uno norte
- Dónde vas Sarco con esos ojos pintados, hijo de puta!
- Voy al cementerio mamá...
- Deja a los muertos tranquilos por Dios!
- Dile eso mismo a ellos...
En los años 90 hice del cementerio mi segundo hogar y mi primera y gran única patria. Antes de partir a pisar esos suelos sagrados me pintaba los ojos con el delineador negro de mi hermana, luego me echaba saliva en los dedos y me los restregaba, entonces quedaban como lágrimas funerarias y yo me sentía un poco más feliz.
Estaba gran parte del día, y las primeras sombras de la noche, paseando por las catacumbas del Cementerio Católico, sito en calle Valdivieso esquina Recoleta. Me llevaba en la mochila una botella de algo y un verde que era mi propia hechicería para hablar con los difuntos (recuerdo esa pared del lado norte en la que cierto día un camarada alucinado pintó un grafiti que versaba "los muertos no mueren, los mata el olvido". Si alguna vez tengo un hijo quiero llevarlo a ver esa declaración de principios frente al desastre póstumo de esta absurda desaparición).
Fueron días felices, en donde todos éramos una pieza fundamental en la maquinaria demente que luego nos arrebataría el porvenir. Pienso que desde ya, en ese tiempo, me estaba anticipando a nuestra futura muerte mi amor, asistía al monólogo vidente en el entierro vanidoso de dos almas a las que les faltó, quizás, algo de cuerpo y mucho de arrebato. Sólo que en ese minuto no lo sabía, no te sabía, pero en mi vida nunca ha existido el azar. Y como tal, nos condenamos sin habernos nunca tragado la mirada.
También recuerdo a esa mujer que limpiaba los maceteros de las tumbas, que barría los mausoleos, la que ayudaba a los deudos con los bidones de agua y de la que al final me hice su mejor amigo, la misma que una tarde me dijo ven por favor, ven Sarco, sígueme un minuto....y me llevó a una galería subterránea y se puso a gritar NIÑOOOS....NIIIIIÑOOOOOOOOOS....LOS VIENEN A VEEEERRRRRR!!!....Se llamaba Regina, la Loca del Católico.
Una vez te dije que mientras tú estabas recién aprendiendo a caminar, y aún te peinaba tu mamá, yo ya estaba escribiendo los borradores de los poemas que te iba a escribir más adelante, 20 años después. Pues bien, en mis correrías por el Católico también escribía poemas y eran los relativos a nuestro perecer, entre mares, vientos y amuletos. Primero escribí muchos en la sala bautismal que se generó en el sudor de habernos amado tanto. Luego el flash, el déja vù que nos azotó una tarde de marzo de un año del que prefiero no acordarme, y de nuevo para atrás, a nuestra cruel jubilación. Hoy me doy cuenta que esas visitas al camposanto de los años 90 eran el anticipo amargo de un velorio en que el amor se vistió de soledades y que, de pasada, también nos desvistió de primaveras.
Porque la muerte es un asunto que se sabe mucho antes de enamorarse, mucho antes de ver crecer el árbol y fecundarlo como nube primordial de un verso enloquecido. Yo lo supe caminando día tras día por sus galerías oscuras y repletas de telarañas, y drogándome y alcoholizándome en los jardines de ese divino antro de muerte, que de alguna manera nos vio nacer, y partir al mismo tiempo, de la mano de las almas que nunca pudieron creer en sus atroces profecías.
Fueron tardes gloriosas, repletas de humo, de visiones, de tu pelo que se confundía con el viento y flameaba cual bandera de lucha sobre el edificio más alto de nuestro querer. Fueron jornadas repletas de tu nombre, intoxicadas del aroma a vainilla que emanaba de tus poros y de tu lejanía, de tu delicada mano tan desconocida para mí, como mano, como extensión fundamental de tus once dedos, uno por cada milenio de los que te pensé mientras volaba debajo de todos los mares.
Fueron tardes gloriosas, te digo, y tan familiares a la hora de revivirlas que me arañan la pausa mientras escribo esto. Y ahora, mirando a través de la ventana hacia la calle, me pongo a recordarlas como la cuna maravillosa de lo que alguna vez triunfó bajo nuestros corazones y su fatal eternidad.
S.
- Voy al cementerio mamá...
- Deja a los muertos tranquilos por Dios!
- Dile eso mismo a ellos...
En los años 90 hice del cementerio mi segundo hogar y mi primera y gran única patria. Antes de partir a pisar esos suelos sagrados me pintaba los ojos con el delineador negro de mi hermana, luego me echaba saliva en los dedos y me los restregaba, entonces quedaban como lágrimas funerarias y yo me sentía un poco más feliz.
Estaba gran parte del día, y las primeras sombras de la noche, paseando por las catacumbas del Cementerio Católico, sito en calle Valdivieso esquina Recoleta. Me llevaba en la mochila una botella de algo y un verde que era mi propia hechicería para hablar con los difuntos (recuerdo esa pared del lado norte en la que cierto día un camarada alucinado pintó un grafiti que versaba "los muertos no mueren, los mata el olvido". Si alguna vez tengo un hijo quiero llevarlo a ver esa declaración de principios frente al desastre póstumo de esta absurda desaparición).
Fueron días felices, en donde todos éramos una pieza fundamental en la maquinaria demente que luego nos arrebataría el porvenir. Pienso que desde ya, en ese tiempo, me estaba anticipando a nuestra futura muerte mi amor, asistía al monólogo vidente en el entierro vanidoso de dos almas a las que les faltó, quizás, algo de cuerpo y mucho de arrebato. Sólo que en ese minuto no lo sabía, no te sabía, pero en mi vida nunca ha existido el azar. Y como tal, nos condenamos sin habernos nunca tragado la mirada.
También recuerdo a esa mujer que limpiaba los maceteros de las tumbas, que barría los mausoleos, la que ayudaba a los deudos con los bidones de agua y de la que al final me hice su mejor amigo, la misma que una tarde me dijo ven por favor, ven Sarco, sígueme un minuto....y me llevó a una galería subterránea y se puso a gritar NIÑOOOS....NIIIIIÑOOOOOOOOOS....LOS VIENEN A VEEEERRRRRR!!!....Se llamaba Regina, la Loca del Católico.
Una vez te dije que mientras tú estabas recién aprendiendo a caminar, y aún te peinaba tu mamá, yo ya estaba escribiendo los borradores de los poemas que te iba a escribir más adelante, 20 años después. Pues bien, en mis correrías por el Católico también escribía poemas y eran los relativos a nuestro perecer, entre mares, vientos y amuletos. Primero escribí muchos en la sala bautismal que se generó en el sudor de habernos amado tanto. Luego el flash, el déja vù que nos azotó una tarde de marzo de un año del que prefiero no acordarme, y de nuevo para atrás, a nuestra cruel jubilación. Hoy me doy cuenta que esas visitas al camposanto de los años 90 eran el anticipo amargo de un velorio en que el amor se vistió de soledades y que, de pasada, también nos desvistió de primaveras.
Porque la muerte es un asunto que se sabe mucho antes de enamorarse, mucho antes de ver crecer el árbol y fecundarlo como nube primordial de un verso enloquecido. Yo lo supe caminando día tras día por sus galerías oscuras y repletas de telarañas, y drogándome y alcoholizándome en los jardines de ese divino antro de muerte, que de alguna manera nos vio nacer, y partir al mismo tiempo, de la mano de las almas que nunca pudieron creer en sus atroces profecías.
Fueron tardes gloriosas, repletas de humo, de visiones, de tu pelo que se confundía con el viento y flameaba cual bandera de lucha sobre el edificio más alto de nuestro querer. Fueron jornadas repletas de tu nombre, intoxicadas del aroma a vainilla que emanaba de tus poros y de tu lejanía, de tu delicada mano tan desconocida para mí, como mano, como extensión fundamental de tus once dedos, uno por cada milenio de los que te pensé mientras volaba debajo de todos los mares.
Fueron tardes gloriosas, te digo, y tan familiares a la hora de revivirlas que me arañan la pausa mientras escribo esto. Y ahora, mirando a través de la ventana hacia la calle, me pongo a recordarlas como la cuna maravillosa de lo que alguna vez triunfó bajo nuestros corazones y su fatal eternidad.
S.
sarco lange
matricidio en el confesionario
Qué es eso alma mía, hablemos, aun no es de día...
Fragmento de Romeo y Julieta
meterme en la locura de tus ojos
en la demencia ácida de tu paladar
en el manicomio plural de tu coño hecho de luces
¿para qué?, preguntarás
para fumarme el insomnio tuyo
y comerte los insectos
que deambulan funerarios
en la plaga parricida que este inmenso temporal
asistir a tu matrimonio
sugestionado en el otoño dialéctico de los autobuses
sentarme con un ramo de orquídeas entre los ojos
y cuando el cura diga
"¿hay alguien que se oponga
a la santa unión
de este hombre y esta mujer?"
pararme enloquecido desde el fondo del templo
y gritarle YO ME OPONGO!
ME OPONGO PORQUE ESA MUJER
NO ES DE ESTE MUNDO
ELLA NO ES DE ESTE PLANETA
PADRE, ELLA NO ES DE ESTE UNIVERSO
ELLA ES UN ÁRBOL
UNA PLEGARIA ESCULPIDA EN EL CRISTAL
ELLA ES LA MAGIA DE UN SILENCIO HECHO DE GRITOS
ELLA ES LA CULPA PRIVADA DE UN DIOS QUE AUN NO SE HA CREADO
Y NO SE HA CREADO NO POR FALTA DE MILAGROS
NI POR FALTA DE CREYENTES
SINO POR FALTA DE FE
Y USTED, VIEJO DE MIERDA
NO TIENE AUTORIDAD SOBRE ELLA
ASÍ QUE QUITE SUS SUCIAS MANOS DE SU AURA
ESA UNIÓN QUE PRETENDE CONCRETAR
SÓLO SE DIGNIFICA A TRAVÉS DE OTRO DIOS
UNO QUE ES PARIDO ENTRE LAS PIERNAS VIRGENES
DE UNA PATRIA ALUCINANTE
QUE EN EL FONDO ES SU PROPIA POESÍA
ver que pese a todo
a mi seguridad en el discurso
al planteamiento lógico de mi fugaz aseveración
toda tu familia se abalanza sobre mí
traen miradas de linchamiento
y yo no me arranco, mi amor
no huyo
sino que me empiezo a vestir despacio
con las orquídeas salvajes
que reposan humildes sobre mis ojos
porque preferí asistir desnudo a la ceremonia
dejé el frac
en el cajón oxidado
de una lejanía que lucha por no morir en el desierto
se lanzan todos contra mí
y yo no entiendo nada
¿por qué, amor
este poema?
porque yo sólo entiendo
de pájaros y precipicios
de cavernas y textos que te escribo en el desborde
tengo una calavera en los bolsillos
y la esperma agria de un caballo
que relincha enfurecido
el solsticio amorfo de tu nombre entre la niebla
que el cura retoma su homilía
que todos han vuelto a tomar sus posiciones
que me dejaron amordazado dentro de un confesionario
y que ya que estaba ahí
aproveché de confesarme en tu recuerdo
que te pienso, Amor
que he pecado, Hembra
que preciso tu bendición, Sirena Bendita
que me daño, Poetisa
que me caigo y me levanto, Mujer
me voy
adentro han quedado todos muy felices
muy festivos
pero afuera está cayendo un aguacero atroz
me siento a fumar un cigarrillo en la vereda
hace frío
mierda que hace frío
y me duelen
los dientes
otra vez
me sangra la encía
(mi amor
deberías haber estudiado odontología)
desde el templo
suenan los aplausos
los parabienes
y los enhorabuenas
entonan cánticos
me paro de la vereda
estar desnudo bajo la lluvia
y con dolor a la dentadura
es como no saber rematar bien una poesía
regreso
pateando piedrecillas
que encuentro en el camino
entono True Love Waits
(¡Thom Yorke, vete a la mierda!)
y se lo canto
al coño de mi madre
a la puta barbarie
que esbozó lo amargo de este amor
en un cuaderno que se lo llevó el maldito viento
en un mar
que destrozó la ola
mas nunca los mensajes, las botellas
pero ya te lo dije
se lo llevó el viento
como a
todo
como a
todos
demonios,
mejor
entono una de Aerosmith...
Public hado por Sarco Lange
No hay comentarios:
Publicar un comentario