lunes, 18 de febrero de 2013

RAFAEL REIG. ESCRITOR. BLOG AMIGO.


Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

Fiera y hombre

Como a Franco, en autobuses me trajeron al público. Y encima sin bocadillo, pobres criaturas.

Alumnos del Insti Donoso Cortés, de Don Benito, y del colegio Claret, que venían a Villanueva de la Serena, al Insti San José, donde me habían invitado a charlar con ellos. Público cautivo y casi desarmado, porque sólo les habían dado un cuadernillo con algunos textos míos, para que tuvieran munición con la que de mí reírse, mofarse y befarse, o puede que hasta motejarme.
Sí, Antonio Orejudo ya había estado antes allí.
Me habían invitado José Carlos García de Paredes y Simón Viola al Aula Literaria Guadiana. A mí me gusta mucho ir a Institutos, no porque “conecte con la juventud” ni ninguna pamplina parecida: es que me divierto, qué pasa.
Cuando yo era estudiante de bachillerato estas cosas no existían, teníamos que ir nosotros a Fundaciones y sitios así para ver a poetas, matemáticos o pintores “in the flesh“. Si en mis tiempos se hubiera podido abuchear en clase a Gironella, pongamos; aplaudir a Sven Hasselo hacerle preguntas incómodas a Luis Rosales, aún nos reiríamos a mandíbula batiente al recordarlo.
Fui en autocar, leyendo Baudolino, de Umberto Eco, y me recogió Simón Viola en la terminal para llevarme al hotel, el precioso hotel Quinto Cecilio, en Medellín, con vistas al castillo (durante algunas horas al día, si la niebla no lo impide). Luego se nos unió José Carlos para cenar juntos.
En la terraza del restaurante, fumando y trasegando whiskies, me fueron contando la historia de Medellín, desde la fundación romana hasta la derrota del general Cuesta contra las tropas napoleónicas, que hizo que aún figure el nombre de Medellín en el Arco de Triunfo de París. Lo que más me apasionó fue la guerra civil, claro está: la ciudad fue frente de combate durante mucho tiempo (un frente delimitado por el río Guadiana). Dicen que André Malraux, al frente de una escuadrilla de la República, bombardeó con su avión Medellín.
Al día siguiente fui por la mañana al Instituto a dar la charla.
Así empezamos, con Simón a mi izquierda (en la foto) y José Miguel Tello, profesor del Insti, que me presentó con mucha generosidad.
Y acabamos así, lo sé porque estoy ya a punto de encender un cigarrillo, cuando Simón se había transformado ya en Charo Acero.
Los estudiantes hicieron muchas preguntas. Tantas que había una chica que llevaba un buen rato levantando la mano y sólo al final pudo por fin hablar.
Como suele suceder, en el momento en que Charo le dio la palabra, la pregunta que tenía pensado hacer se le borró por completo, así que parpadeó un par de veces, sonrió y dijo lo primero que se le pasó por la cabeza:
-La pregunta que quiero hacer es ésta: ¿es usted feliz?
Así, a bocajarro.
Respondí de inmediato:
-¿Feliz yo? No, ni falta que me hace.
Luego le aclaré que eso mismo, según dicen, es lo que había respondido Einstein, y que me alegraba mucho de que me hubiera hecho esa pregunta, porque me sabía la repuesta.
La vida es mucho más grande. “The pursuit of hapinness“, un derecho que garantiza la Constitución de Estados Unidos, es una forma de miopía, de conformarse con una orilla de la experiencia, en lugar de meterse en el agua hasta donde cubre y sentir desde la espuma de la superficie al légamo del fondo. ¿Felicidad? No, gracias, yo me como todo lo que haya en el menú, sin dejarme nada en el plato.
Total, que nos quedamos la interrogativa chica y yo, ambos perplejos, casi ruborizados, porque ni ella había pensado en preguntar eso ni yo había pensado en dar una respuesta así.
Las multitudes traídas en autobús dieron los gritos de rigor, arriamos las banderas y dimos por concluido el sarao.
Luego nos fuimos Charo y yo a tomar cañas y después a comer con el Gabinete de Lectura.
Con ese nombre no parece tan amenazador, pero luego resultó que eran doce chicas, doce.
Figúrate, nos encerramos en una sala con una paella, yo sólo frente a doce chicas que este mes habían leído un libro mío. ¿A ti no te temblarían las piernas?
Pues se me pasó en seguida, porque eran todas encantadoras.
Tanto que hasta renuncié a la siesta, que es algo que sólo doce mujeres juntas pueden conseguir de mí.
Con ayuda de unos bebedizos y unos coqueteos, me mantuve despierto, pero soñador, hasta la hora de la charla en la Casa de Cultura.
Nadie me preguntó si era feliz, aunque lo soy mucho más a menudo de lo que me merezco.
Tras una panoplia o elenco de whiskies y tapas, me fui a dormir como un bendito, tras mirar un rato desde el hotel el hermoso castillo de Medellín.

En el siglo XV Medellín fue condado y el primer conde fue Rodrigo de Portocarrero. Le sucedió su viuda, Beatriz de Pacheco. En la guerra, doña Beatriz fue beltraneja perdida, así que tras la victoria de la católica Isabel, Medellín dejó de ser condado. Durante la contienda, el hijo de Beatriz fue partidario de negociar con los isabelinos. Su madre, doña Beatriz, que temía que le quisiera arrebatar el título, le mantuvo encerrado en este castillo.
Pues bien, cuenta la leyenda (y yo lo creo, pero quién sabe) que Calderón de la Barca se inspiró en ese encierro para crear a Segismundo, el protagonista de La vida es sueño. Aquel que decía de sí mismo:
Entre asombros y quimeras,
soy un hombre de las fieras
y una fiera de los hombres.
O como reescribiría siglos después el extremeño Rafael Sánchez Ferlosio, sintiéndose no sé si un nuevo Segismundo o un viejo Prometeo:
Hace dos veranos, paseando por unos jarales, al pie de La Maliciosa, creí descubrir de pronto, melancólicamente, que yo era, tal como apunté en una libretita, “un animal sin instinto y un hombre sin experiencia”.
Más información sobre las visitas al Aula Guadiana en el blog de mi amigo Simón Viola, de quien he tomado las fotos que hizo Elena Vázquez.

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