miércoles, 7 de noviembre de 2018

el velorio de mi primo


cómo le lloraron al cabrón de mi primo jodencio villa
el día de su puto velorio

cómo parecían brotarles ríos de lágrimas por los ojos
a las cuñadas del hijo de puta,
a las primas, a las furcias con las que andaba

cómo le lloró su madre, mi tía soforina
que hasta se la tuvieron que llevar en ambulancia
porque le dio un soponcio de tanta pinche lloradera

a mí no me gusta pararme en los velorios,
porque soy alérgico a la gente y a todas esas pendejadas tercermundistas
de encender velas y colgar cruces y rezarle a los santos y a la virgen y al niño milagroso de tecuala
para pedirles que intercedan por el muerto cuando le llegue el turno de presentarse
ante dios nuestro señor,
y que diosito tenga misericordia del pobre difunto,
y que no le aplique todo el rigor de la justicia divina
-si acaso el desgraciado hubiese llevado
una vida oprobiosa hundida en el pecado y la perdición-
y que le permita, en fin, entrar en su reino celestial
para gozar de la vida eterna y su puta madre amén

pero al velorio de jodencio sí fui

primero, porque estaban dando chupe;
y segundo porque la mujer de jodencio,
que siempre me había gustado y puesto cachondo nomás de verla,
me había mandado un whatsap para decirme
que de todos los pendejos con que su marido se llevaba
de todos los putos borrachos de mierda con quienes agarraba el pedo
de todos los putañeros degenerados que cada fin de semana
se largaban con el cerdo a los congales para allí amanecerse
bailando y tomando y cogiendo con las putas

"de toda esa bola de pendejos, pinche villa,
de entre todas esas alimañas nauseabundas que pululaban arededor de jodencio
tú eres el único al que considero capaz
-sin tener que darle ninguna puta explicación-
de entender la forma cómo quiero vengarme de ese hijo de puta
y de todas las putadas y marranadas que me obligó a tragarme:
así que espero que vengas al velorio"

de modo que al velorio de jodencio sí fui

fui y abracé con cariño y afecto a mi querida y llorosa tía soforina,
a las inconsolables cuñadas y excuñadas de jodencio
-sus cuerpos estaban hechos gelatina de todo lo que habían llorado-
a las numerosas primas del finado que me dejaron empapada la camisa
y a media docena de chicas que por poco no reconocí
dado que nunca antes me las había encontrado con ropa y sin la cara pintarrajeada

abracé también con cariño a su viuda teodosia
-vestía falda corta negra y llevaba zapatos de tacón de 10 cms.-
que aprovechó para decirme en voz baja al oído:

"hya una corona fúnebre del tamaño de un puto camión
(seguro la pagaron entre todas esas putas)
a un lado del cajón donde está metido el hijo de la chingada:
voy a pararme allí detrás en cuanto comiencen con la rezadera"


cómo lloraban las mujeres en el velorio del finado jodencio villa

cómo lloraban sus cuñadas, sus primas, sus amigas de la infancia
cómo lloraba su madre destrozada por el dolor
cómo lloraban las furcias recordando largas madrugadas de bebercio y copulación

cómo lloraba su viuda y exhalaba un ahogado gemido
-parada allí detrás de aquella corona funeraria del tamaño de un puto camión
que acentuaba la suave penumbra reinante en el aposento-

cada vez que el instrumento de su venganza la penetraba como un relámpago justiciero










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