miércoles, 17 de julio de 2013

UNO NORTE. SARCO LANGE.

las horas mías

I

Le llevé un libro a Conchita, uno de Stephen King, porque sé que le gusta mucho ese autor (le llevé Niebla, libro infame que cuando lo leí me dejó una noche envuelto en una pesadilla blanca (¿?))....le llevé ese libro y saltó de alegría, me dio un beso y dijo ¡gracias!....y aquí viene lo inmenso -al menos para mí-, me dijo Sarco lo tendré para las horas mías...

 
II
 
 
Las horas mías...
 
 
III
 
 
Conchita se está pudriendo en el campo.
 
IV
 
 
Debería hacer una especie de Golpe de Estado en mi sarcástica familia y sacar a mi madre de ese lugar, donde puedes tener una vista muy linda por las tardes, vacas, caballos, nogales y todo eso, flores y abejas y mariposas y bla bla bla, pero no es el lugar más adecuado para una señora que tiene que caminar 1 kilómetro para comprar el pan, no es el lugar adecuado para una señora que siente miedo por las noches, que a las siete de la tarde se apaga el día y empiezan los disparos, los gritos en la calle, no es el lugar adecuado para una señora que no puede tener amistades con las cuales tomarse un té a las cinco, porque el vecino más cercano vive a 400 metros. No es lugar para mi madre, que me dice que en las madrugadas, esa hora de mierda en que suceden todas las desgracias, los perros ladran enloquecidos y ella aprieta los ojos esperando llegue pronto el amanecer.
 
 
V
 
 
Conchita se está pudriendo en el campo
pero me dijo para las horas mías...
 
 
VI
 
 
 
Le pregunté, a propósito del libro, ¿cuáles son las horas tuyas, mamá?...
Sarco -me dijo-, las horas mías, que así les llamo yo, son esas en que dejo a tu papá acostado en su cama (duermen separados hace toda una vida), hago que se tome sus remedios, veo que no le falte nada y le cierro la puerta, luego apago la chimenea, corto las luces y me meto en la cama, me pongo un chal en la espalda, un té en la mesita de noche, coloco la radio, unos tangos, ojalá Gardel, y empiezo a leer un buen libro....Esas son las horas mías
 
 
VII
 
 
Madre...
 
VIII
 
 
amor
y ¿cuáles son las horas nuestras?
 
¿dónde el reloj maldito
que nos oculta el tiempo
para poder por fin aprendernos a morir?
 
¿dónde las horas nuestras
que yo sólo veo tantas horas muertas?
 
bandadas de pájaros sin vuelo
cubiertos por la risa macabra
de un día falto de bosques
pero repleto de gritos y candados
 
no son sólo horas, mi amor
más bien
son calendarios

una vida
entera
 
son días feriados
como hordas de peregrinos enfermos
que reclaman un poco de sol
un segundo antes
de ver caer los aeroplanos
 
toma mi mano
y hazte un collar con su grito de arena
luego usa mis dedos
para apuntar el camino
que nos fue adverso
como todo
en una tarde demasiado extraña

y finalmente
cuando el poema se nos incendie entre los ojos
y los ancianos caigan al suelo
con sus bocas repletas de silencio
me pararé en medio de los pastizales
me pondré una horca en las palabras
silbaré tu nombre como un mantra desesperado
y respetaré cada una de tus feroces posibilidades
 
como si todo esto
no fuese más
que el andar torpe de un ciego
porfiándole la vida a los colores

 
 
(amor, el vacío
es la histeria
de las arañas)
 
 


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