jueves, 23 de enero de 2014

NEORRABIOSO.

lunes, 13 de septiembre de 2010

ANECDOTARIO DE ESCRITORES (131): La tacañería de Unamuno


Me fastidiaban también íntimamente casi todos sus detalles. Tomaba, por ejemplo, una taza de café. Pues bien, apartaba un terrón de azúcar, revolvía el resto, lo bebía a pequeños sorbos haciendo ruido... Luego, cuando la taza estaba vacía, echaba el terrón reservado y un poco de agua, revolvía aquella porquería y la apuraba de un trago. También resultaba fastidioso su sentido reverencial del dinero o, por otra parte, roñosería. Hay mil anécdotas de este vicio, pero en Salamanca tuve ocasión de apuntar mil y una. Yo, que había ido allí en un auto alquilado sólo por la intención de no publicar mi libro sin su visto bueno; yo, que era un joven de veintitantos años y forastero, comí solo, porque él no me convidó a comer, y aun pagué siempre las pequeñas consumiciones que íbamos haciendo. Únicamente al final, casi al despedirnos, cuando llamé al camarero para pagar por última vez dos cafés, Unamuno pegó grandes voces:

-¡No, no, no! ¡De ninguna manera! Paguemos cada uno el nuestro.
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CÉSAR GONZÁLEZ RUANO, Mi medio siglo se confiesa a medias, recogido por LAURA FREIXAS en Retratos literarios, Espasa, Madrid, 1997, pág. 41
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