lunes, 13 de mayo de 2013

BLOG DE RAFAEL REIG. ESCRITOR.


Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literatura

Mal de amores

Estaba el sábado releyendo a Proust, que es lo que se suele hacer en la sierra mientras tomamos el aperitivo, y al reencontrarme con la desdichada Odette y el engañoso M. de Swann (no, no he trastocado los adjetivos, qué pasa) me dio por pensar que la representación literaria del amor siempre adopta la forma de historia clínica.
Así, llega un momento en que el narrador afirma:
Comme on dit en chirurgie, son amour n’était plus opérable.
Como dirían los médicos, su amor ya no era operable.
Con el segundo whisky me recité de pronto aquel verso de Apollinaire:
L’amour dont je souffre est une maladie honteuse.
El amor que padezco es una enfermedad vergonzosa.
O lo que aquí antes se llamaba “una enfermedad secreta” (que rima con espiroqueta), sin duda porque se contraen en secreto, a menudo en la penumbra, no pocas veces con los ojos cerrados.
En mi niñez solía mirar asustado esos balcones por Antón Martín, donde no era raro que hubiera en la ventana de ciertos consultorios médicos un letrero que decía:
SE GARANTIZAN CURAS
Nunca entendí bien por qué la sombría clientela de aquellos especialistas en “piel y venéreas” exigía que le garantizaran sacerdotes, como tardé años en entender aquel cartel que decía:
SE VENDE PISO. RAZÓN PORTERÍA
¿Tan insufrible era la portera que vendían el piso para perderla de vista?
Por Antón Martín, tras aquellos balcones con las cortinas siempre cerradas, sin duda se redactaban novelas de amor, es decir, historias clínicas, con sus cincos actos inevitables: entrevista, exploración, diagnóstico, pronóstico y tratamiento.
Desde la literatura griega ha recorrido toda la tradición occidental la idea de que el amor es una enfermedad, un proceso (nunca mejor dicho) morboso.
La epidemiología ha establecido que afecta mayoritariamente a las clases altas e ilustradas. ¿Quién se imagina enamorado a Sancho Panza o a los criados de Calisto?
También es tradición que la mujer sea la portadora sana que transmite la enfermedad a uno o más hombres, aunque los casos de mujeres infectadas alcanzan aún más virulencia (vide la historia clínica archivada con el título Fortunata y Jacinta).
Con el tercer whiskito, en la terraza del bar Sánchez, nos dio por hablar del neoplatonismo y de Marsilio Ficinio y su De amore.
Según esta ideología amorosa, en el estado de los conocimientos científicos en la época, el amor entraba por los ojos.
Las cejas son un arco, como el de Cupido, con el cual los ojos lanzan la flecha de la mirada.
Como te dé la flecha en el ojo estás perdido.
Así, el llamado flechazo es el comienzo de la infección.
Garcilaso lo contaba en su soneto VIII:
De aquella vista pura y excelente
salen espíritus vivos y encendidos,
y siendo por mis ojos recibidos,
me pasan hasta donde el mal se siente;
éntranse en el camino fácilmente,
con dó los míos, de tal calor movidos,
salen fuera de mí como perdidos,
llamados d’aquel bien que está presente.
Ausente, en la memoria la imagino;
mis espíritus, pensando que la vían,
se mueven y se encienden sin medida;
mas no hallando fácil el camino,
que los suyos entrando derretían,
revientan por salir do no hay salida.
Los “espíritus sanguíneos vaporosos” (así los llama Lope de Vega) son “cuerpos sutiles causados y producidos por la más delgada y tenue y apurada parte de la sangre del corazón”.
Vaporizados, se difunden con una sola mirada, y entrando por los ojos de la víctima infectan su torrente sanguíneo, donde reproducen la imagen de la belleza amada, hacen subir la fiebre y aumentan el insensato deseo de verla.
En la época de Garcilaso la ciencia respaldaba esta visión del amor comunicado a través de “rayos visuales” con venéreos vapores.
Quizá tenían razón, al fin y al cabo yo he visto cómo el pescado azul pasó de ser veneno a ser muy saludable: los científicos son así, veleidosos.
En otros tratados médicos en cambio el contagio se produce por el oído, como le sucedió a don Quijote, que le confesó a Sancho:
Ven acá, hereje: ¿no te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea, ni jamás atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oídas y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta?
La vista y el oído, por tanto, eran las principales vías de transmisión de la enfermedad.
A este respecto es inmejorable el artículo de Domingo Ynduráin, “Enamorarse de oídas”. A Ynduráin, en la Autónoma, a escondidas, le llamábamos El Vampiro, porque iba siempre muy severo, peinado al agua, como un conde Drácula; nunca nos perdíamos ninguno de sus artículos (aún recuerdo aquel sobre “beber cenizas”, deslumbrante, como el del amor de oído).
Pero estos vectores epidemiológicos sólo duraron mientras fue una enfermedad como la gota: para gente bien.
En los últimos tiempos, gracias al cine y a la tele, el virus se ha propagado al conjunto de la población: ¡nos hallamos ante una pandemia!
¿Se puede contagiar ya por los cinco sentidos?
Es posible, imagino que habrá quien se enamore por el olfato o por el gusto, aunque lo más frecuente sigue siendo la vista y sobre todo el tacto.
En las películas americanas es un beso prolongado el que da testimonio de la infección.
Si la película es española, en cambio, la chica tiene obligación de salir en pelotas, lo exija o no el guión, y el amor se contagia follando. Así somos.
A veces también se cura el amor por el mismo procedimiento, todo hay que decirlo.
El amor, por tanto, podría ser la más peligrosa de las enfermedades de transmisión sexual (ETS), como la legendaria espiroqueta pálida (o treponema pallidum), que recorrió toda la literatura del XIX.
Todo amor puede contarse, por tanto, como una historia clínica; igual que toda vida acaba convertida, con suerte, en un obituario (y sin ella, en un simple epitafio o un nombre seguido de dos fechas).
Como ahora tengo un hermano hipster, que va a todas partes llevando a su Mac del bracete (a las pruebas me remito: aquí está su blog sobre la cara B de la apoptosis, que también es a pop thesis), pudimos ver in situ, en el bar Sánchez de la plaza de Cercedilla, el mismo el emblema de Alciato del que Chavi Azpeitia habla tanto, en cuanto se toma la segunda, e incluso un manuscrito de Proust.

Ya te digo, sin comentarios.
Casi mejor vamos con Alciato, nos dijimos, cuando Antonio nos trajo un poquito de jamón:



Como se ve, la Muerte y el Amor sobrevuelan a un viejo con bastón. acompañado de una señorita en edad de merecer (algo mejor que ese escombro), y a un hombre abatido por una flecha que agoniza en el suelo.
La leyenda del emblema dice más o menos así:
Iba la Muerte del bracete con su amigo Cupido, cada uno con su carcaj con flechas, y se quedaron dormidos. Al despertar se confundieron de carcaj. La Muerte se llevo las flechas doradas del Amor; el Amor las flechas de hueso con las que dispara la Muerte. Por eso, un anciano que ahora mismo debería estar en el infierno, resulta que anda enamorado y adornándose con flores la cabeza. Y yo, como el amor me disparó con la flecha equivocada, aquí estoy muriéndome. Salva mi vida, niño, para quieto mientras la Muerte tenga tus armas. Haz que sea yo el enamorado y que el anciano se vaya al infierno.
Esta es otra imagen del mismo emblema 155.


Tiene razón Chavi, es fabulosa esta idea de que la Muerte y el Amor confundan sus aljabas y entonces Cupido se ponga a lanzar flechas en las residencias de la tercera edad, mientras que la Muerte se ensaña en los institutos de enseñanza media.
Raro que no hayan hecho ya una película.
Por otra parte, quizá ésta sea la única explicación racional para las novelas de Philip Roth y las películas de Woody Allen, llenas de ancianos que no sólo se enamoran, sino que además, Viagra mediante, son correspondidos por despampanantes treintañeras.


---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

AÑADO LA ESTADÍSTICA DEL NIDO EN ESTE MOMENTO PORQUE ME PARECE MUY CURIOSA

Páginas vistas por países

Gráfico de los países más populares entre los lectores del blog
EntradaPáginas vistas
India
18
España
16
Estados Unidos
15
Rusia
7
Alemania
4
Argentina
1
Brasil
1
Malasia
1
Ucrania
1

1 comentario:

  1. No cabe duda que el amor es una enfermedad de las más peligrosas que se cura con AMORRRR, ese es el fundamento de las vacunas y de la homeopatía, lo que te enferma te cura, tomándolo en dosis pequeñas o grandes jajaja. Abrazos.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...