jueves, 13 de febrero de 2014

LA MONSTRUACIÓN.

La persona que sin temblarle la voz te dice que vivas cada minuto de tu vida como si fuera el último, como el mayor de los simples y los cretinos, no sabe lo que dice. Si vives con prisa e intensamente cada momento de tu vida por querer ganarle tiempo al tiempo, la espichas en pocos minutos. Vivir sin pausa es de deficientes mentales y no sirve para nada, salvo para que la velocidad se acreciente y acabar en colisión mucho antes de lo deseado. Durante muchos momentos de mi vida, que han sido minutos, horas, días, semanas, meses y años, yo también he sido un deficiente mental (quizás nunca deje de serlo), pero con la madurez y mi lento (o rápido, según se mire) camino a la senectud, voy encontrando un equilibrio. De un tiempo a esta parte, compagino mis cada vez más selectivos momentos de locura, intensidad y entusiasmo descontrolado, con ávidos momentos de curiosidad y tiempos buscados de paro, reflexión y letargo. A veces, paradójicamente, siento una desacostumbrada fusión de intranquilidad y hartazgo. Pero solo en esa delicada armonía de intenciones es como devoro y paladeo la vida: no siempre en una inútil y siempre perdida carrera contra la inflexibilidad del tiempo, ni tampoco vivir en una continua languidez propia de las tardes de verano, que trascurren lentas y pesadas como si nunca fueran a tener fin.




Publicado Por Cabronidas 

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