yo tenía siete y los ojos
como un ciervo
y ella era azul, llena de
viento.
Fue la primera y rompió
mi puzzle
guardando las piezas
más importantes
en los bolsillos de la
chaqueta.
“Elia es más bonita que
una flor”
escribí tras las
cortinas,
para que ella apuntara su
faro a mi vergüenza
para que apartara las
hojas secas del patio
y bailara conmigo,
como si ya fuéramos
mayores.
La única utopía que
conozco es el pasado
y todas las piezas que
ella me escondió
y que seguiré buscando.
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