sábado, 8 de junio de 2013

RAFAEL REIG. ESCRITOR. Y SU LIBRO....LO QUE NO ESTÁ ESCRITO...EN ITALIA EDITADO CON ESTA FANTÁSTICA PORTADA.

Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto





 Lo que no está escrito.
Y AHORA EL BLOG DE RAFAEL REIG

La (buena) conciencia de Muñoz Molina

Estaba en el bar de Antonio tomando un vino tinto cuando leí el titular de El País:
EL PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE LAS LETRAS PREMIA LA CONCIENCIA DE MUÑOZ MOLINA
Lo primero que pensé fue: ¡enhorabuena!
Luego me quedé un poco perplejo: ¿la conciencia?
¿Le habían dado un premio a la conciencia de Muñoz Molina?
No a sus novelas, sino, en concreto, a su conciencia.
¡Atiza!
Cuando le dan un premio a un escritor, mi consejo es leer sus novelas.
A mí las de Muñoz Molina me gustan. De alguna incluso he escrito, porque me ha interesado mucho.
Pero, si el premio se lo dan a la conciencia, ya es harina de otro costal.
No sabía que los “codiciados galardones” se dirigieran a partes del cuerpo o facultades del alma.
La conciencia de Muñoz Molina suena a novela negra, como La conciencia de Zeno, pero con un fondo más turbio, música de jazz y armas automáticas.
Con otro vino, me incliné a darle la razón al periódico: los premios o “codiciados galardones”, cuando son literarios, no se otorgan a lo que uno ha escrito, sino siempre a una parte de su cuerpo o de su espíritu, o a lo que no ha escrito.

Aquí estoy, en los barriles que Antonio ha puesto a la puerta para los humoristas (los que echamos humo), imaginando galardones y a qué habrían sido concedidos.
El Cervantes premia las malas tripas de Cela, una vez que el Nobel ya había premiado su mano izquierda.
El Planeta premia el riñón de Eduardo Mendoza. Ahora lo tiene bien cubierto.
El National Book Award reconoce los poderosos deltoides de John Irving.
La Fundación IDEAS recompensa el escote de Irene Zoe Alameda.
La próstata de Philip Roth galardonada con el Pulitzer.
El Nadal premia el diabético corazón de Rosa Regás. El jurado valora su exceso de azúcar en sangre.
La Academia premia las gónadas de Pérez Reverte. ¿Qué otra cosa podía premiar?
El premio Jaén reconoce la vesícula biliar de Patricio Pron.
El Cervantes premia el estómago y la capacidad de maniobra de Caballero-Bonald.
–Abre otra botella –le dije a Antonio, porque ya veía que se me iba a ir la mañana imaginando codiciados galardones a órganos y glándulas, y bebiendo a sorbitos, tan campante.
Luego me dirigí a mí mismo en tono conmnatorio: ponte serio, Rafita, ¡un premio a la conciencia! ¡Ahí queda eso!
¿El premio es a la mala conciencia o a la buena conciencia de Muñoz Molina? ¿O quizá a su conciencia de clase?
Descarté la última opción y decidí leer un artículo de José-Carlos Mainer para mejorar mi espíritu y entender el motivo del premio, tal y como lo explica una eminencia.
Cuenta el erudito que, en los ochenta, el camino estaba expedito “para la privatización de la literatura”, que al parecer fue la tarea a la que se entregó el galardonado.
Suena bien. Y muy actual: la sanidad, la educación, la RENFE, las empresas públicas… y la literatura.
Para privatizar la literatura, afirma Mainer, se requería un cierto pasado de militancia, lecturas y “la convicción de que contar las cosas y preparar nuestro futuro en libertad empezaba por uno mismo”.
Eso es la caridad bien entendida.
No me queda muy claro cómo, empezando por uno mismo, se prepara “nuestro futuro en libertad”, pero allá penas, doctores tiene la Iglesia.
Luego habla de la “conquista del pasado”, que según Mainer (“no hay conocimiento sin adquisición”) debe ser apropiación.
En resumen, según entiendo, dice Mainer que la conciencia de Muñoz Molina ha pasado a limpio el pasado histórico, no como conocimiento, sino en propiedad, para poder construir “nuestro futuro en libertad”, empezando, claro está, por él mismo.
Nuestro Código Civil da un título muy atractivo a su Libro III: De los diferentes modos de adquirir la propiedad.
(Por cierto, estoy pensando en titular así la novela que intento escribir, ¿cómo lo ves? A mí me parece evocador y contundente).
La disposición preliminar establece, art. 609, que “la propiedad se adquiere por la ocupación”.
O por la narración: contar algo es ocuparlo y adquirir la propiedad.
¡Entonces es un premio a la buena conciencia! Eso pensé: la elaboración del pasado que garantiza nuestra buena conciencia y la propiedad, esa es la tarea que recibe el premio. Porque, según afirma Mainer, Muñoz Molina “había descubierto que una novela es una virtualización del pasado”.
–Ponme un Cutty con hielo, Antonio, que esto es difícil de entender –pedí ayuda.
¿Virtualización? ¿Del pasado?
Lo virtual es lo “que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real
Ah, vale, como en los videojuegos: el pasado se elige, un pasado virtual, en oposición al pasado efectivo o real.
Y virtuoso, claro está. ¡Premio a la buena conciencia entonces!
¿Quién va a premiar una literatura que promueva la mala conciencia?
No, desde luego, esa Fundación privada que premia a tipos como Fernando Alonso.
Termina Mainer diciendo que esa Fundación ha premiado a un español, “por lo que cabe felicitarse”.
Felicitémonos, pues, ya que cabe.
Y añade que Muñoz Molina es “alguien cuya estirpe intelectual tiene mucho que ver con la de otros que lo han obtenido en fechas recientes: Philip Roth, Leonard Cohen, Margaret Atwood, Amos Oz, Claudio Magris o George Steiner verán en nuestro escritor a un meritísimo cofrade”.
¡Y Fernando Alonso! ¡Mainer, tronco, te has dejado al piloto, otro meritísimo cofrade! ¿Y Al Gore qué? ¿Es que Al Gore no es otro meritísimo cofrade?
Con el último whisky llegué a una conclusión general: si te dan un premio, ruega a Dios para que nunca te enteres de por qué te lo han dado.
Y sobre todo, que no te lo explique Mainer.

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