martes, 16 de julio de 2019

las series nórdicas de netflix me dan ganas de irme a vivir a un puto país boscoso y congelado


y allá pasarme enclaustrado todo el tiempo
en un puto establo o henil o cobertizo para herramientas
reconvertido en simpático estudio minimalista
por el dueño de alguna granja medio en ruinas enclavada en un solitario paraje
de la franja sub-ártica al norte de europa
cundo el tipo vio que alquilar sus dependencias por air bnb
le salía más a cuenta que partirse la madre
trabajando la tierra circundante, ordeñando las putas vacas
poniendo plaguicida en las coníferas y los abedules
y bajando cada fin de semana al mercado del pueblo
a vender los quesos, la mermelada y el licor de bayas silvestres
que su abnegada y sufridora esposa avejentada por la mala vida que el cabrón le daba
fabricaba sin quejarse para poder sobrevivir dignamente
en medio de la penuria de estos tiempos globalizados donde todo
se anda yendo a la mierda

enclaustrado en el puto ex establo y pegándole al trago día y noche
-al final acabaría comprándole a la mujer de mi casero toda su reserva de licor de bayas-
sin dárseme una puta chingada de lo que ocurriese
más allá de las cuatro paredes de mi madriguera
sin internet, sin libros, sin el jodido celular
bebiendo a matarme tranquila y melancólicamente
lejos de todas las malditas víboras y demás alimañas ponzoñosas
que solo por ser exmujeres o hijas o parientes cercanos míos
se piensan que tienen derecho a criticarme por ser un jodido borracho que no da golpe
y encima se gasta la pensión con putitas que podrían ser sus nietas

(pero, lo mejor de todo:
lejos de ese asqueroso país donde tuve la desgracia de ir a nacer
lleno de cerdos criminales y gentuza analfabeta
indígenas resentidos por su pasado de abuso y discriminación
mujeres que no te aflojan las nalgas de manera libre y espontánea
porque desde chicas les metieron la idea de que coger equivale a ser puta)

lejos de mi pasada vida de poeta tercermundista muerto de hambre
que nunca terminó de dar el ancho ni como artista ni como persona
-un fracasado, en otras palabras-

lejos, en fin, de aurora -que chingue a su puta madre-
solo saldré de mi refugio algunas tardes ventosas y sombrías
para ver caer las hojas del bosque
caminar entre la bruma como un troll enloquecido de tanto masturbarse
o sentarme en una piedra a orillas del estanque congelado
a imaginar que me hundo y ya no salgo

o para acercarme a la casa de mi casero y comprarle a su avejentada mujer
otro poco de su infernal brebaje alcohólico
sabiendo que ella siempre está sola en la puta cocina
apurada con sus quesos y sus encurtidos y sus compotas de frutas de la temporada
yo podría ofrecerme a echarle una mano
yo podría decirle chapurreando en islandés o noruego o laponio
"¿quieres que te ayude a envasar esa puta mermelada de arándanos?"
o "déjame que cargue en la camioneta
esas putas cajas de crema de leche de reno"

o podría llegar y agarrarle el culo directamente
y subirle la falda hasta la cintura y empujarla contra el fregadero
sabiendo por el amargado gesto que luce todo el tiempo en su cara
y sus involuntarias miradas cargadas de lujuria a mi entrepierna
que el marido dejó de darle su ración de cuello de pavo desde hace años
y que debajo de su fachada de hacendosa y asexuada mujer de campo
subsiste una fogosa valkiria dispuesta a comerle el rabo
incluso a un viejo y degenerado poeta jubilado de mierda

solo abandonaré mi encierro, les decía
para pasear por el bosque o echarle un palo a la mujer del granjero
y después regresaré a seguir con la botella
aguantando estoicamente la progresiva declinación de los días
la temperatura cayendo bajo cero y la irrupción del invierno

que pronto borrará de la faz de la tierra las huellas de los pasos que conducen hasta mi tumba





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