que, siendo la vida lo único que tenemos para
no sé, plantar un pinche árbol
tener un hijo, enamorarse, escribir un libro
ese tipo de cosas
lo que a veces te acaba empujando, sin embargo
a tomar la decisión de quitártela
-cuando estás ya hasta la madre de ella y de sus
pequeñas alegrías y todo lo demás-
sea darte cuenta, de pronto
-mientras le das vueltas y más vueltas a la idea-
de que podrías, por primera y única vez en los más de 50 putos años
que llevas empinando el codo
-y suponiendo que por fin te animes y lo hagas-
acabarte una maldita botella completa de jaks, tranquilamente
y ponerte hasta el culo de borracho
sin tener que preocuparte lo más mínimo
por la pinche cruda al día siguiente, la almohada vomitada
el recibo vencido de la luz, tu jeta cada día más fofa
y haberte tragado los 40 diazepanes sin dejar escrito
vayan todos y chinguen a su puta madre
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