martes, 18 de junio de 2013

RAFAEL REIG. ESCRITOR.

Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

Las vanidades de la Feria

Qué bien terminó para mí la Feria del Libro.
Ahora te lo cuento, pero el prólogo fue el viernes, en  la presentación de Los Sangurimas, la gran novela de José de la Cuadra que acaba de editar Los libros de la ballena.
Un clásico desconocido… o más bien escamoteado. Casi una destrucción de pruebas, porque al leerlo te das cuenta de que no se puede explicar el boom latinoamericano recurriendo al providencial Deus ex machina de Faulkner Kafka, sino a la propia tradición latinoamericana.
Como la novela de José de la Cuadra.
Los libros de la ballena es la editorial del máster de la Universidad Autónoma y casi siempre aciertan al elegir lo que publican. La colaboración de la Embajada del Ecuador convirtió la presentación en una fiesta, incluso con música ecuatoriana y con una alegría que al menos a mí me hizo sentirme en familia.
Aquí estamos, de izquierda a derecha, Felipe Vega, Consejero de la Embajada; Irene Ferruzola, directora de la SENAMI, Aminta Buenaño, Embajadora de Ecuador en España; un servidor y Eduardo Becerra.
Felipe es verdad que es Consejero, pero también es nieto de José de la Cuadra, así que consiguió emocionarnos a todos con sus palabras.
Por mi parte, había hecho el prólogo, eso que todo el mundo se salta, pero que la editorial encomienda a alguien para asegurarse de que el libro tiene al menos un lector.
Aquí está la música:
De allí salimos felices hacia la fiesta de Planeta, donde nos apretujamos un poco y acabamos con las existencias del bar en un abrir y cerrar de ojos. A última hora, casi temprano ya, andábamos Violeta y yo tomando copitas por el antiguo barrio, calle de la Palma y calle Acuerdo, en las tabernas de cuando vivíamos por ahí.
El sábado me fui temprano al Retiro, a la caseta de La Casa del Libro, donde da gusto ir porque siempre está Cava, la encantadora librera (que no me has mandado ninguna foto, Cava, cariño). Allí me encontré con que mis compañeros de caseta eran nada menos que estas tres patas para un banco: Luis LanderoRafael Chirbes y Javier Reverte.
Casi intimida, la verdad, me sentía como un niño al que un día le dejan sentarse a la mesa a cenar con los mayores. El ambiente fue de general carcajada y disipación. A Landero le regalaron sus lectores una botella de bourbon, que nos dio un resultado excelente al mezclarla con las cervezas que nos iba trayendo Cava.
Siempre he tenido, entre otras, dos fantasías erótico-literarias persistentes, acaloradas y consoladoras.
Una, que voy en el metro y en el vagón veo a una chica guapa con un libro mío, absorta, como si estuviera por debajo del agua, muy lejos del vagón y del planeta, leyendo con una sonrisa irreprimible y las pupilas brillantes.
Nunca me ha sucedido. La otra en cambio se cumplió el sábado.
Apareció la chica guapa de mis fantasías, me dijo que iba a comprar uno de mis libros, aunque ya lo había leído, pero que quería que le firmara unos que traía en el bolso.
Los puso encima del mostrador y eran todos los que he escrito en mi vida, leídos y anotados.
–Tú no me conoces –me dice–, pero yo a ti sí.
–Si yo te conociera de algo, descuida, que me acordaría, y además se me notaría mucho, andaría presumiendo, me habría echado a perder.
–Hace muchos años viniste una vez a hablarnos en clase, a mi colegio, yo era pequeña. Desde entonces leo todo lo que encuentro tuyo.
Imagínate, me temblaban las piernas.
Decía Freud que sólo había conocido a un hombre feliz: Heinrich Schliemann, el que descubrió Troya.
La felicidad no es más que cumplir, en la edad adulta, un sueño de la infancia. Y ningún niño de verdad sueña con una cuenta en Suiza ni un coche oficial ni llevar gemelos de oro ni poseer una casa con treinta cuartos de baño.
Los niños se respetan y sus deseos son serios: un escondite perfecto, dormir en la rama de un árbol o encontrar un tesoro, como Schliemann.
De niño, mi sueño era conocer a una lectora como Verola García.  Así que, ¿cómo no se me iba a quedar esa feliz sonrisa de mentecato terminal?
No comprendo que haya escritores a los que les dé pereza ir a un colegio o a un instituto, francamente.
Un sueño cumplido.
Y otro más: vino Anusca a verme a la caseta con su madre.
Así que la Feria acababa de dar satisfacción a todas mis vanidades.
Cuando terminamos las firmas, nos abalanzamos sobre las reglamentarias cervezas.
Aquí está Anusca con Landero.
Cuando era pequeña Anusca, Luis estaba terminando una novela para la que aún no tenía título. Anusca se ofreció a encontrarle uno mejor que los que él proponía. Anotó varios títulos en una libreta, una vez que Luis le hubo contado de qué iba la novela. Le había prometido una muñeca Barbie a cambio del título, y todos sabemos cómo es Luis de ahorrativo, así que, al final, como yo estaba escribiendo Todo está perdonado, la tituló Absolución.
–Pues podías haberle puesto Adios, muñeca –le dije.
–Ése ya estaba cogido por Raymond Chandler.
Aquí estamos VioletaUse Lahoz, servidor, Ana Colón, la madre de Anusca; y Luis Landero.
Algo debí comer, pero que me aspen si lo recuerdo, imagino que sería de pie, tal vez acodado en una barra, casi seguro en la del Express, el bar de Ana Pedro, y luego reanudamos el consumo de líquidos con Rafael Escudero y su hija (que apareció, como suele hacer la mía, a pedir algo, pasta me imagino). Aquí está Blanca, que es amiga de Anusca desde la guardería:
Aquí estoy con Blanca en el legendario Maracaná, que ha sido inmortalizado en una novela de Luis Landero.
Al día siguiente celebramos en Cercedilla el Bloomsday.
Porque en Cerce, a Joyce le tenemos mucho respeto, igual que en otros pueblos se lo tienen a Faulkner.
Paro eso ya te lo cuento luego.

Comentarios (2)

javierdivisajunio 18th, 2013 at 12:11
Entrañable la nena con tu colección; como mola Luis Landero y otra cosa, Estelle encantadísima con tu dedicatoria de Lo Que no Está Escrito, una vez lo compré el otro día en el HK. Abz
Javierdivisa
rafaelreigjunio 18th, 2013 at 12:27
Divisa, gracias por hacer esos regalos, amigo. Y sí, Landero tiene esa cercanía que sólo tienen los grandes. Un abrazote. R

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