miércoles, 9 de abril de 2025

los sobrenaturales efectos del peyote

 


dicen

que hubo un tipo

-hará ya cosa de

unos 2 mil y pico de años-


que cierta noche de mayo

tras haber transcurrido todo el puto día

bebiendo licores de alta graduación

y masticando peyote 

en la grata compañia de 

el bohemio grupito de zarrapastrosos malvivientes

cuyo trato frecuentaba


de pronto se puso de pie,

avanzó hacia el lago genesaret

-les gustaba perpetrar sus fechorías por aquella región de galilea-

y sin titubear un segundo,

echó a andar sobre el agua


sin el menor estremecimiento, sin hundirse siquiera un centímetro

-iba a poner "sin mojarse las faldas de la túnica",

pero ya se me hizo exagerativo-:

se fue pisando las pequeñas olas

que rizaban la superficie del agua

igual que si hubieran sido losas de mármol

del imponente templo de salomón

-o de basalto petrificado o de hierro fundido-

y se fue alejando sin apresurarse

hasta perderse en la niebla


pasados algunos minutos

otro del grupo también se puso de pie

escupió el último cascajo de peyote que guardaba en la boca

se lanzó tras las huellas del "barbas"

-así le decían de cariño-

y se hundió como piedra...


pero no se ahogó:

cruzó el puto lago a pie,

por el fondo

-una profundidad promedio de 45 metros-

hasta emerger en la orilla opuesta unas 6 horas más tarde

donde ya lo esperaba su camarada

con un cambio de ropa seca

y un churrote de maría recién liado


el siguiente en imitarlos

fue un jovenzuelo de complexión delgada

que se dijo "si ese par de putos lo hicieron

por qué no podría hacerlo yo igual"

y cruzó el lago sobre el agua de orilla a orila

no caminando, sino saltando a la pata coja


de los 3 o 4 que quedaron

del grupito original

uno repitió el truco del barbas,

otro fue a cogerse a una cabra y luego se quedó dormido

y los 2 restantes se fueron a seguir a los otros al lado opuesto del lago

bordeando por tierra la orilla hasta darle la vuelta

uno porque era reumático y el agua le jodía los huesos

y el segundo porque era poeta y medio maricón


la historia no retuvo ni siquiera el nombre

de ninguno de aquel grupito de malandros

-a excepción del barbas-

así como tampoco quedó constancia

de la forma en que cruzaron el lago

ni de lo que luego hicieron con su puta vida

-quizá ninguno de ellos tuviera

el carisma y el sex apeal del barbas

o una buena agencia de publicidad que los representara-


un tiempo después de aquel picnic lacustre

tomaron preso al barbas y lo ahorcaron

por haberse robado un par de guajolotes 

del corral de una tal maría magdalena

-vecina de nazaret o algún otro pueblucho de mierda de por aquellos rumbos-


luego apareció un libro donde se difundía el rumor

de que el barbas había sido abducido por extraterrestres


pero esa es una maldita historia completamente diferente

y a mí ya se me acabó el peyote





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