jueves, 13 de diciembre de 2012

Rafael Reig, escritor, y el enlace de Diario Kafka.


De vuelta (y media)

Ya sé que tú no. Pero yo sí te echaba de menos.
Con la salida de Diario Kafka, que ya está en todas las pantallas, he andado como puta por rastrojo.
Luego hemos tenido algunos problemas familiares que ya se van resolviendo.
Así que he vuelto.
Hoy sólo unos pies de foto con algunas cosas que he andado haciendo.
Presenté, acompañado de Lorenzo Silva, la gran novela de Begoña Huerta: Una noche en Amalfi.
¿Te acuerdas de Testigo de cargo? ¿Te acuerdas que al final una voz en off advertía que no le contaras el desenlace a tus conocidos, para no arruinarles la película?
Pues lo mismo estamparía yo en la última página de la novela de Begoña:
The management of this theatre suggests that for the greater entertainment of your friends who have not yet seen the picture, you will not divulge, to anyone, the secret of the ending of Witness for the Prosecution.
Aquí estamos presentando en sociedad la novela:

Además de jugar de vez en cuando con los amigos, como aquí con Eduardo Gómez de Enterría, poco he hecho:
Lo más divertido: un día (con su noche) fantástico que pasé en la librería de Javier,el amigoJavier Rodríguez Álvarez,  en Alcalá de Henares.
Fui a charlar con los lectores de su librería, que son bastante numerosos, tengo pruebas:
Tuvimos una charla divertida y subida de tono y al final firmé ejemplares a algunos lectores:
Si sientes curiosidad por verme firmar en todas las posturas concebibles, mira el reportaje fotográfico en la web de la librería. Allí podrás ver quienes son los próximos autores que pasarán por Alcalá (Almudena Grandes y Eduardo Medicutti, entre otros).
Luego nos retratamos con Javier y los habituales de su tertulia en el pozo de la casa de Cervantes:
El que está a la derecha de la foto es Javier, el librero.
A mi lado, con bufanda enrollada al cuello, está Violeta, y a su lado mi gran amigo Pablo Nogales, el poeta por antonomasia, el autor de El arte de la espera, , título amenazador, porque de momento no ha vuelto a publicar más versos.
Pero cómo echamos de menos sus poemas.
Pablo y yo nos conocemos desde hace más de treinta años, hemos andado juntos por todos lados, sobrios y borrachos, con las familias y sin ellas.
Después de las copas, Violeta y yo nos fuimos a dormir a casa de Cristina Gómez-Imaz y Pablo, aunque no conseguimos conciliar el sueño hasta las cinco o seis de la mañana (con algún que otro tiento a la botella de Chivas que me regaló Javier el librero).
A las nueve estábamos desayunando con Álvaro, el hijo de Cristina y Pablo, que aún recordaba aquella vez que en Piles, cuando él era muy pequeño, hubo una marea de “pelo de Barbie” (así bautizó mi hija a aquellas algas rosadas).
Qué bien lo pasamos.
Es lo que sucede con los amigos: seguimos en el mismo sitio que la última vez que nos vimos, pase el tiempo que pase, no nos hemos movido.
Violeta y yo con Álvaro Nogales.
Sí, sí,  ya he notado que en mí son más acusados que en Violeta los estragos de una noche bebiendo y charlando.
Aquí estamos en familia, porque es lo que son Cristina y Pablo, familia optativa y ya irremediable:

¿Qué desayuné?
¡Jamón de Montánchez, por supuesto!
Con una cerveza helada para la resaca.
Volvimos felices a Cercedilla.

enlaceDiario Kafka

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