería capaz de resucitar el llanto
que nos regó de calles
en la navidad de los desposeídos
haciendo nacer escandalosa
una lefa desde siglos escondida
que se parió de tanto corazón

si la enfermedad

si pudiésemos contener la locura
a través del sudor maldito
que nos crece desde las encías
y si a la vez
cambiásemos los ordenadores
por floreros repletos de encajes y paraguas
ten por seguro
que la bofetada sería
una especie de óvulo sagrado
que inseminaría el final de la epidemia
                 
                  el cuerpo/ socavón de espinas
                  llegando a la meta
                  por cualquier camino
                  incluso embalsamado de su sal

si dejásemos pasar de largo los poemas
y meternos en cuclillas
a lo más profundo de este misterio
escucharíamos voces difuminadas en el cráneo
voces de la familia/ de los amigos/ de los marihuaneros del orbe
pregonando el adiós de la palabra
tallada de cruces
de exilios/ de secuestros
y de un par de almas
que por ahí se detienen
a comerse el orgullo
de espaldas contra el pared
siendo ternura/ abrigo/ y comprensión

como las manos

si nos cogiera un viento de arrogancias
de valentías absolutamente fuera de control
si nos quitásemos el velo cobarde del deseo
medio a medio de cualquier comisaría
e hiciéramos mierda a tiros
a todos quienes osaron alguna vez
levantarnos la voz
para explicarnos
que la libertad es otra especie de cadena perpetua
si destrozáramos sus rostros
abriésemos sus fauces
les arrancásemos las muelas a martillazos y patadas
finalmente/ graciosamente/ excitadamente
lameríamos sus lenguas/ la inspiración como derrota

o el apagar la luz a las 4 de la mañana
sólo para ver a los últimos borrachos de la calle
amamantando a sus alcohólicas criaturas
mientras al otro lado del mundo
la prótesis de un milagro
se deja ver en las vitrinas del Corte Inglés
y una chica se detiene frente al ventanal
abre su cartera
y con lápiz labial escribe en el vidrio
 
 
hombre
perdónate de bestias
en el sacrificio
de tu edad

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