martes, 23 de julio de 2013

SARCO LANGE

en primera persona



para los que usaron látigos
y no se desvanecieron




aún recuerdo los ataques de pánico
que me invalidaron la vida
durante tantos años

como 10

¿has tenido pánico
alguna vez, ponte tú
cuando ibas saliendo de casa
y una vez afuera
sabías que la muerte
llevaba tu capa entre los brazos
y tu familia, toda tu familia
no sabía absolutamente nada de esas crisis
y es más
a tu regreso podrían ellos
estar asesinados en la casa
desparramados los cuerpos arriba de la alfombra
y encima del mueble del living
encontrarías penosas billeteras vacías
y un revólver al que le faltarían tantas balas?

¿o tu vida es bella
y en tu mesa siempre rezaron
antes de ponerse a cenar?

-arriba, arriba, que hoy ha salido un sol maravilloso!
-papá, hace sueño, diez minutos más, plis
-arriba, arriba, que hoy Dios nos regaló una hermosa mañana
-papá, sólo 10 minutitos más, ya?...
-¡QUE TE LEVANTES HIJO DE PUTA!

de lo contrario
el día fétido, la razón difusa en tu cabeza
el llanto

la pesadilla
de saberte hombre
o mujer
o anfibio, quizás
un alga

un musgo

o apenas
un suave milagro

ponerte a beber
y pasarte de la dosis justa
como siempre, enfermo o tristemente lúcido
alcoholizado en el poema, humillado en él

francamente un mendigo innecesario

deja el pánico, me decían a los 17
déjalo en casa, ok., yo lo dejo
de la misma forma en que tú dejas
la hombría entre las piernas de tus putas

me lo traía en la espalda cada día
y cada día era como una maldición
eso de andar con libritos de Artaud en la mochila
o masturbarse en los ascensores
era sólo algo más de los síntomas de esa cruel enfermedad
luego el taxi a casa
la autocrítica
el temblor de las muñecas
(¿te han temblado las muñecas?
¿te has quedado mirando por la ventana
y has querido ser aquel joven
que vende helados en la vereda
porque él no sufre, él se está riendo?
¿has podido clavar tu mirada
en una mujer y hacer como que todo marcha bien
pero mierda, nada marcha bien
llegas a casa y te encierras en tu habitación
la familia está ahí, como siempre
resolviendo crucigramas
y preparando la cena la maldita cena
y luego, cuando llega la noche
te das cuenta que jamás podrás cantar como los árboles?)

deja el pánico, me decían a los 19, a los 20, a los 104
déjalo en casa, en la tumba
deja que tus padres puedan sepultarte con todas las de la ley
porque ese sueño maldito
que en tu funeral sólo irán perros y el sepulturero
es sólo un poema gótico más, en tu sepelio
irá mucha gente tras el féretro, siempre llegan
siempre va mucha gente a los entierros
muchos que nunca te vieron en vida
pero te conocían de alguna jodida parte
y van, y rezan, y a tus papás les dan el pésame
luego se van fumando
y se suben a sus automóviles

(tu primera noche en el cementerio
bajo tierra
es la más difícil de superar)

fui de una sola línea
jamás dejé mi pánico en casa
siempre lo traje conmigo
como los hombres de bien

y entonces
era la casa
la que se quedaba con pánico

también te enamoraste
y te fuiste a la mierda
se te confundió la vida
con el bostezo adormecido de la tarde
te pusiste a tocar el piano
y a mirarte el sexo
   (los hombres tienen el orgullo
   del tamaño de su polla
   yo pongo mi otra mejilla)

y al final
cuando ya nada vale la pena
te irás por las avenidas
solo
viejo
masacrado
un espejismo de lo que alguna vez quisiste ser
con un jardín de balazos entre las cejas
y una colina de fiebre
que quiso ser montaña
en el espacio preciso que hay entre el glande y la primavera
pero el frío de los bosques te atajó la melancolía
y te dijo ven y cúbreme de sombras
tráeme un código de sal que me permita hacerte renacer
para que te levantes 
para que ya no te sumerjas más
en el pantano traumal de tu torpe recesión

el día se va amigos míos
hay accidentes en las carreteras
las sirenas caen por los acantilados
también hay circos y hienas y portazos en la oscuridad
y poetas y poetisas
y batanias y lunas migueles
que se ahogan en un océano de tinta china
y payasos y sombreros
y hay tantas cosas hay padres y madres
y libélulas sonámbulas
y comida vinagre atascada en los fregaderos
también están los poemas
y las ganas de matarte a las 4 de la tarde
porque el invierno es como una condena de hielo
que te abraza y te sumerge en tu propio vandalismo

y luego
en el atardecer de la conciencia
habremos de saltar al vacío
leves, intranquilos, maravillosos
para poder por fin darnos cuenta
que el vértigo del salto nos hará eternos, libres
casi como morderte los labios en un beso
y que mientras abres la boca
me susurras:

amor, yo también quise volar

pero se me pudrieron las alas




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