La persona que sin temblarle la voz te dice que vivas cada minuto de tu vida como si fuera el último, como el mayor de los simples y los cretinos, no sabe lo que dice. Si vives con prisa e intensamente cada momento de tu vida por querer ganarle tiempo al tiempo, la espichas en pocos minutos. Vivir sin pausa es de deficientes mentales y no sirve para nada, salvo para que la velocidad se acreciente y acabar en colisión mucho antes de lo deseado. Durante muchos momentos de mi vida, que han sido minutos, horas, días, semanas, meses y años, yo también he sido un deficiente mental (quizás nunca deje de serlo), pero con la madurez y mi lento (o rápido, según se mire) camino a la senectud, voy encontrando un equilibrio. De un tiempo a esta parte, compagino mis cada vez más selectivos momentos de locura, intensidad y entusiasmo descontrolado, con ávidos momentos de curiosidad y tiempos buscados de paro, reflexión y letargo. A veces, paradójicamente, siento una desacostumbrada fusión de intranquilidad y hartazgo. Pero solo en esa delicada armonía de intenciones es como devoro y paladeo la vida: no siempre en una inútil y siempre perdida carrera contra la inflexibilidad del tiempo, ni tampoco vivir en una continua languidez propia de las tardes de verano, que trascurren lentas y pesadas como si nunca fueran a tener fin.
Publicado Por Cabronidas
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