lunes, 3 de febrero de 2014

RAFAEL REIG. ESCRITOR Y LIBRERO DE LA LIBRERÍA FUENFRÍA, Y SU ÚLTIMO LIBRO SE LLAMA LO QUE NO ESTÁ ESCRITO.

Carta con respuesta

Razones y puñetazos

El problema es la coherencia. La no violencia no vende periódicos. La violencia es un buen cebo, algo sobre lo que escribir de manera atrayente y amarilla. Escribir sobre la no violencia precisa un análisis sosegado, un lector complejo. Un contenedor en llamas es una zarza ardiendo para cierto periodismo. Fluxor
Si la violencia, como afirmaba Marx y confirma Orejudo, es la partera de la historia, ¿por qué tiene tan mala prensa en nuestros días? O dicho de otra forma: ¿a quién beneficia el descrédito de la violencia?
Pues está claro: a quienes disponen de otros medios para conseguir lo que quieren. Por ejemplo, a los bancos, que pueden apropiarse de miles de millones de los demás sin recurrir a la violencia, con un simple rescate. Los demás, en cambio, para conseguir esos miles de millones de algún banco, no tendríamos más remedio que atracarlo a punta de pistola. ¿Cómo es posible que un desahucio no se considere acto terrorista? Y la lucha del Gobierno central contra el andaluz, que sólo pretende hacer valer el derecho a la vivienda por encima del derecho a la propiedad, ¿por qué no se considera apología del terrorismo? Si España tiene el equivalente a casi un tercio de su economía comprometido en algún tipo de apoyo al sector financiero, ¿por qué no lo llamamos golpe de Estado? 
En la deslumbrante novela de Antonio Orejudo, Fabulosas narraciones por historias, hay un personaje, Martiniano, que defiende el uso de los puñetazos frente al uso de las razones. Según Martiniano, “a la gente la puedes convencer de que haga algo teniendo razón y sin tenerla. Si utilizas razones para convencer a un tío, eso no demuestra que estés en lo cierto, sino que tienes facilidad de palabra. También puedes convencerle con un par de hostias. Eso tampoco significa que tengas razón, pero no te la quita en absoluto”, y concluye: “Usar la fuerza es tan digno o tan indigno como usar las palabras”.
A quienes pasamos por la frustrante experiencia del referéndum sobre la OTAN no puede dejarnos indiferente el discurso de Martiniano. ¿No habríamos preferido que el PSOE hubiera obtenido aquel sí a puñetazo limpio, en lugar de mediante palabras y marketing? Ya los antiguos maestros sofistas demostraron que, si “tienes facilidad de palabra”, puedes persuadir a todos de lo que más te convenga: por eso Gorgias solicitaba la libre absolución en su inolvidable defensa de Helena de Troya porque “he demostrado que, si fue convencida con la palabra, no fue culpable, sino que tuvo mala suerte”. Al fin y al cabo, como nos aclaró Humpty Dumpty, la cuestión no es qué significan las palabras, sino quién manda.
Admito que en un combate entre dos individuos es difícil (salvo para Martiniano) no aceptar que pesen más las razones que los puñetazos. Sin embargo, desde el punto de vista de la lucha de clases, ¿a quién beneficia el rechazo de la violencia? Pues a quienes se encuentran en inferioridad numérica. A la clase explotadora, que son pocos (y cobardes), pero a quienes no les falta nunca la facilidad de palabra.

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