García Calvo, la virtud de la impotencia
Anoche me enteré de que se había muerto Agustín García Calvo. No hará ni dos semanas que comentábamos Chavi Azpeitia, Edu Vilas y yo su traducción de Lucrecio.
He leído mucho de lo que ha escrito y me gustaba su forma insurrecta de pensar, su insumisión radical.
Una vez, hará treinta años, fui a un coloquio en el que intervenía García Calvo y tambiénFrancisco Rico.
Empezó García Calvo a enredarse en sus enrevesada forma de ir pensando según hablaba y Rico, amistosamente, dijo que a García Calvo a veces costaba entenderle porque era de Zamora y hablaba en sayagués.
Sabido es que Sayago es parte de Zamora, pero Rico, que no acostumbra a dar puntada sin hilo, bromeaba, claro está, con la enemiga que Cervantes parece mostrar al sayagués en elQuijote.
En la segunda parte, Sancho le ha hecho creer a don Quijote que Dulcinea es una de tres labradoras que se ven a lo lejos montadas en jumentos. Tiempo después, don Quijote les cuenta lo que sucedió a los duques y cómo la vio transformada, sin duda por algún encantamiento, “de princesa en labradora, de hermosa en fea, de ángel en diablo, de olorosa en pestífera, de bien hablada en rústica, de reposada en brincadora, de luz en tinieblas, y, finalmente, de Dulcinea del Toboso en una villana de Sayago” (cap. XXXII).
Y en el capítulo XIX, también de la segunda parte, don Quijote corrige a Sancho con dureza y compara el buen habla de Toledo con el rústico sayagués:
-Fiscal has de decir –dijo don Quijote–, que no friscal, prevaricador del buen lenguaje, que Dios te confunda.–No se apunte vuestra merced conmigo –respondió Sancho–, pues sabe que no me he criado en la Corte, ni he estudiado en Salamanca, para saber si añado o quito alguna letra a mis vocablos. Sí, que, ¡válgame Dios!, no hay para qué obligar al sayagués a que hable como el toledano, y toledanos puede haber que no las corten en el aire en esto del hablar polido.
Todavía hoy define la Academia sayagués como: “se decía de las personas toscas y groseras” y también como: ”Habla arrusticada que se finge dialecto leonés de la comarca de Sayago, utilizada por personajes villanescos en el teatro español de los siglos XV al XVII“.
Estoy de acuerdo con Rico, sin embargo o por eso mismo: García Calvo hacia prevaricar a la lengua, la retorcía, se negaba a dejarse llevar por ella, a caer en sus trampas, se enfrentaba a ella cuerpo a cuerpo, hasta conseguir decir algo, en lugar de ser hablado por la propia lengua. Que hablara en sayagués era para mí su mayor virtud: esa cazurrería para decir que no y para impugnar lo evidente, esa terquedad para sublevarse contra el ser y contra a lengua misma.
No hay mejor forma de rendir homenaje a un escritor que volver a leerle, así que cogí ayer elSermón de ser y no ser y lo releí.
No me resisto a copiarte aquí uno de los dos sonetos que acompañan al sermón en la edición que tengo, donde García Calvo los califica de “sonetos teológicos”.
Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa:
luz que medra en la noche, más espesa
hace la sombra, y más durable acaso.No quiso Dios que dieras ese paso,
y ya del solo intento bien le pesa;
que tropezaras y cayeras, ésa
es justicia de Dios: no le hagas caso.¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego,
me nombras y me amas?: yo me niego,
y en ese espejo no me reconozco.Yo soy el acto de quebrar la esencia:
yo soy el que no soy. Yo no conozco
más modo de virtud que la impotencia.
Muchas veces he recitado este soneto como quien reza (por eso será teológico). A que me lo sepa de memoria ayuda (aparte el hecho de que también creo que la poesía es “memorable speech”, para aprendérsela de memoria) el que Eduardo Vilas tuviera este soneto colgado durante años en una de las aulas de Hotel Kafka.
Pero qué gusto da volver a leerlo ahora, oír hablar de una empresa que será limpia porque ha fracasado, en estos tiempos de tanto “emprendedor” con éxito.
No hay mayor virtud que fracasar. No nos reconozcamos en ese espejo.
Ya puestos, te copio también el segundo, no menos bueno:
Pero no cejes; porque no se sabe
cuándo pierde el amor, dónde la tierra
volteando camina, ni qué encierra
mensaje del que nadie tiene clave.Pues el Libro Mayor (y eso es lo grave)
del Debe y el Haber nunca se cierra,
y acaso acierte el que con tino yerra;
ni es nada el mundo hasta que el mundo acabe.Si te dicen que Dios es infinito,
di que entonces no es; y si finito,
que lo demuestre pués y que concluya.Pero no hay Dios ni hay Ley que a contradanza
no se pueda bailar. Tu muerte es tuya.
Tu no saber es toda tu esperanza.
Su muerte es suya, de Agustín García Calvo.
Aquí estoy en una foto que me hizo mi hija Anusca sin que me diera cuenta.
Ya no me acuerdo qué andaba haciendo.
¿Tú qué crees?
No, imposible: sin gafas no soy capaz de leer nada.
Quizá estuviera mirando la partida que ando jugando por correo con Begoña Huertas, y en ese caso, tenía que ser (por la sonrisa que tengo) antes de la jugada 28, en la que perdí un peón decisivo que ahora sé que me va a costar la partida.
Aquí en Cercedilla, donde no nos privamos de nada, tenemos dos Aranchas o Arantxas, una rubia y una morena.
Así, según el estado de ánimo o el color del cielo, quedamos con una o con otra.
El otro día estuvimos con Arantxa la rubia en casa de Ignacio Merino.
Sí, a mí me pasa lo mismo que a Javier: en cuanto una mujer me abraza, cierro los ojos. No lo puedo evitar, es un acto reflejo.
Abrázame y verás. Verás tú, porque yo ya no veré: habré cerrado los ojos, es matemático o impepinable.
Arantxa es muy abrazadora, como se puede comprobar, pero Violeta, cuando la abrazan, mantiene los ojos abiertos y sonríe.
Ayer en cambio nos tocaba la Arancha morena, con la que matuvimos una conversación subida de tono: ¡había ropa tendida!
Cuando se fue me avisó Orejudo de la muerte de Agustín García Calvo, y nos pusimos a leer sus poemas.
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