viernes, 3 de febrero de 2023

me gusta darle al trago


me gusta darle al trago

en tugurios de mierda, a deshoras de la noche

con furcias de la peor estofa, entre borrachines medio zombis;

jubilados con aspecto de supervivientes del armagedón

cuarentones divorciados, poetas de quinta, alimañas del submundo 

y un heterogéneo repertorio de la escoria humana en su conjunto;

cinco, seis, siete pelotazos de whiski

me encajo entre pecho y espalda en cosa de 40 minutos

con una o dos idas al baño

y empiezo a ser feliz


voy a la rocola, meto unas monedas

y pongo los grandes exitos de juan gabriel, josé josé y los kaminantes

para ahogarme en alcohol mientras oigo esas bellas rolas románticas

que tan hermosos recuerdos me traen de una vida ya pasada

donde yo era joven, buen tipo, tenía mujer y me esforzaba 

por estar siempre a la altura de las circunstancias


me gusta ponerme hasta el culo de alcohol

en cantinas de mala muerte de puebluchos perdidos del sur de jalisco

donde me emborracho alegremente con ex convictos, sicarios en paro, narcos de pacotilla

que me cuentan de sus correrías a las órdenes del cártel jalisco nueva generación

quemando camiones, matando gente del ejército y disolviendo en barriles con ácido

los cuerpos de los hombres del cártel de sinaloa


pinche bola de pendejos, pienso, mientras me chingo mis tragos

y escucho las tremebundas historias de sus sanguinarios lances

con lo bonita que es la puta vida y a estos tarados les vale verga

que probablemente ni siquiera lleguen a los 30

y que a la siguiente semana, al siguiente mes si acaso tienen suerte

terminarán masacrados como perros en cualquier recodo del camino

y su tumba será un agujero en medio de ninguna parte 


me gusta acabar como araña fumigada 

dedicándome a beber duro y macizo

en sórdidos antros de perdición, olvido y decadencia

que me salen al paso mientras recorro sin rumbo en el coche

caminos rurales, carreteras secundarias y brechas que se adentran 

hacia las zonas poco transitadas de mi lindo estado

el jorullo, la presa, guajolotlán, san ubaldino mártir

la yerbabuena, cimarrón, jolutla, el zancocho

tristes caseríos borrados del mapa, donde no vive ni su puta madre

pero en los que siempre hay una jodida cantina con las puertas abiertas

para acoger a las ánimas en pena que recalen a su orilla


allí detengo el carromato, le doy un tiento al botellín de whisky

que cargo siempre en la guantera para reforzarme el ánimo;

enciendo un marlboro, me calo el stetson 6x hasta la línea de las cejas

y me encamino luego rumbo a la cantina

con la mirada brillante y ávida del peregrino que 

después de haber recorrido 1000 kilómetros hasta el templo del santo de su devoción

sabe que en su interior hallará lo que su corazón necesita 


para resarcirse de toda la puta mierda que tuvo que tragar hasta llegar allí




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